domingo, 13 de mayo de 2012

JUICIO POR LA MASACRE DE TRELEW-2012 (Inicio y Sentencia)

El 15/10/2012 terminó el juicio por la Masacre de Trelew. Los jueces dictaron la sentencia, considerando que los delitos son de LESA HUMANIDAD. Fueron condenados 3 fusiladores a prisión perpetua (en cárcel común cuando esté firme el fallo): Sosa, Del Real y Marandino. Fueron absueltos Paccagnini y Bautista. Además, se ordenó que se vuelva a pedir la extradición del fusilador Bravo, prófugo de la justicia, quien vive en Estados Unidos, país del que es ciudadano, tras haber trabajado para la CIA. Los jueces también pidieron que el imputado Mayorga, quien fue apartado del juicio por motivos de salud, sea analizado nuevamente.
Las víctimas eran 19 militantes de las organizaciones PRT-ERP, FAR y Montoneros.
PRESENTES.
(H.I.J.O.S.)

En este programa compartimos las opiniones de los abogados querellantes por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, Germán Kexel y Martín Rico.
Entrevista Luis "Nono" Ortolani, periodista, ex PRT-ERP, preso político en Rawson al momento de la fuga. Fue quien negocio con las autoridades penitenciarias la devolución de la cárcel que había sido tomada por los militantes después de la fuga fallida, y fue uno de los testigos que presto su testimonio durante el proceso.
Ademas compartimos los momentos principales de la lectura de sentencias, la emoción de los familiares y compañeros, opiniones de jueces y fiscales, archivo histórico, pruebas aportadas durante el juicio, canciones, etc...!

PODES ESCUCHAR EL PROGRAMA 




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EL TOF DE COMODORO RIVADAVIA CONDENO A PERPETUA A SOSA, DEL REAL Y MARANDINO Y ABSOLVIO A PACCAGNINI Y BAUTISTA EN EL JUICIO POR TRELEW
La masacre tuvo su día de justicia 40 años después
La sentencia generó emoción y aplausos entre los familiares de las víctimas, en Rawson. Anticiparon que apelarán las absoluciones. El fallo marca un precedente porque retrasa el inicio del terrorismo de Estado en el país.

(Pagina/12)
Desde Rawson
Desde el extremo del escenario reservado para ellos, se las ingeniaron los cinco acusados en el juicio por la Masacre de Trelew para ubicarse de espaldas al público. Alguno, incluso, procuró taparse la cara. Tardó la gente, el mediodía de ayer, en colmar el cine teatro José Hernández de Rawson, en donde se desarrolló el debate desde su inicio, en mayo de este año, para escuchar en vivo y en directo la decisión del Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia. La multitud respetó el silencio pedido por el presidente del TOF, Enrique Guanziroli, al iniciar la lectura del veredicto, silbó en protesta de las absoluciones de Rubén Paccagnini y Jorge Bautista y festejó con aplausos, llantos y de pie al grito de “asesinos” las condenas a prisión perpetua e inhabilitación absoluta de Luis Sosa, Emilio Del Real y Carlos Marandino.

Las absoluciones

La tensión invadía las primeras filas del teatro, en donde los familiares de quienes fueron asesinados en la Base Almirante Zar de Trelew hace cuarenta años aferraban manos, se mordían los labios y apretaban los ojos como queriendo, con ese gesto, obligar al tiempo a avanzar más rápido. Más arriba, integrantes de Hijos, de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas, de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Esa ansiedad esperanzada con la que todos sostenían las imágenes de sus fusilados fue la primera en recibir la lectura inicial de Guanziroli como un aguijonazo: la absolución de Jorge Bautista “por no haberse probado el delito de encubrimiento”.


El gesto en las caras de los familiares pasó de expectativa a preocupación. La siguiente decisión despertó silbidos y los murmullos comenzaron a calentar el ambiente: la absolución de Rubén Paccagnini del cargo de “autor mediato de 16 homicidios reiterados con alevosía y concurso premeditado de dos o más personas y tres tentativas del mismo delito”. En esta decisión, la jueza Nora Cabrera de Monella se manifestó en disidencia y recibió aplausos por ello. Dos a cero de los cinco puntos que se jugaban en esta final que, para muchos, marca un precedente en la historia argentina porque atrasa el punto de inicio del terrorismo de Estado tal y como se lo conoce propio de la última, fatal y feroz dictadura cívico-militar argentina.

Las perpetuas

A Raquel Camps, hija del sobreviviente de la masacre Alberto Camps, se le vino el mundo abajo. “No podía creer lo que estaba escuchando y no quería seguir haciéndolo. Tenía miedo de que el resto de las condenas fuera igual. Quise salir corriendo”, recordó cuando ya todo estaba dicho, con mucha más calma, pero con las heridas aún abiertas.


Lo que siguió despertó las fuerzas. Los militares retirados Sosa, Del Real y Marandino fueron condenados a “prisión e inhabilitación absoluta y perpetua por considerarlos coautores responsables del homicidio con alevosía y de tres casos de ese delito en calidad de tentativa” de Rubén Bonet, Jorge Ulla, Humberto Suárez, José Mena, Humberto Toschi, Miguel Angel Polti, Mario Delfino, Alberto Del Rey, Eduardo Campello, Clarisa Lea Place, Ana María Villarreal de Santucho, Carlos Astudillo, Alfredo Kohon, María Angélica Sabelli, Mariano Pujadas y Susana Lesgart, y de los sobrevivientes Alberto Camps, María Antonia Berger y Ricardo Haidar, todos ellos presos políticos militantes de Montoneros, FAR y ERP-PRT, cometidos el 22 de agosto de 1972.

Los aplausos no permitieron al presidente del TOF finalizar de corrido la sentencia. Tampoco los gritos de “bravo” o los “hijos de puta” y “asesinos” que muchos hombres y mujeres del público, de pie, les dedicaron a los acusados, que permanecieron de espaldas. La declaración de los delitos como crímenes de lesa humanidad sirvió de válvula de descarga para quienes arribaron esa mañana a Trelew en busca de esa frase que, suponían, englobaba a “toda la Justicia”. Cuando la escucharon olvidaron por cuestión de segundos, nomás, las absoluciones del inicio, por las que deberán seguir luchando. Y lloraron. Y se abrazaron. Y buscaron con la mirada hacia arriba el encuentro con aquellos cuyos derechos humanos fueron violados cuarenta años atrás. “Para este tribunal, el juicio ha terminado”, clausuró Guanziroli, luego de mencionar que los condenados sólo acabarían en una cárcel federal cuando la condena estuviera firme. Esto es, por lo menos, tras las apelaciones de defensas y querellas, quienes ya aseguraron que las habrá. Mientras tanto, Sosa, Del Real y Marandino permanecerían excarcelados.


“Sabemos que se hizo justicia, pero no acordamos con las absoluciones”, definió Jorge Ulla, hermano del militante del ERP-PRT, la sensación que se instaló en el cuerpo de la mayoría de los familiares, a medida que iban, poco a poco, abandonando las butacas del lugar en donde un camino cuarenta años de lucha encontró el fin de su primera gran etapa: las condenas. Alicia Bonet, compañera de otro integrante de esa fuerza, también fusilado, fue más positiva al considerar la definición de los delitos como de lesa humanidad como “un enorme triunfo. Jueces argentinos determinaron que Trelew fue el primer acto de terrorismo de Estado”.

Los otros puntos

El pedido de extradición del militar retirado Roberto Bravo a Estados Unidos es otro de los puntos importantes del fallo, junto con la orden para que se le realice al almirante Horacio Mayorga –quien quedó afuera de este juicio por problemas de salud– análisis periódicos para controlar su estado. Bravo fue señalado durante el debate por varios testigos –entre ellos por las voces de los sobrevivientes– como uno de los disparadores en los fusilamientos. En 2008 se realizó un pedido de extradición al país norteamericano, que fue rechazado por la Justicia del estado de Florida. En ese sentido, “la declaración de los hechos como delitos de lesa humanidad es un nuevo argumento para reiterar el pedido”, analizó el fiscal de Comodoro Rivadavia, Horacio Arranz, uno de los tres miembros del Ministerio Público fiscal que integraron esa parte acusatoria durante el debate.

El análisis

En cuanto al punto de Bravo, las querellas se mostraron conformes, aunque la abogada del Centro de Estudios Legales y Sociales, que representa a la querella de los familiares, Carolina Varsky, remarcó que el alegato de esa parte solicitó la deportación del militar retirado: “Con este fallo queda claro que él mintió en su ingreso a los Estados Unidos. La masacre es un crimen de lesa humanidad y él es sindicado constantemente con Sosa como uno de los autores de los disparos y responsables”. El TOF, en tanto, denegó el pedido de esa querella de incluir la figura de tormentos en el caso. “El tribunal no entendió el planteo de esta querella de que las torturas que los fusilados padecieron desde el 15 al 22 de agosto de 1972 formaron parte del mismo hecho”, explicó Varsky.

Del fallo del TOF de Comodoro Rivadavia, las partes acusatorias destacaron la definición de los delitos como crímenes de lesa humanidad y todas, también, criticaron fuertemente la absolución de Paccagnini, quien fue el jefe de la base en donde sucedieron los fusilamientos. “La causa de la masacre nos permitía adentrarnos en la estructura militar cuando se trata de terrorismo de Estado, explicar el encubrimiento posterior de Bautista de los hechos y cómo se trasmiten las decisiones a nivel jerárquico dentro de la fuerza. Yo no conozco casos de absolución de jefes de dependencias en las que se hayan cometido delitos de lesa humanidad. Desde el Estado, habla de un desconocimiento de cómo opera esa estructura militar. Leeremos los fundamentos”, expresó Germán Kexel, de la querella de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Su colega Martín Rico aseguró que recurrirán a Casación por el asunto.


“Nosotros estuvimos en la investigación del caso y siempre relacionamos al ex presidente de facto (Agustín Lanusse) con diferentes jefes de mando. En ese trabajo se dejó bien claro cuál era la prueba que lo unía con Paccagnini, dentro de un plan sistemático generalizado de persecución a gran parte de la población, cosa que el tribunal sí dio por probado. No entendemos los argumentos con los que se lo liberó a Paccagnini de culpa y cargo”, rezongó el fiscal de Rawson Fernando Gélvez.

ACTO EN LA BASE ZAR

Cartel en memoria
Abrigada hasta la nariz, apoyada en el antebrazo de una compañera que no la deja ni a sol ni a sombra, Encarnación Díaz se paró frente al enorme cartel y leyó en voz bien baja. Se lo contaba a sí misma, pero también a su tierra, a Trelew, para que ninguna de las dos olvide ese momento histórico. Despacio, recorría las palabras: “En esta unidad de la Armada Argentina se cometieron crímenes de lesa humanidad. El 22 de agosto de 1972 se perpetró la Masacre de Trelew. Memoria. Verdad. Justicia”.

A poco menos de un kilómetro de la entrada del edificio en donde estuvieron detenidos los 19 presos políticos una semana de agosto de 1972 antes de ser fusilados el 22 de aquel mes, más precisamente en el kilómetro 1453 de la ruta 3, en donde comienza el territorio de la Base Aeronaval Almirante Zar, existe desde ayer un enorme cartel que indica de manera oficial lo que Encarnación sabe desde hace 40 años, lo que dijo a gritos desde entonces. “40 años esperamos mi tierra y yo este acto de justicia, para que las atrocidades que sucedieron aquí no vuelvan a pasar”, comentó a Página/12, que la oyó leer el mensaje del cartel en voz baja.


En un acto del que participaron pobladores de Trelew, familiares de las víctimas, miembros del Archivo Nacional de la Memoria y de la Secretaría de Derechos Humanos, quedó inaugurada la señalización de la base. “Es necesario recordar a los compañeros que se llevaron aquellos traidores, cobardes, que no son siquiera capaces de mirar a las familias de quienes ellos mataron y reconocer lo que hicieron”, enfatizó el titular de esa secretaría, Martín Fresneda, bajo el cartel a la vera de la ruta nacional. Desde ese mismo lugar y momentos antes de ingresar al sector donde estuvieron los calabozos que albergaron los últimos días de las víctimas de la Masacre de Trelew, entre ellas su hermano Alejandro, Jorge Ulla resumió la jornada en nombre de los familiares. “Después de 40 años pedimos justicia no motorizados por rencor y venganza sino por la vida. Recordar la muerte sería el triunfo de la matanza. Ellos creían que al perforar esos cuerpos iban a desaparecer los reclamos de democracia, los pedidos de libertad. Pero no lo lograron. No mataron los cuerpos sino que los inmortalizaron a través nuestro. Esto va más allá de una sentencia, es la reivindicación de toda una generación”, apuntó.
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Un túnel de escape que nunca se terminó y la increíble historia del fusilado que no fue
De la cárcel de Rawson escaparon 25 personas. El número 26 era Luis Ortolani, que se salvó de la Base Zar gracias a la única falla de la fuga. Escuchó el relato de los sobrevivientes y le contó al tribunal cuál fue el primer plan de los presos. Fue el hombre que negoció la entrega del penal capitalino.

Experiencia. Ortolani se emocionó cuando recordó que no salió del penal gracias a que su cuñado Mario Delfino le tocó el turno anterior.
Luis Ortolani fue preso político en mil cárceles hasta que tras su fuga frustrada de la Unidad 6 de Rawson, en el penal de Villa Devoto se encontró con Ricardo Haidar y Alberto Camps, sobrevivientes de lo que ya se nombraba como Masacre de Trelew. Se los notaba distintos del resto de los detenidos. Por separado, cada uno le contó su versión de la madrugada del 22 de agosto del ´72. Y ayer el testigo se lo reveló al tribunal que juzga los 19 fusilamientos.
“Ambos me relataron lo mismo: de madrugada les ordenan hacer el mono y formar porque los trasladaban a Rawson. Habían sufrido muchas vejaciones, como barrer desnudos”, describió. El “mono” era el montón de ropa y mantas anudadas. Formaron fila. “En la penúltima celda estaba Camps con Mario Delfino, mi cuñado; Carlos Astudillo estaba con Haidar”.
Desde el fondo, Haidar y Camps oyeron la metralla. “Creyeron que era una intimidación hasta que vieron caer a quienes estaban delante”. Pensaron “es un asesinato en serio” y se tiraron en sus celdas. Vino un silencio, lamentos e insultos. Luego tiros de .45. “Están rematando”, supieron. No tenían salida. “Camps me dijo que se despidieron de una manera sencilla. Tirados en el piso se dijeron Chau compañero, esta es la boleta”.
Alguien entró y les preguntó si iban a declarar. “Se les ocurrió decirle que sí y le rompieron el esquema al oficial, que no tiró; pero entró otro y disparó sin preguntar”. Haidar, muy corto de vista, usaba culos de botella. “El tiro me hizo girar completamente sobre mí y caí de rodillas con el cuerpo sobre la cucheta”, le contó a Ortolani. “Vio cómo se formaba un charco de sangre debajo de él y escuchó silbar el aire de sus pulmones. Se dio cuenta de que un tiro se los había atravesado”. Dudó: si estiro la mano para buscar los lentes, me rematan.
Un segundo después oyó voces nuevas, recién llegadas pero de gente de la Base. “Preguntaban qué pasó y les respondían que hubo un intento de fuga”. Haidar notó a alguien de guardapolvo blanco y se quejó para que notaran que vivía. Se desmayó sobre una camilla y se despertó en el Hospital Naval de Bahía Blanca, donde “se portaron muy bien y gracias a eso sobrevivieron”.
-¿Los presos políticos pudieron pensar en una fuga espontánea?, preguntó el juez Enrique Guanziroli.
-No, en absoluto, no improvisan nada. Nunca se hace una fuga sin planificar y sin apoyo y aprobación del exterior.
Un dato estremeció al público del Cine Teatro “José Hernández” de Rawson: el 15 de agosto, cada preso político tenía un número de orden para la fuga. Eran 116 en total. Los 6 primeros eran los líderes guerrilleros que volaron a Chile. Los siguientes 19, el grupo fusilado. El siguiente, el número 26, era Ortolani, que salvó su pellejo gracias a que el camión de escape nunca llegó. Un fusilado que no fue. Curiosamente, el número 25 lo llevó Delfino, su cuñado, hermano de su esposa Liliana Delfino.
El testigo recordó que cuando llegó preso a la U-6 el plan de escape era otro: un túnel que comenzaba en la celda de Humberto Toschi. “Era el calabozo más austral y cercano al muro, pero cavar era muy difícil por el suelo gredoso”. Las presas cosieron bolsas de tela para guardar la tierra, en forma de mochilas al revés. En el fútbol del recreo los hombres la tiraban en la cancha, disimuladamente, como en las películas. “Se anuló porque ese plan era absolutamente inviable: con tanta tierra se hubiese formado un paredón y muy pocos hubiesen logrado escapar”. Ese túnel se descubrió intacto años más tarde, en una requisa a presos comunes.
Se decidió tomar el penal desde adentro. Los detalles eran claves. “Debía haber luz y por eso no se podía hacer en pleno invierno; debía ser un feriado para que haya taxis y remises disponibles y menos personal en el penal. Por eso se eligió el 15 de agosto, Día de la Virgen”, le contó al tribunal. Y debía trabajar el guardiacárcel Facio, el celador que ayudó a los guerrilleros a cambio de plata.
Llegó el día. Astudillo tocó en la guitarra la zamba “Luis Burela” y fue la señal del inicio del operativo. Mario Santucho y Marcos Osatinsky tomaron de rehén a un guardia y abrieron puerta tras puerta. Afuera del penal esperaron el transporte. “El primer camión lo manejó Jorge Lewinger. Según su versión retrocedió porque vio la señal del fracaso de la fuga. Pero tuvo miedo o se confundió porque no existía tal señal”. El segundo camión lo manejó Jorge Marcos. “No supo qué le pasó a Lewinger y lo obligó a volver, pero el penal ya estaba rodeado”. 
En la salida abrazó a su cuñado Delfino antes de subirlo al taxi. “Le dije de mi alegría de que pudiera irse, aunque luego la realidad determinó lo contrario y hace 40 años que descansa en el cementerio La Piedad, de Rosario. Este testimonio es en su homenaje”.
La noche del 15 de agosto Ortolani negoció con la represión la entrega de la cárcel de los que quedaban. Se armó una barricada con muebles. Hubo 25 penitenciarios rehenes. “Si decidían tomar el penal por asalto yo era el primer muerto”. Parlamentó toda la madrugada. “Si los militares entraban hubiese sido una masacre; los presos decidimos que esa noche no muriera nadie pero si asaltaban, estábamos dispuestos a resistir y sabíamos hacerlo. Era una tensión infernal”. De un lado de la barricada, él; del otro los militares y un capellán. Se escuchaban sin verse.
A las 7.30 del 16 de agosto los militares aceptaron sus condiciones. A las 8 volverían a sus celdas y entregarían las armas a cambio de vivir. “Nos advirtieron que entrarían a las 8.15 y si veían alguno afuera, abrirían fuego”. Ambas partes cumplieron.
El régimen carcelario se volvió durísimo. Las requisas fueron a fondo y los guardiacárceles quemaron guitarras, libros y muebles en la canchita de fútbol. Los dejaron con lo puesto. Ortolani fue un cuadro del Partido Revolucionario del Pueblo, con historia de picana y simulacro de fusilamiento. De Rawson terminó en Devoto, donde escuchó a otros dos sobrevivientes como él.

Miguel Marileo, el funebrero

En 1972 Melluso era la única empresa fúnebre de Trelew. La tarde del 22 de agosto, su empleado Miguel Marileo escuchó que un grupo militar entró al local y compró 16 ataúdes. Ayudó a cargarlos en el camión de culata de la Base Zar. “Pagaron y se fueron”, le contó ayer al tribunal. “Miguel, seguro que esta noche te voy a necesitar así que te busco”, le anticipó su jefe. 
Dicho y hecho: esa medianoche un colimba golpeó la persiana de su casa. “¿Qué macana te mandaste?”, preguntó su esposa. “Ninguna, debe ser por los muchachos muertos”, respondió. El pueblo ya conocía la balacera. Lo suben a un camión con toldo y muchos colimbas. Un chico le preguntó qué opinaba la gente del episodio. “Dicen que los mataron ustedes, los milicos. Así de simple”, contestó.
Un viaje oscuro a la Base. En la guardia le pidieron DNI. Ofreció un carnet de OSECAC, su obra social. “Me lo devolvieron sin foto”, contó. Bajó la garrafa y la caja de herramientas para soldar. “Yo ya sabía a qué iba, nadie nos dijo nada y al entrar sabía qué tenía que hacer”.
En el hall de entrada ubicó los cajones en dos filas de 8. “Noté a todos muy nerviosos y que esa noche era un momento muy difícil”. Pasó a la antesala de los calabozos y se chocó otras dos filas de 8, pero de cadáveres baleados. “Sentí impotencia y bronca porque la mayoría eran muchachos de mi edad”.
Junto a cada cabeza había una bolsita de nylon con el nombre del muerto y los plomos que le sacaron, “gruesos, no eran ni balines ni .22”. La que más le llamó la atención fue la mujer de Santucho. “Pobrecita, se notaba que  estaba por tener un bebé”. Era Ana María Villarreal con tres balazos en el vientre. “El que hizo eso no tiene perdón de Dios”, murmuró ante el tribunal.
Todos tenían más de un impacto. La única sin balazos visibles era Sabelli. “No le veía sangre por ningún lado. Hasta que la revisé, le levanté el pelo larguísimo y le toqué la nuca”. Trabajaba sin guantes y sacó la mano empapada de sangre. Había tocado el orificio del tiro de gracia.
Según Marileo, “al que más tiros le pegaron fue a Mariano Pujadas”. Su bolsa tenía al menos 11 proyectiles. “Se notaba que alguien que sabía, un médico o un enfermero, lo abrió para sacarle los plomos y luego lo cosió del cuello hasta el ombligo”.
El testigo y su jefe esperaron largo rato. “Nadie quería dar la orden de encajonar los cuerpos”. Los jefes iban y venían. Marileo dialogó corto con un colimba: “Un muchacho me dice Jefe, nosotros no los matamos, los mató el capitán Sosa y su pandilla, los de la tirita. Por ese comentario, a ese pobre gaucho se lo llevaron”.
Al fin, uno que parecía de jerarquía les ordenó encajonar los cadáveres, desnudos. La sangre corría sobre las baldosas. Pusieron a cada guerrillero sobre una camilla y de a uno los acomodaron en la mortaja. Arriba de cada féretro puso la bolsita con el nombre, para identificarlo. “Tras tantos años de funebrero, lo que vi esa noche fue para no olvidarse jamás”. Muy cerca observó a los tres sobrevivientes de la Masacre, cubiertos con sábanas blancas en camillas, sin atención médica. A la media hora no los vio más.
Cerca de las 4 otro superior que no identificó llegó al lugar. “¿Desde qué hora están acá? ¿No les dieron nada de tomar?”. Marileo pidió un café. “Mi jefe no abrió la boca ni para pedir un vaso de agua”. Soldaron los cajones y acabaron el trabajo. Se preguntó si alguien notaría que debían regresar a Trelew. “Pedí ir al baño y me llevaron con el fusil en la espalda. Le dije Flaco, bajá eso que andás nervioso y se te va a escapar un tiro. Recién ahí lo bajó”.
A las 17, casi quince horas después de llegar, los subieron a un jeep rumbo a Trelew. Lo bajaron en Sarmiento 426, el local de la funeraria. “Me bajé y un militar de ropa verde, bastante prepotente, me dijo Vos no viste nada y nunca estuviste en la Base, cuidáte porque tenés un hijo muy chico”. El nene de Marileo tenía 2 años.
“Se notaba que sabían todo. Lo hablé con mi señora y me dijo: Si te dijeron que no viste nada, no viste nada; te amenazaron así que tenemos una familia y una vida por delante. Me callé la boca y me quedé en el molde durante 30 años. Pero no me voy a callar nunca más”. Supo por conocidos de la Base que lo tuvieron vigilado 3 años más.#


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Comenzó el histórico Juicio por la Masacre de Trelew

Los acusados por los fusilamientos de 19 presos politicos de ERP, FAR y Montoneros son: Los capitanes de fragata Luis Sosa y Emilio Del Real, los capitanes de navío Rubén Paccagnini y Jorge Bautista, y el cabo Carlos Marandino

Repasamos las primeras audiencias, las expectativas y el recuerdo de los militantes asesinados junto a:

-Raquel Camps, HIJA de Alberto Camps (Montoneros, desaparecido en 1977), uno de los 3 sobrevivientes de la masacre que le contaron la verdadera historia a Paco Urondo en el penal de Devoto.
-Mariano Pujadas, sobrino de Mariano Pujadas (Montoneros) uno de los dirigentes que brindo la conferencia de prensa en el aeropuerto, antes de ser trasladados a la Base Almirante Zar, donde fueron fusilados
           
-Alicia Bonet, esposa de Ruben Bonet (PRT-ERP), uno de los dirigentes que brindo la conferencia de prensa en el aeropuerto. Alicia es la primera denunciante de la masacre en 1972, y volvio al país en 2005 para reabrir la causa por pedido de Nestor Kirchner

-Luís Lea Place, (ex militante de PRT-ERP, economista, coordinador del grupo de investigaciones sobre delitos económicos vinculados al terrorismo de estado, del Archivo Nacional de la Memoria-Secretaria de DDHH de la Nacióin): Hermano de Clarisa Lea Place (PRT-ERP), asesinada en la masacre de 1972

-Martín Rico, abogado querellante por la Secretaria de DHH de la Nación  


PODES ESCUCHAR EL PROGRAMA





NO ESTAN EN ESTA INSTANCIA DEL JUICIO: 

Roberto Guillermo Bravo, identificado por los tres sobrevivientes del fusilamiento como quien recorrió los calabozos para dar los tiros de gracia. Ciudadano norteamericano desde 1987, localizado por Página/12 en Miami como titular del RGB Group en 2009, un empresa que brinda servicios al ejercito y organismos de seguridad. La justicia de Miami nego el pedido de extradicion

Alejandro Agustin Lanusse, presidente de la dictadura, falleció en 1996

Capitan Raul Herrera, fallecido

Hermes Quijada, jefe del estado mayor conjunto, ajusticiado EN 1973 por un comando del ERP 22, a cargo de Antonio del Carmen Fernández (participo de la toma del avion con el que los 6 dirigentes que completaron el plan de fuga, llegaron a Chile) a quien también le costo la vida ese episodio.

Contraalmirante retirado Horacio Mayorga, entonces comandante de la Aviación Naval. Fue quien ordenó trasladar a los guerrilleros capturados a la base Zar, esta imputado pero fue apartado por su estado de salud, con un cuadro de ACV

JUZGAN DESDE MAÑANA A CINCO REPRESORES POR LA MASACRE DE TRELEW
El juicio a los fusiladores del ’72
Los acusados son los capitanes de fragata Luis Sosa y Emilio Del Real, los capitanes de navío Rubén Paccagnini y Jorge Bautista, y el cabo Carlos Marandino. Hoy se recordará a las víctimas y al fallecido secretario de Derechos Humanos Eduardo Luis Duhalde.

 En la madrugada del 22 de agosto de 1972, dieciséis presos políticos fueron asesinados en la Base Almirante Zar.
Mañana a las diez de la mañana, en el teatro José Hernández de la ciudad de Rawson, el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia comenzará a juzgar a cinco marinos por la Masacre de Trelew, como pasó a la historia el fusilamiento de dieciséis presos políticos en la madrugada del 22 de agosto de 1972 en la Base Almirante Zar de la Armada Argentina. El gran ausente del juicio, el primero por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura del general Alejandro Agustín Lanusse, será el teniente de navío retirado Roberto Guillermo Bravo, identificado por los tres sobrevivientes del fusilamiento como quien recorrió los calabozos para dar los tiros de gracia. Ciudadano norteamericano desde 1987, localizado por Página/12 en Miami como titular del RGB Group en 2009, el Ñato Bravo sigue libre e impune gracias al juez Robert Dube, miembro de la Corte de Florida, quien rechazó el pedido de extradición con el argumento de que las declaraciones de los sobrevivientes “no son creíbles” y que en todo caso no correspondía la extradición por tratarse de “delitos políticos”.

La causa por la masacre de 1972 se abrió a pedido del CELS, en representación de familiares de los fusilados, tras la reapertura de las investigaciones por crímenes de la última dictadura. La Armada había instruido un sumario en base a su falacia habitual: intento de fuga repelido por marinos con todos los muertos en el bando contrario y ni un rasguño en el propio. El juez federal de Trelew, Hugo Sastre, tomó decenas de testimoniales a personas que trabajaban en la base y a principios de 2008 ordenó las detenciones, que incluían a Bravo.

Los cinco imputados que finalmente se sentarán en el banquillo son los capitanes de fragata Luis Emilio Sosa y Emilio Del Real, los capitanes de navío Rubén Norberto Paccagnini y Jorge Enrique Bautista, y el cabo Carlos Amadeo Marandino. Sosa recorrió los calabozos junto con Bravo para dar los tiros de gracia, según le contaron los sobrevivientes a Paco Urondo, que en base a sus relatos publicó La Patria fusilada. Treinta y cinco años después, citado a indagatoria, Sosa declaró que mientras inspeccionaba los calabozos recibió “una patada de karate” que lo dejó conmocionado y cuando intentó reincorporarse “ya habían empezado a tirar las ametralladoras PAM”. Dijo que alcanzó a ver “cuatro bocas de fuego desde tres metros” e identificó a tres de los fusiladores: Bravo, Del Real y Marandino. El suboficial Marandino, a su turno, declaró que esa noche estaba de guardia hasta que le ordenaron abrir las puertas de los calabozos y retirarse. El capitán Paccagnini era entonces el jefe de la base Zar, superior inmediato de los fusiladores. El capitán Bautista fue el responsable del sumario interno que respaldó la versión del intento de fuga, por lo que será juzgado por encubrimiento. Marandino dijo que le ordenaron mentir para respaldar la historia oficial.

El segundo gran ausente del juicio será el contraalmirante retirado Horacio Mayorga, entonces comandante de la Aviación Naval. Mayorga fue quien ordenó trasladar a los guerrilleros capturados a la base Zar y no al penal de Rawson como había prometido la Armada y quien llegó a reivindicar la masacre ante su tropa. “La Armada no asesina. No lo hizo, no lo hará nunca. Se hizo lo que se tenía que hacer. No hay que disculparse porque no hay culpa”, dijo. El viejo marino, golpista ya en 1955, célebre apologista de la dictadura, fue procesado como cómplice necesario pero quedó fuera del juicio gracias a sus problemas de salud.

Las actividades previas a la audiencia inicial, bajo el lema “Los juicios son ahora”, comenzaron ayer con una conferencia de prensa de organismos de derechos humanos y familiares de las víctimas, y con un taller de capacitación para periodistas organizado por el programa Memoria en Movimiento, de la Jefatura de Gabinete del gobierno nacional. Hoy a la tarde se realizará un homenaje a las víctimas y luego al fallecido ex secretario de Derechos Humanos Eduardo Luis Duhalde, abogado de presos políticos al tiempo de la masacre, con la inauguración de un acceso al Centro Cultural por la Memoria que funciona en el ex Aeropuerto Viejo de Trelew, donde se entregaron los presos políticos fugados de la cárcel de Rawson que una semana después serían fusilados.

El tribunal que tendrá la responsabilidad histórica de juzgar la Masacre de Trelew está integrado por los jueces Enrique Guanziroli, Pedro De Diego y Nora María Cabrera de Monella, que escucharán a unos setenta testigos. En representación del Ministerio Público actuarán los fiscales Horacio Arranz y Fernando Gelvez. Los familiares de las víctimas serán representados por Eduardo Hualpa y abogados del CELS. El juicio será transmitido en pantalla gigante en la plaza central de Rawson, podrá verse a través del Canal 7 de Chubut y desde el sitio www.memoriaenmovimiento.gov.ar


COMIENZA EL JUICIO A LOS FUSILADORES DE DIECISEIS PRESOS POLITICOS
Un día histórico en Trelew
Luego de cuarenta años, hoy se inicia el proceso contra los cinco represores, que se encuentran en libertad. Ayer, familiares de las víctimas y militantes de organizaciones políticas y de derechos humanos recorrieron la base Almirante Zar.

  Por Alejandra Dandan
Casi cuarenta años después, los fusiladores de los dieciséis presos políticos asesinados el 22 de agosto de 1972 en la base naval Almirante Zar de Trelew comenzarán a ser juzgados a partir de hoy por esos crímenes. Las mujeres, hijos y hermanos de aquellos militantes llegaron a la provincia de Chubut para participar del proceso y como en una especie de inicio ritual ayer recorrieron el mismo camino que ellos hicieron en esos días. “Abrazados, unidos, muy juntos”, como dijeron salieron desde la cárcel de Rawson, pasaron por el aeropuerto y luego entraron en la Base Naval. “Es muy emocionante esto porque para no-sotros no pasaron cuarenta años”, dice Alicia de Bonet, la mujer de Rubén Bonet, dirigente del ERP, uno de los fusilados. “En lo que vivimos no hay rupturas de tiempo, ni distancia. Hay continuidad, porque nunca bajamos los brazos en la lucha por la justicia, es la continuidad que se interrumpirá cuando logremos empezar a ver la salida del túnel, cuando comience este juicio.”
Durante el fin de semana fueron llegando hasta la ciudad familiares, organismos de derechos humanos y organizaciones políticas. Llegó Raquel Camps, la hija de Adrián Camps; también Luis Lea Laplace, hermano de Clarisa; Guido Quieto, hijo de Roberto, e Hilda de Toschi, esposa de Humberto. Llegaron también madres de Línea Fundadora, Familiares de Detenidos Desaparecidos e Hijos, representantes de La Cámpora y del Movimiento Evita. A ellos se sumó el subsecretario de Derechos Humanos, Luis Alén, y Marcelo Duhalde, que encabezaron un homenaje a Eduardo Luis Duhalde –el fallecido ex secretario de Derechos Humanos–, uno de los abogados que llevaron adelante las tensas negociaciones por la liberación de los presos y las del primer grupo que logró aterrizar en Chile. Uno de los que estaban en el vuelo de los que sobrevivieron a la fuga de la cárcel fue Fernando Vaca Narvaja, ex dirigente de Montoneros que también está en Rawson. “Pasaron casi cuarenta años y quizá sea un poco tarde, pero el juicio es muy importante”, dijo ayer. “Después del fracaso de la segunda fuga, cuando diecinueve compañeros quedaron retenidos en la base Almirante Zar, Pedro Bonet y Mariano Pujadas pudieron hablar con algunos periodistas y advirtieron que pedían garantías a la Justicia para que no se repitiera lo que había pasado con los obreros de la Patagonia Rebelde”, recordó.


Esa será una de las reconstrucciones que empezarán a escucharse en el juicio a los cinco marinos encargados del fusilamiento: son los capitanes de fragata Luis Sosa y Emilio del Real; los capitanes de navío Rubén Paccagnini y Jorge Bautista y el cabo Carlos Marandino. Sosa era segundo jefe del Batallón de Infantería Marina de la base, la persona que dio su “palabra de honor” en el aeropuerto y prometió que los presos iban a ser devueltos a la cárcel de Rawson y una de las personas que en la madrugada del 22 de agosto recorrieron el pasillo de las celdas dando los tiros de gracia. Del Real y Morandino son dos de los fusiladores. Paccagnini era el responsable de la base y jefe directo de ellos. Y Bautista hizo el sumario que respaldó la versión del intento de fuga. No son todos los responsables. Guillermo Roberto Bravo es uno de los fusiladores que siguen en libertad en Estados Unidos porque un juez de Florida no aceptó la extradición al considerar que era una causa “política”. Y Horacio Mayorga, que fue quien ordenó el traslado del aeropuerto a la base Almirante Zar, no será juzgado porque está con un cuadro de ACV.

Alicia ahora repite los nombres de quienes sí serán juzgados, uno por uno. Todavía no puede creerlo: el sábado, durante una conferencia de prensa, se enteró de que ninguno de los cinco acusados llegará al juicio detenido. “Para nosotros fue una desagradable y terrible sorpresa –dijo–: cuando nos enteramos nos cayó como una paliza, quedamos todos sin palabras, ahora ellos deberán presentarse personalmente y sólo si no se presentan la Justicia los debe ir a buscar.”

El juicio, que se extenderá durante tres meses, tendrá audiencias todos los días de esta semana. Se hará en el Teatro José Hernández de Rawson. Estará a cargo del Tribunal Federal de Comodoro Rivadavia, integrado por Enrique Guanziroli, Pedro de Diego y Nora Monella. Los fiscales son Horacio Arranz y Fernando Gelvez.


MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA
La Justicia rechazó el pedido de detención de los fusiladores de Trelew
El juez Enrique Guanziroli sostuvo que la Fiscalía no acompañó elementos nuevos para variar el criterio adoptado hasta ahora y rechazó lo solicitado por el ministerio público y las querellas, quienes habían pedido la detención de cuatro de los cinco exmilitares acusados del asesinato -y el encubrimiento- de dieciséis presos políticos, el 22 de agosto de 1972 en la base naval Almirante Zar.

En caso de que el tribunal hubiera aceptado lo reclamado por la Fiscalía, el CELS, el abogado Eduardo Hualpa y la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Chubut, los capitanes Luis Sosa, Emilio Del Real y Rubén Paccagnini y el cabo Carlos Marandino hubieran quedado detenidos, al menos, hasta la sentencia.

El 15 de agosto de 1972 --durante la presidencia de facto del general Alejandro Agustín Lanusse--, 25 presos de distintas organizaciones armadas se fugaron de la cárcel de Rawson con el objetivo de huir a Chile. Sólo seis de ellos lograron escapar en avión, mientras el resto se entregó en el aeropuerto de Trelew.

Los recapturados fueron trasladados a la Base Aeronaval Almirante Zar, ubicada justo enfrente del aeropuerto civil, por Sosa, entonces segundo jefe del Batallón de Infantería Marina de la base, y en la madrugada del 22 de agosto fueron fusilados. Tres de ellos lograron sobrevivir y su testimonio quedó registrado en el libro La Patria Fusilada de Paco Urondo. Luego serían desaparecidos durante la última dictadura militar.

En esta juicio eludieron el banquillo de los acusados el almirante Horacio Mayorga, ya que el Cuerpo de Medicina Forense consideró que por razones de salud mental no esta condiciones de defenderse en juicio, y el capitán Roberto Bravo, cuya extradición fue negada por Estados Unidos, país donde reside.

Lo hicieron pasar por un escape que no fue. Fue una masacre. La masacre de Trelew, ocurrida el 22 de agosto de 1972 en la base aeronaval Almirante Zar. En esa madrugada, los 19 militantes del ERP, de las FAR y de Montoneros que se habían fugado de la cárcel de Rawson –y recapturados en el aeropuerto de Trelew– fueron fusilados bajo fuego de metralla. Los marinos los habían sacado de las celdas, los hicieron alinear y les dispararon. Tres fusilados sobrevivieron: René Haidar, Alberto Camps y María Antonia Berger. Ellos refutaron la versión oficial, que hablaba de un intento de fuga, y lograron identificar a los asesinos que mañana, 40 años después, empezarán a ser juzgados.
Son seis los imputados: Jorge Enrique Bautista, Emilio Jorge Del Real, Carlos Amadeo Marandino, Horacio Alberto Mayorga, Rubén Norberto Paccagnini y Luis Emilio Sosa. Sosa fue detenido en 2008 en Buenos Aires. Su paradero y su cara habían sido un secreto durante años. El ex cabo Marandino se había exiliado en EE.UU. Lo detuvieron en Ezeiza el mismo año, al regresar el país. Bravo, el encargado de darles el tiro de gracia a los detenidos, no estará en el juicio. El ex marino también fue ubicado viviendo en Estados Unidos en 2009, por Página/12. Fue detenido en febrero de 2010. Salió bajo fianza, pero la justicia de Miami negó la extradición.
LOS ACUSADOS

El juicio oral empieza mañana a las 13 en el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Comodoro Rivadavia, constituido en Rawson. Se buscará justicia por los crímenes de Rubén Pedro Bonet, Jorge Alejandro Ulla, Humberto Segundo Suárez, José Ricardo Mena, Humberto Adrián Toschi, Miguel Ángel Polti, Mario Emilio Delfino, Alberto Carlos Del Rey, Eduardo Campello, Clarisa Rosa Lea Place, Ana María Villarreal de Santucho, Carlos Heriberto Astudillo, Alfredo Elías Kohon, María Angélica Sabelli, Mariano Pujadas y Susana Lesgart.
Martín Rico será uno de los abogados querellantes en el juicio. En su caso, por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. “Se determinarán las responsabilidades penales que le corresponderán a oficiales y suboficiales de la Armada. Cobardemente abrieron fuego de ametralladora contra ciudadanos indefensos que estaban detenidos por una orden extraña de un juez sin jurisdicción”, explicó a Miradas al Sur. Y agregó: “Lo importante que demostrara esta causa es que el plan sistemático ya se había puesto en práctica desde aquel año. En Trelew empezó a usarse una forma genocida y criminal de someter y disciplinar al pueblo argentino.”
En este punto coincide la directora Mariana Arruti, que estrenó en 2004 el documental Trelew. “La concreción de un juicio por la Masacre de Trelew puede ayudar a instalar y reforzar un debate en torno a algunos sentidos que se han venido dibujando en este tiempo. Se trata de un juicio emblemático, por el momento en que suceden los hechos que se juzgan. En ese sentido, creo que abre la posibilidad de comprender, en un espacio de intercambio colectivo, cómo la estructura represiva del Estado se fue diseñando mucho antes del 24 de marzo de 1976”, dice a Miradas al Sur. “Trelew nos permite entender además como esa política represiva del Estado se fue profundizando a la par del crecimiento de la lucha social, de la participación gremial y de la radicalización de amplios sectores de la sociedad en los años ‘60 y ‘70, que a la vez se puso en acto en respuesta a la opresión política, social y económica de aquel período. Ojalá el juicio nos de esa chance también.”

Arruti será testigo en el juicio. El documental que dirigió aportó información nueva sobre el caso. “Colaboró en la reapertura de un debate sobre un hecho que había permanecido silenciado. Cuando rodamos en 2001 sentíamos necesario exponer de modo testimonial las pruebas de que aquello había sido una masacre y no un intento de fuga, como lo presentó la Marina. Pudimos ofrecer testimonios importantes. No fue nada fácil en aquel momento, y hoy, muchos de quienes entrevistamos para la película serán testigos en el juicio.”.

El juicio por la Masacre de Trelew avanza “a buen ritmo”, señalaron los querellantes de la causa, al concluir la primera semana de debate en Rawson, Chubut. “Lo que más nos interesa es la sentencia definitiva, que establezca las responsabilidades penales”, dijo el abogado Eduardo Hualpa, que representa a parte de los familiares de los 19 fusilados el 22 de agosto de 1972 en la base Almirante Zar de la Armada en Trelew. Su colega Carolina Varsky, querellante por el Cels, subrayó que “lo más importante es que finalmente comenzó el juicio y llegar a una sentencia pronto, ojalá para nosotros, condenatoria”.
Esta semana se completó la lectura de las declaraciones indagatorias que los imputados ya habían dado durante la instrucción. Desde mañana se estará en condiciones de empezar con las audiencias testimoniales: la siguiente audiencia se realizará el jueves. Los jueces buscan que se revise el número de testigos convocados, a fin de acelerar el avance de la causa, criterio que compartieron las querellas. “Son cerca de 80 testigos. La idea es poder trabajar con las otras dos querellas” y desistir de la presentación de aquellos que no supongan un aporte significativo a la prueba, dijo Varsky. En cuanto a la pena que solicitarán para los autores de los delitos investigados, la abogada del Cels anticipó que “corresponde prisión perpetua, en tanto son 16 homicidios y tres tentativas”. Esta es la pena pretendida respecto de los oficiales Luis Sosa, Emilio Del Real, Rubén Paccagnini y el suboficial Carlos Morandino, todos de la Armada. En cambio, pedirán una punición menor para el oficial Jorge Bautista, el instructor nombrado por la cúpula naval de la época, acusado de encubrir el fusilamiento de 19 prisioneros políticos, 16 de los cuales murieron en la madrugada de aquel 22 de agosto, hace 40 años.



30/04/73 Muere en un ataque del ERP 22 de Agosto, el Contraalmirante Hermes Quijada.
30/04/73 En el ataque a Hermes Quijada muere Víctor Fernández Palmeiro, “el Gallego”.
11/09/73 En el golpe militar contra el gobierno de la Unidad Popular en Santiago de Chile, mueren el Presidente Salvador Allende y Arsenio Poupin, quienes acompañaron y apoyaron permanentemente a los presos fugados a Chile hasta que lograron salir para Cuba..
21/11/73 Atentado con explosivos contra el abogado Hipólito Solari Yrigoyen, abogado de los presos políticos
28/04/74 Muere en un ataque del ERP 22 de Agosto, el Juez Jorge Quiroga, Juez que se hizo cargo de la causa por la fuga del Penal, que interrogó a los posteriormente fusilados hasta la misma madrugada del 22 de agosto de 1972.
31/07/74 Es asesinado por la Triple A, el abogado Rodolfo Ortega Peña
01/04/75 Secuestro y desaparición de Francisco René Santucho, hermano de R.M. Santucho.
15/04/75 Segundo atentado con explosivos contra el abogado Hipólito Solari Yrigoyen
14/8/75 Asesinato de José María Pujadas, Josefa Badell de Pujadas, José María Pujadas (hijo) y María José Pujadas, padres y hermanos de Mariano Pujadas. Sus cuerpos son volados con explosivos.
21/08/75 Es detenido y asesinado por la Policía de Córdoba Marcos Osatinsky,. Su féretro es dinamitado en Barranca Yaco.
09/10/75 En Tucumán en un enfrentamiento con el Ejército muere Oscar Asdrúbal Santucho, hermano de R.M. Santucho.
05/11/75 En la clandestinidad muere Agustín Tosco.
03/12/75 Es asesinado Arturo E. Lea Place, padre de Clarisa Lea Place al intentar huir tras ser dinamitado su domicilio.
19/12/75 Asesinato de María del Valle Santucho, sobrina de R.M.Santucho.
28/12/75 Secuestro de Roberto Quieto, uno de los evadidos del Penal de Rawson .
10/03/76 Secuestro y muerte de Hugo Vaca Narvaja, padre de Fernando Vaca Narvaja.
26/03/76 Asesinato en Córdoba de Mario Osatinsky, 18 años, hijo de Marcos Osatinsky.
25/04/76 Secuestro y desaparición de Rogelio Aníbal Lesgart, hermano de Susana Lesgart.
27/04/76 Secuestro y desaparición de María Amelia Lesgart, hermana de Susana Lesgart.
00/05/76 Secuestro y desaparición de Mercedes Santucho, sobrina de R.M.Santucho.
/ / Secuestro y desaparición de Carlos Hiber Santucho, hermano de R.M.Santucho, torturado hasta la muerte en Automotores Orletti.
20/06/76 Secuestro de Carlos A. Quieto, hermano de Roberto Quieto..
11/05/76 Secuestro de Mario Hernández, . abogado defensor de presos políticos.
11/05/76 Secuestro de Roberto Sinigaglia, abogado defensor de presos políticos.
27/05/76 Secuestro y desaparición de Raimundo Gleyzer, realizador del primer film sobre la masacre: Ni olvido ni perdón.
17/06/76 En un enfrentamiento con el Ejército muere en Mendoza, Francisco Urondo, poeta y periodista, autor de “La Patria Fusilada
01/07/76 Secuestro y desaparición de José Osatinsky, 15 años, hijo de Marcos Osatinsky.
13/07/76 Secuestro y desaparición de Cristina Navajas de Santucho, cuñada de R.M. Santucho.
14/07/76 Secuestro de Manuela Santucho, hermana de R.M. Santucho.
19/07/76 Muere en un enfrentamiento con el Ejército Roberto Mario Santucho
19/07/76 Secuestro de Domingo Menna
19/07/76 Secuestro y desaparición de Liliana Delfino, hermana de Mario Delfino.
10/08/76 Muere en un enfrentamiento con la Policía Carlos Goldemberg.
12/08/76 Asesinato de Miguel Vaca Narvaja, hermano de Fernando Vaca Narvaja, en la Penintenciaría de Córdoba.
19/10/76 Muere a raíz de las torturas recibidas durante su detención, Mario Abel Amaya, abogado de presos políticos de Trelew.
05/11/76 Secuestro y desaparición de Elvio Angel Bel.
03/12/76 Secuestro y desaparición de Rubén H. Santucho
03/12/76 Secuestro y desaparición de Mónica Graciela Santucho.
27/02/77 Secuestro de Mirta y Adriana Haidar, hermanas de Ricardo Haidar.
12/05/77 Secuestro de Jorge Antonio Capello, hermano de Eduardo Capello
16/08/77 Secuestro de Alberto Miguel Camps, sobreviviente de la masacre de Trelew
00/10/79 Secuestro y desaparición de Ana Wiesen
16/10/79 Secuestro de María Antonia Berger, sobreviviente de la masacre de Trelew.
21/09/79 Secuestro de Adriana Lesgart, hermana de Susana Lesgart.
18/12/82 Secuestro de Ricardo René Haidar, sobreviviente de la masacre de Trelew.



El tribunal que juzga los fusilamientos de Trelew, recorrio con uno de los acusados la Base Almirante Zar, donde se produjeron los asesinatos.
El acusado Jorge Bautista, quien estuvo a cargo del registro castrense de lo ocurrido en la Base Almirante Zar, detalló cómo encontró la escena del crimen el 22 de agosto de 1972, dónde estaban los cuerpos, la sangre y las marcas de “rasguños” en las celdas.

“Puede ser que éste sea el pasillo, pero no lo recuerdo... ¿Y esta puerta da a la Plaza de Armas? Ni idea.” Ciegos parecieron los primeros pasos que el militar retirado Jorge Bautista, acusado de encubrimiento en el juicio por la Masacre de Trelew, dio ayer en el recorrido al edificio central de la Base Almirante Zar, escenario de los fusilamientos cometidos el 22 de agosto de 1972, ordenado por el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia. Parecieron, pero no lo fueron. Porque quien estuvo a cargo del registro castrense de lo ocurrido en las celdas de la base el 22 de agosto de 1972 relató casi de memoria cómo estaban distribuidos los 19 presos políticos en ocho celdas, hasta allí trasladados por militares luego de su intento de fuga del penal de Rawson, y reveló que no todas las víctimas fatales de la masacre fallecieron en el momento. Ese dato, particularmente, fue considerado por la querella de los familiares de las víctimas como el más importante de la jornada: “Indica que a algunas víctimas las dejaron morir”, definió la abogada del CELS Carolina Varsky. Sentado en uno de los bancos que adornan austeramente el hall de entrada del edificio central del predio que la fuerza aeronaval controla, a quince minutos de la ciudad de Trelew, rígidamente serio, apoyaba sus manos en el bastón del que se vale para caminar y fijaba su mirada en el afuera.

La batahola que armó la comitiva judicial –su abogado defensor, los de las querellas de los familiares de las víctimas y de la Secretaría de Derechos Humanos, los fiscales y los jueces– lo despertó del letargo. Se sumó al tumulto que emprendió el reconocimiento del lugar y, sin mediar pedido del tribunal o preguntas de las partes, comenzó a describir cómo había sido 40 años atrás, cuando hizo la “investigación” militar del hecho, por la que está acusado de encubrir la masacre.

“Las celdas se enfrentaban a lo largo y el pasillo corredor desembocaba en una sala que era bastante más grande de lo que es ahora”, repitió el balbuceo el único acusado que participó del reconocimiento, ya anoticiado de que su avejentada humanidad era el punto de mayor atención del recorrido. De cerca lo seguía su abogado, Gerardo Ibáñez.

El recorrido por el edificio comenzó cuando el secretario judicial abrió una de las tantas fojas del expediente de la causa en la que figura un plano del lugar. Un primer pasillo que se abre a la izquierda del hall central, ese con el que Bautista jugó a confundirse durante los primeros momentos, condujo a la comitiva al espacio en donde se ubicaban las celdas que albergaron los últimos días de los 16 presos políticos fusilados. “Esta puerta no estaba, no existía”, balbuceó Bautista mientras los magistrados intentaban sin éxito localizar esa abertura en el mapa del expediente. Hoy, esa puerta es la frontera entre dos ambientes que, aquel 22 de agosto de 1972, fueron uno dividido en varios mínimos. Con los años el sitio fue convertido en un centro cultural para la memoria y, por ende, modificado. Los ladrillos que subdividían la sala en celdas hoy no existen y, en su lugar, una serie de cintas azules pegadas en el piso dibujan la disposición de los cubículos y le dan existencia al corredor en el que cayeron los muertos. Pegados en las paredes perimetrales con cinta de papel, los nombres de los presos obliga a quien camine por allí a sentir la presencia de sus cuerpos desangrados o desangrándose en el suelo.

Bautista accedió a contestar preguntas, aunque siempre bajo el paraguas de que su memoria “no es del todo confiable”. Recitó, cual formación de un equipo de fútbol, la distribución de los presos políticos fugados de Rawson en las celdas de la base: “La primera celda del ala izquierda, como se le llamó en el sumario, estaba vacía. En la segunda estaba (Mariano) Pujadas –las cintas pegadas en la puerta de esa celda, que todavía existe, ubican allí también a Carlos Astudillo y Eduardo Capello–. En la tercera creo que estaba (José) Mena –tampoco se equivocó, los nombres en la pared completan el cubículo con Jorge Ulla y Humberto Suárez–. Al lado estaban las chicas María Antonia (Berger), Ana María (Villarreal de Santucho) y (María Angélica) Sabelli. Al lado, (Humberto) Toschi y (Rubén) Bonet; y al lado (Miguel) Polti y (Alberto) Del Rey. A la derecha, frente a las chicas de la izquierda estaban las otras chicas, (Clarisa) Lea Place y (Susana) Lesgart, luego venía la celda de (Alfredo) Kohon y (Ricardo) Haidar y después (Alberto) Camps y (Mario) Delfino”.

Sin embargo, no fue tan puntilloso a la hora de justificar tales conocimientos. Es que el hombre había viajado a la base desde Buenos Aires específicamente para realizar la “investigación militar” de lo ocurrido. “Lo sé porque investigué. Tenía que entender quiénes eran y dónde estaban encerradas las personas cuyos nombres me llegaban de enfermería en una tarjeta que sólo decía cuántas balas se les había sacado del cuerpo”, apuntó.

Lo que supo no bien llegó fue el estado de la escena del fusilamiento, algo que, en partes, se prestó a reconstruir ayer. Así, Bautista confirmó que cuando llegó encontró proyectiles en el piso del pasillo, marcas de balas en las paredes y en las puertas de algunas celdas –“rasguños”– y manchas de sangre, además de los cuerpos, claro, de los 16 muertos.

–¿Había sangre en los calabozos? –inquirió Guanziroli.

–Había rastros de algunas personas que habían reptado hacia las celdas, pero dentro de los calabozos propiamente dichos no había nada. A la entrada del pasillo de las celdas, en el hall en el que de-sembocaba ese pasillo, había más densidad de gente.

–¿De cadáveres?

–Cadáveres, sí. Había más cadáveres que en el fondo. Indudablemente los cadáveres los tenían que dejar para que los viera el juez. Los heridos, que los habían sacado de acá, acá y acá (señaló en donde estarían ubicadas las celdas de Berger, Camps y Haidar) y creo que había uno más...

–¿Cómo uno más?

–Sí, a mí de la enfermería me dijeron: Bonet acaba de morir.

Para la querella de los familiares, ése fue uno de los datos más importantes de lo comentado por Bautista ayer, ya que “indica que las víctimas fatales en un inicio fueron menos de los 16 que finalmente murieron y que a los que estaban heridos en un comienzo los dejaron morir”, apuntó Varsky. Para la fiscalía, el recorrido por la base, acompañado de la narración en vivo y en directo de uno de los acusados, “aportó mucho ya que gran parte de su relato coincide con lo versado en la causa por el perito oficial que revisó el espacio en cuanto a la distribución de los calabozos y sus dimensiones”, detalló el fiscal que actuó en la instrucción de la investigación, Fernando Gelvez. El TOF, finalmente, decidió que Bautista amplíe su relato en la próxima audiencia del juicio, que será el jueves de la semana que viene.



Familiares de los presos políticos fusilados en Trelew en 1972 participaron este domingo en la base Almirante Zar, junto a funcionarios gubernamentales y dirigentes de organismos de derechos humanos, de un homenaje a los 16 militantes asesinados durante la dictadura de Agustín Lanusse.

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Entre los familiares que acudieron a la base Almirante Zar, y que presenciarán este lunes el inicio del juicio contra los acusados por esos crímenes, se encontraban Raquel Camps, hija de Adrián Camps; Guido Quieto, hijo de Roberto Quieto y Alicia Bonet, esposa de Rubén Pedro Bonet.

También asistieron Hilda Toschi, esposa de Humberto Toschi; Luisa kohon, hermana de Alfredo Elías kohon; Adriana Del Rey, esposa Alberto Carlos Del Rey y Luis Lea Place, hermano de Clarisa Lea Place y uno de los ex presos del penal de Rawson que no se fugaron, igual que Celedonio Carrizo y Rubén Suárez, entre otros que estuvieron presentes.

Del homenaje participaron Jorge Lewinger, quien integró el grupo de apoyo externo a la fuga, y Fernando Vaca Narvaja, el único sobreviviente entre todos 19 prisioneros que lograron fugarse de la carcel de Rawson y que fue parte del reducido grupo que escapó en un avión rumbo a Chile.

Se encontraban además los subsecretarios nacionales de Derechos Humanos, Luis Alén, y de Reforma Institucional y Fortalecimiento de la Democracia, Franco Vitali; el ministro de Gobierno y Justicia de Chubut, Javier Touriñán, y Marcelo Duhalde, hermano del fallecido secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde.

Tanto en el acto en la base Zar, escenario de los fusilamientos del 22 de agosto de 1972, como en un acto posterior en el viejo aeropuerto de Trelew de homenaje Eduardo Luis Duhalde, el fallecido secretario de Derechos Humanos de la Nación, también participaron Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, Abuelas, Familiares de Detenidos Desaparecidos e Hijos.

A estas actividades de la víspera del comienzo del juicio oral y público a los resposables de la Masacre de Trelew, que se desarrollará desde este lunes a las 10 en Rawson, la capital de Chubut, se sumaron activistas de agrupaciones como La Cámpora, el Movimiento Evita, Martín Fierro, Nuevo Encuentro y de organizaciones sindicales, en su mayoría jóvenes.

En los dos actos hablaron familiares, pobladores de Trelew y otras localidades de Chubut que fueron parte del movimiento solidario con los presos políticos a comienzos de los 70 y funcionarios de los gobiernos nacional, provincial y municipal.

Alcia Bonet, que inició juicio a la Armada a la semana siguiente de los fusilamientos, recordó que entonces obtuvo la autopsia que probó el tiro de gracia calibre 45 disparado en la cebza de su esposo, Pedro Bonet, cuando estaba en la enfermería varias horas después de la masacre.

Un total de 19 prisioneros recapturados fueron fusilados alrededor de las 3.30 de la madrugada del 22 de agosto y muchos de ellos recibieron además un disparo de gracia, en el caso de Bonet cerca de las 12.55, cuando fue rematado.

Aún con el tiro de gracia sobrevivieron Alberto Miguel Camps, María Antonia Berger y Ricardo René Haidar -asesinados en hechos posteriores-, pese a que los dejaron desangrar sin atención médica hasta entrada la mañana, cuando otro personal de la Armada los trasladó a Bahía Blanca.

Bonet recordó que los tres declararon "exactamente lo mismo ante el tribunal que los interrogó en la cárcel de Devoto, en octubre de 1972, sobre lo ocurrido en la madrugada de la masacre".

"Estos fusilamientos son un claro precedente del terrorismo de Estado que luego aplicó la última dictadura", añadió Bonet. Subrayó además que organizaron y participaron de la fuga militantes de las organizaciones guerrilleras Far, Montoneros y ERP, que "se unieron y decidieron hacerlo juntos, más allá de las diferencias".

Bonet contó además que solicitó a "todos los presidentes contitucionales" la reapertura de la causa de la Masacre de Trelew pero sólo obtuvo respuesta del ex presidente Néstor Kirchner en el 2005, cuando le aseguró a ella y a la madre de Eduardo Campello: "Haré todo lo que esté a mi alcance para que se concrete".

En otro tramo de su discurso, Bonet reivindicó la figura de Eduardo Luis Duhalde, de quien dijo que, "en todo momento, actuó para que se haga justicia", tanto en entonces, junto a Rodolfo Ortega Peña y otros abogados, como desde la Secretaría de Derechos Humanos.

En la base Zar hablaron además Hilda de Toschi, que reivindicó la "actitud solidaria del pueblo de Trelew en el 72 y ahora", y Raquel Camps, quien remarcó que "en el juicio nos van a tener que ver la cara", en alusión a los asesinos.

También hablaron otros familiares de los asesinados, como Luisa Cohon, y dirigentes de organismo de derechos humanos, entre los cuales Lita Boitano (Familiares de Detenidos y desaparecidos) y Tati Almeida (de Madres-Linea Funadora).

Entre tantos relatos, provocó estremecimiento el de Miguel Marileo, empleado de una funeraria cuando los fusilamientos, que esa madrugada fue llevado por marinos a la base Almirante Zar para poner en cajones los cuerpos de los militantes asesinados.

Marileo, ahora testigo en la causa, recordó sollozando cómo en aquel momento lo amenzaron para que guradara silencio: "Vos no podés hablar, tenés una familia y un chico de dos años", contó que le dijeron para intimidarlo, y añadió: "Ojalá que a estos hijos de perra les den el castigo que se merecen".


MIGUEL MARILEO, EL FUNEBRERO QUE PREPARO LOS CADAVERES DE LOS FUSILADOS EN TRELEW //“Los habían rematado sin más”
Puso los cuerpos de los dieciséis jóvenes en los cajones y selló los féretros. “Vi que Pujadas era quien había recibido más balazos. Vi que la mujer de Santucho tenía tres tiros en la panza, donde cargaba un bebé”, relata.

Son tres las imágenes que Miguel Marileo no puede borrar de su memoria. Tres escenas que lo acompañan desde sus años de empleado multiuso en la única funeraria de Trelew, hace más de 40 años: Un pequeño y humilde rancho en las afueras de la ciudad que se convirtió en el hogar huérfano de una “jovencita sola”, los restos calcinados de 25 bomberos que quedaron atrapados en un incendio en Puerto Madryn y los cuerpos acribillados de las víctimas de la masacre de Trelew. A pesar de que la mantuvo escondida bajo otros recuerdos durante décadas, Miguel retornó a esa última historia con la facilidad de quien memoriza un cuento: “Los habían dejado en el suelo, en dos hileras. Cada uno tenía al costado de su cabeza una bolsita con las balas que los habían matado. Fue una barbaridad”, desgranó en detalles junto con Página/12 y reconstruyó su versión de la historia.

Los tac-tac-tac de alguien que golpeó la persiana de su cuarto lo despertaron el 22 de agosto, diez minutos antes de la medianoche, y la escena funciona muy bien como punta del ovillo que Marileo comienza a desenmarañar. Entre la oscuridad del cuarto que daba a la vereda de una calle residencial de Trelew y el sueño de un día perturbador, Miguel se incorporó en el borde de su cama, abrió la ventana del lado de adentro y pispió entre las rendijas de los postigos. Uniforme. Camión verde oliva. “Milicos”, susurró. “¿Sí?”, alzó la voz.

–¿Miguel Marileo?
–Sí
–Me va a tener que acompañar a la base.
–¿Pasó algo con los muchachos, Migue? ¿Qué hicieron? –le preguntó su mujer.
–Nada, no vi a los muchachos. Debe ser por los pibes.

Con el último zapato, el funebrero se calzó coraje. Dejó a su mujer desvelada y subió en el cajón del camión de Infantería de Marina que lo esperaba, motor en marcha, en la calle. Reconoció al dueño de la funeraria en el asiento del acompañante. Se acomodó entre colimbas. Sospechó del “capo” que estaba sentado en una de las esquinas del acoplado militar. “Muchas tiritas en el brazo del uniforme: milico de por vida. No como los colimbas, que están un año y pasan –definió–. Nunca me cayeron bien los verdes, yo tenía las mismas ideas que los chicos asesinados. Yo quería un país distinto.”

Nadie le explicó nada, siquiera su jefe, pero Miguel sabía cuál era la razón por la que lo habían arrancado de su rutina esa noche. Contaba con algunos indicios, claro. Las ansias del “soldadito” que, al oído, le consultó por la opinión de la gente del pueblo respecto de las muertes de la noche anterior habían funcionado de guiño. Las dos hileras de ataúdes abiertos y vacíos extendidas en la sala de entrada del edificio central de la Base Almirante Zar, y la valija con herramientas y la garrafa para soldar que su jefe bajó del camión que los introdujo en territorio aeronaval confirmaron sus certezas.

El preludio
A los 18 años –principios de los ’60–, Miguel comenzó a trabajar en la empresa funeraria de su padrino, “el señor Martello”. Siempre con un ojo puesto en la política, víctima asidua de las “corridas” con las que los militares desarmaban reuniones en aquellos tiempos, olió sangre en el traslado de los 19 presos políticos, el 15 de agosto de 1972, desde el Aeropuerto de Trelew, adonde habían llegado tras su fuga de la Unidad Penal 6 de Rawson, a la base Zar. “Los van a hacer pelota, les decía a mis compañeros de trabajo. Nadie me creyó”, rescató, desde el sillón de su casa actual, ubicada a vuelta de esquina de la que dejó aquella noche, casi 40 años atrás.

Tampoco se equivocó entonces. La “bola” de los 16 asesinatos –los de los militantes de Montoneros, ERP y FAR Carlos Astudillo, Rubén Bonet, Eduardo Capello, Mario Delfino, Alberto Del Rey, Alfredo Kohon, Clarisa Lea Place, Susana Lesgart, José Mena, Miguel Polti, Mariano Pujadas, María Angélica Sabelli, Ana María Villarreal de Santucho, Humberto Suárez, Humberto Toschi y Jorge Ulla– corrió rápido por ese pueblo chubutense. Tan rápido, que el jefe de Marileo supo, no bien comenzó aquel 22 de agosto laborable, que los marinos llegarían hasta la funeraria a comprar los féretros. “Aparecieron en el local cerca de las cuatro de la tarde. Pusieron un camión de culata, pidieron 16 cajones de madera y caja de metal interna, los cargaron, pagaron y se fueron”, detalló y repitió las palabras que su padrino le había confiado al final del día: “Nos van a venir a buscar, Miguel. Van a querer que hagamos el trabajo”.

El trabajo
Los cajones abiertos y vacíos los esperaban en la sala de recepción del edificio adonde Miguel y su jefe fueron conducidos por los colimbas que viajaron con ellos en el camión. “Suba, venga, baje y haga. Ahí sólo había órdenes para nosotros. Yo me quejaba un poco, pero mi jefe era una tumba”, recordó. Pasillo a la izquierda mediante, la antesala de las celdas donde habían estado encerrados los “fugados” de la U6 era el lugar donde exhibían sus cuerpos. Dos hileras de ocho cuerpos jóvenes, desnudos, ensangrentados y mutilados porque “en enfermería los habían abierto para sacarles las balas”. Al lado de cada cabeza, un paquetito transparente con el nombre del muerto y los proyectiles verdugos. En una esquina, los tres sobrevivientes –Alberto Camps, María Antonia Berger y Ricardo Haidar– esperaban “de-sangrándose” que los trasladaran a Puerto Belgrano.

Miguel se asomó a las celdas “chiquitas, el pasillo angosto, las ventanas enrejadas. ¿Quién se puede escapar de un lugar así? A estos pibes los fusilaron sin más”, consideró, como tomando coraje para volver al momento en que encajonó los restos de esos jóvenes y selló con estaño los féretros para siempre. El silencio permite reacomodar imágenes, recuperar sensaciones, reindignarse.

“La verdad... sentí una impotencia –retomó Marileo, que hoy pisa los 68 años y sería un coetáneo de las víctimas de la masacre–... Caminé entre todos. Los miré, los revisé. Vi que Pujadas era quien había recibido más balazos, porque estaba abierto de acá (se toca la garganta) hasta el ombligo y tenía como diez impactos. Vi que la mujer de Santucho tenía tres tiros en la panza donde cargaba un bebé. Estaría de cinco meses. Y con Sabelli me di cuenta de que los habían rematado sin más, indefensos. Una chica de pelo bien largo, me acuerdo. No tenía impactos en el cuerpo. No le veía orificios. Entonces le pasé la mano por detrás de la cabeza para levantarla y llevarla a su cajón. En la nuca tenía el hueco de la bala... Uno solo.”

Entre la una y las seis de la madrugada del 23 de agosto de 1972, entre el desorden de las órdenes contradictorias impartidas por uno y otro “señor de rango alto”, Miguel y su jefe sellaron cada cadáver en un féretro. Durante algunas horas fueron custodiados por conscriptos “aunque los capos andaban dando vueltas por ahí”. En la mitad de la noche, un “soldadito” se acercó a Miguel: “Mire jefe que nosotros no fuimos. ¿Sabe, no? Fue la patota de Sosa” (por el ex capitán Luis Emilio Sosa, uno de los acusados en el juicio). Luego del episodio, al chico “se lo llevaron a la rastra, quién sabe adónde y nos cuidaron los de uniforme con tiritas”, que incluso los invitaron con un café. Con el trabajo terminado y las herramientas recogidas, Miguel “quería desaparecer de ahí, nos iban a matar”. Su jefe, en cambio, no emitió palabra más que para pedirle que hiciera como él y se callara.

–Bueno, terminamos. Nos vamos.
–Sí, terminaron. Pero no se van. Por ahora, no se van.
Recién a las 18 los llevaron a la empresa, de regreso a Trelew.
30 años de silencio

“Agarré la valijita de las herramientas, el soldador y salté del camión. Desde arriba, el tipo que me custodió durante el viaje, capitán era, no sé, me selló la boca: ‘Vos de lo que viste, nada. Acordate que tenés un pibe de dos años, una familia. Cuidala’.” Marileo llegó a su casa, se dio un baño y le contó a su esposa qué había pasado. “Le prometí que no lo contaría nunca”, sostuvo frente a Página/12.

Durante algunas semanas, el teléfono de su casa no paró de sonar. La prensa de Buenos Aires, que había cubierto las horas posteriores al fusilamiento de los 16 militantes, estaba desesperada por hablar con el funebrero. El cajón en el que él guardó su historia se abrió mucho después: “No di una entrevista hasta 2003, cuando Mariana (Arruti, la directora del documental que reconstruye la historia de la masacre) me pidió que le contara. Y lo hice”. Luego prestó declaración en la causa que la semana pasada llegó a la instancia de juicio oral. Ahora, espera que “la Justicia alcance a los culpables”.



María Raquel Camps caminó la Unidad Penal Nº 6 y sintió el mismo frío que su madre Rosa Pargas describió en sus poemas escritos en esas celdas. Revivió el dolor de su padre, Alberto Camps, sobreviviente de la masacre de Trelew pero muerto luego en la dictadura.

Ayer, antes de desarrollarse el acto de homenaje en el gimnasio de la cárcel, María Raquel ingresó a las celdas, miró la foto de su padre, recorrió los pasillos y continuó buscando fragmentos de su propia historia.

"Es importantísimo esto que está ocurriendo después de 40 años. Pero no me causa ninguna felicidad, no voy a festejar, la masacre significó mucho dolor para nosotros porque después vinieron muchas cosas, mi papá fue asesinado el 16 de agosto del 77 y mi mamá secuestrada y desaparecida, creo que nos marcó muchísimo esto. Después de 40 años estamos acá, buscando que nos vean las caras", sostuvo.

Dijo que ver la cara de los acusados del intento de asesinato de su padre y de la muerte de 16 de sus compañeros le da "mucha impotencia, porque están inmutables, los veo viejos y mis viejos eran muy jóvenes cuando se fueron, pero el odio solamente arruina al que odia".

María Raquel nació en la clandestinidad. "La masacre de Trelew es una frase que me siguió durante mucho tiempo, porque aparte Trelew significa bastante por otra cosa, mis papás se conocieron en el penal de Rawson y de ahí nunca más se separaron y acá yo empecé a reconstruir mi historia".

Recordó que su padre "dejó mucho testimonio escrito y dicho. Eso es un tesoro para los hijos. Tener su palabra, su pensamiento".

Y concluyó: "A mí me tocó vivir otra historia. Yo trato a veces de renombrarme en esto y decir: bueno yo también soy una víctima del terrorismo de Estado. Yo también soy una sobreviviente de esto y soy una huérfana producida por el genocidio también". Pero "estos juicios implican un nunca más, no tengo dudas".

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“Al juicio de Trelew se llega por la lucha del pueblo y la política de los Kirchner” // El ex dirigente montonero repasó en una entrevista con el programa Mañana es Hoy de Radio Nacional el rol de la militancia y las similitudes con la década del setenta. Elogió la nacionalización de YPF y propone reestatizar los ferrocarriles.

A 40 años de la masacre de Trelew, durante la dictadura de Lanusse, ¿qué reflexión hace acerca del fuerte movimiento en el juicio?
–Imaginate, después de 40 años, ni soñaba que esto se podía llegar a dar. Es un hecho histórico, y como charlábamos con Taty Almeida en Trelew, se da por dos causas, dos pilares fundamentales: uno, la lucha del pueblo argentino a lo largo de muchos años donde en Argentina no se dio lo que se dio en Chile, con un dictador vitalicio, como senador, y tiene que ver con movilizaciones y lucha durante muchos años. Y otro elemento es que hay una política de Estado que desarrolló Néstor Kirchner y la continuó Cristina Fernández sobre el tema de Derechos Humanos, con esa consigna que repite siempre Taty, “Memoria, Verdad y Justicia, nunca por mano propia”. Y eso es lo fundamental. Después de 40 años, los compañeros, mi compañera Susana, la de la foto histórica, deben estar con una sonrisa. Deben estar más que conformes con lo que está pasando.
–Dice que hubo una política de Estado, y por primera vez escucho una reivindicación abierta al tema de Néstor Kirchner, y estas políticas. Yo le perdí el rastro por el 2005 o 2006. ¿Qué hizo todos estos años?
–Estuve trabajando hasta el 2003 en la gomería, casi ocho años. Después estuve gerenciando una empresa, una pyme familiar en crisis. Después me fui a Bariloche. En el ’91 vivimos un año con mi mujer en Bariloche. Un amigo–compañero puso una chocolatería en Colonia Suiza y ahí aterricé. Estuve casi un año, y me engancharon con el Proyecto de las Madres. Duré lo que salió el proyecto, porque me peleé con Schoklender, tengo el telegrama de despido de él y le puedo mostrar a mi nieto el telegrama de despido para que vea que su abuelo sí trabajó. Y acá en Río Negro, en la política estoy presidiendo el Tren Patagónico, que va por la línea Sur, y estamos haciendo un llamado a los ferroviarios del país, para que así como se pudo recuperar YPF, podamos recuperar el ferrocarril.
–¿Cómo le impactó la recuperación de YPF?
–Me parece que es fundamental. Está dentro de esto que decimos acerca de que se está recuperando el país, dentro de un proyecto totalmente estratégico, desandando toda una política neoliberal que se padeció durante mucho tiempo. Recuperar la soberanía energética, como la alimentaria, son aspectos trascendentes.  Respecto al tema del ferrocarril –de paso hago propaganda– me parece que es otro de los elementos, sobre todo en distancias tan grandes como tenemos en la Patagonia. Yo estoy en Río negro, y de Bariloche a Viedma hablamos de 900 kilómetros que hay que recorrer para ir de una punta a otra. El debate sobre YPF me parece trascendental, como la Ley de Medios, como las prepagas, las AFJP. Creo que están en esa línea.
–Me sorprende, pensé que se había alejado de los temas políticos. No sabía que estaba activando...
–Los muchachos de la juventud me decían –hubo muchos grupos juveniles en Trelew con el tema del juicio–, y charlamos bastante de los aspectos comunes y distintos que tenían nuestra generación y la de ellos. Les decía que siempre tengan en cuenta que nosotros no nos jubilamos, que siempre vamos a estar en acción. Uno no se retira de la política, somos animales políticos, nacimos políticamente a partir de los 15 años, y a los 64 seguimos en ese camino. El propio Néstor Kirchner es un ejemplo claro de esa generación.
–¿Le gusta el país como está?
–Por supuesto. Yo respaldo la política nacional que lleva adelante el gobierno, hemos logrado, después de 18 años, recuperar el peronismo en Río Negro, y estamos tratando de contribuir desde donde a uno le toca y en cada circunstancia histórica. Creo que las organizaciones tuvieron su etapa importante, que hicieron su aporte con errores y aciertos, y estoy convencido que se viene un momento fundacional y cada uno debe venir con un pan bajo el brazo, con algo construido. Esa es la tarea.
–¿Cómo ve a La Cámpora, se ve reflejado en algo de eso?

–Hablando de Trelew, igual que en el ’73, creo que generó una irrupción juvenil enorme. La muerte de Néstor Kirchner generó también un fenómeno en la juventud, de compromiso espectacular. Todos los vimos, todos nos emocionamos, a todos nos conmocionó. Y La Cámpora tiene los problemas que tuvimos nosotros en su momento: un crecimiento masivo y una estructura de cuadros que debe andar al galope detrás de miles y miles de pibes movilizados en todo el país. Tiene que plantearse una política de formación de cuadros, una de organización juvenil. No quiero dar consejos, pero creo que en esas explosiones masivas de jóvenes en la política tenemos una similitud, con un contexto totalmente distinto por suerte para estas nuevas generaciones.
–¿Escuchó el discurso de Cristina del jueves?
–Sobre todo el tema del debate con el sector gremial. Yo logré acá, en el gremio ferroviario –tanto de la Fraternidad como de la Unión Ferroviaria–, cerrar las paritarias en muy buenos términos, con muy buenos acuerdos, con un debate sobre participación en las ganancias, con debate sobre la necesidad de participación de un director obrero en la empresa, y con los dos gremios de acuerdo. Estamos armando una escuela ferroviaria en Jacobacci, una localidad bastante golpeada de la zona sur. Es decir: cuando uno puede discutir políticas con las estructuras intermedias de las organizaciones sindicales, puede lograr resultados en un proyecto de país.
–¿Qué le parece el liderazgo de Cristina? ¿Cómo la ve?
–Obviamente, creo que es una estadista con varios cuerpos de diferencia con los que la siguen de atrás. Basta ver la acción y el discurso. Son discursos con acción. No son discursos floridos. Creo que hay una dosis emocional muy alta por lo que ha vivido, el peronismo tiene esas cosas de momentos difíciles, y tal vez por eso todos los movimientos de masa siguen vigentes, por su historia, por lo emocional, por esa vocación hacia la política concreta.
–Cuando a ella le niegan que sea peronista, es un planteo que también a ustedes les hacían en la década del ’70, ¿no?
–A nosotros nos hacían análisis todos los días: cuántos glóbulos rojos o blancos teníamos. Si vamos a discutir sobre eso, me parece una tontería. Sí diría que la recuperación del rol del Estado y el debate con la políticas generadas por el neoliberalismo que hace el gobierno de Cristina, las respaldo totalmente, y participo de ese debate en cada lugar que me toca estar. Lo que no significa que uno no tenga planteos, diferencias, que no debata públicamente. Creo que el peronismo en eso es bastante rico, porque el que no debate está muerto. Además hay una relación que tiene este gobierno, que es tirar la política y someterla a la práctica. La práctica te la devuelve, y con un valor agregado. Y ser receptivo a ese valor agregado me parece fundamental porque es lo que enriquece la propuesta de la teoría. <







Masacre de Trelew: arranca el juicio por el fusilamiento de presos políticos en 1972
 El Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia juzgará a seis miembros de la Armada por el homicidio de 16 militantes que habían intentado fugarse del penal de Rawson. La lucha de los familiares y el compromiso de los abogados Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde.

        
Por:
Gerardo Aranguren

 A poco de cumplirse 40 años del fusilamiento de 16 presos políticos en lo que se conoció como la Masacre de Trelew, el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia dará comienzo hoy al juicio oral contra seis integrantes de la Armada por su participación en el homicidio agravado de los jóvenes militantes que habían intentado fugarse del penal de Rawson y la tentativa de asesinato de los tres sobrevivientes, Alberto Camps, Ricardo Haidar y María Antonia Berger.
A partir de las 10, en el teatro José Hernández de la ciudad de Rawson, los jueces Enrique Guanziroli, Pedro de Diego y Nora Monella iniciarán el histórico proceso en el que están imputados Rubén Paccagnini, Luis Sosa, Emilio Del Real, Carlos Marandino y Jorge Bautista. La causa es impulsada por la Secretaría de Derechos Humanos y el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). Dos de los acusados no estarán presentes: Alberto Mayorga, quien fue apartado por razones de salud, y Roberto Bravo, a quien Estados Unidos favoreció al negar la extradición a Argentina.
En la elevación a juicio, el juez de instrucción Hugo Sastre consideró probada la participación de los imputados en los fusilamientos. “El 22 de agosto de 1972, en la Base Aeronaval Almirante Zar de Trelew, aproximadamente a las 3:30, se apersonaron en el lugar un grupo de oficiales armados con pistolas reglamentarias calibre 11,25 y ametralladoras PAM. Luego de despertarlos, se los hizo formar fila en el pasillo; tras ello los oficiales, sin más, abrieron fuego con las ametralladoras PAM que portaban contra los jóvenes, alguno de los cuales cayeron abatidos por los disparos en el mismo pasillo, mientras que otros, instintivamente se arrojaron al interior de las distintas celdas más próximas donde se encontraban. Luego de las ráfagas ininterrumpidas de ametralladoras, siguieron disparos aislados que concretaron la muerte de algunos de los jóvenes que estaban heridos”, detalló el juez.
Alicia Bonet llegó desde Francia para participar como querellante y testigo del juicio que espera desde que en la mañana del 22 de agosto de 1972 escuchó en la radio las primeras noticias sobre la Masacre que la dictadura de Agustín Lanusse difundió como un enfrentamiento durante un nuevo intento de fuga. Su esposo Rubén Bonet, militante del PRT-ERP, fue una de las 16 víctimas fatales y ella es una de las pocas familiares que sobrevivieron a la represión de la Triple A y la última dictadura.
“Ese día me truncaron la vida. Se terminó una historia de repente, la historia del primer amor, del padre de mis hijos, también todo lo que él pensaba construir con su militancia. Pero eso que me pasó a mí le pasó a todos, hubo un antes y un después de Trelew, porque conmocionó profundamente a toda la generación de los años ’70. Nadie podía comprender que se hubiera hecho tal matanza y cantidad de jóvenes que no estaban tan interesados en política tomaron conciencia del horror de la dictadura”, subrayó  Bonet en diálogo con Tiempo Argentino. Hace apenas unas horas aterrizó en Buenos Aires procedente de París, la ciudad que, en 1977, la recibió como asilada política junto a sus hijos y su segundo esposo.
La denuncia original por la Masacre fue iniciada por Bonet a las pocas semanas de que ocurrieran los fusilamientos, en plena dictadura de Lanusse. Con el auspicio de los abogados Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, el ex secretario de Derechos Humanos fallecido un mes atrás, la viuda de Bonet denunció a la Armada Argentina por el asesinato de su esposo. “Era muy jugada pero no había una conciencia ni nos imaginábamos la crueldad de lo que nos esperaba en el país con los represores. Lo consideraba una necesidad porque pensaba que denunciar y que se supiera exactamente lo que pasó era impedir que volviera a haber masacres como Trelew”, analizó.
Su denuncia posibilitó en ese momento hacer la autopsia del cuerpo de Bonet por los médicos legistas y tomar testimonio a los tres sobrevivientes en la cárcel de Devoto, donde se recuperaban de las heridas de bala. “Los tres declararon y explicaron delante de los jueces cómo había sido la Masacre. Se reconstruyó enseguida lo que pasó y de ahí en adelante dediqué mi vida a contar la verdad de lo que había sucedido para que no volviera a pasar y para buscar justicia”, agregó.
A fines de julio de 1974, la Triple A asesinó a Ortega Peña, y a los pocos días fueron a buscar a Alicia a la escuela donde trabajaba. La persecución del grupo parapolicial la forzó a pasar a la clandestinidad con su familia hasta que, en 1977, se exilió primero en Brasil y luego en Francia.
Sentada en el lobby de un hotel porteño y a pocas horas de volar para participar de la primera audiencia, Alicia recordó que habrá dos grandes ausencias en el juicio oral: “Mis palabras y todo lo que pueda hacer en este juicio será pensando en Néstor Kirchner y en Eduardo Luis Duhalde. Kirchner, porque con su política me dio la oportunidad de llevar adelante este objetivo, y Duhalde porque fue un amigo, compañero, el abogado de Rubén desde el año 1971. Fue un hombre coherente, militante para que Argentina no olvidara. El 22 de agosto de 1972, con él y con Ortega Peña juramos que nunca íbamos a dejar de buscar justicia por Trelew y eso era una de las tareas principales que él quería llevar a cabo.” <

La clave
Fuerzas represivas
Alicia Bonet, viuda de Rubén Bonet, uno de los militantes asesinados, afirmó que la Masacre de Trelew mostró “un cambio en la actitud de las fuerzas represivas, que nunca habían llegado al extremo de eliminar a presos que estaban bajo su responsabilidad”.

Los militares acusados

Entre las 2:30 y las 3:30 del 22 de agosto de 1972, el capitán de fragata Luis Emilio Sosa, jefe de la guardia de la Base Aeronaval Almirante Zar, ingresó al lugar de detención de los presos políticos junto con el teniente Roberto Bravo y el capitán de fragata Emilio Del Real. El cabo Carlos Marandino estaba de guardia. Luego de abrir las puertas de las celdas, se les ordenó a los detenidos que doblaran sus mantas y sacaran sus colchones. Se los hizo formar fila en el pasillo tras lo cual fueron fusilados y luego rematados.
Además de los autores directos de la Masacre, en el juicio están imputados Rubén Paccagnini, quien era en ese momento el jefe de la Base Almirante Zar, y su superior, el contraalmirante retirado Horacio Mayorga, quien estaba al frente de la Aviación Naval. “Sin su colaboración necesaria, teniendo en cuenta la estructura de la Armada, el suceso no hubiera podido cometerse en la forma en que se ejecutó”, señaló la instrucción. A ellos se suma el ex capitán de navío Jorge Bautista, acusado por el encubrimiento de asesinato.

Los nombres de las víctimas

En la madrugada del 22 de agosto de 1972, fueron ametrallados en la Base Almirante Zar los presos políticos que habían intentado fugarse del penal de Rawson. Esa mañana fueron asesinados Rubén Pedro Bonet, Jorge Alejandro Ulla, Humberto Segundo Suárez, José Ricardo Mena, Humberto Adrián Toschi, Miguel Ángel Polti, Mario Emilio Delfino, Alberto Carlos Del Rey, Eduardo Adolfo Capello, Clarisa Rosa Lea Place, Ana María Villareal de Santucho, Carlos Heriberto Astudillo, Alfredo Elías Kohon, María Angélica Sabelli, Mariano Pujadas y Susana Lesgar. Sólo sobrevivieron Antonia Berger, Alberto Camps y Ricardo Haidar, quienes fueron luego desaparecidos durante la última dictadura.
Las víctimas tenían entre 20 y 30 años y militaban en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), en Montoneros y en el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). La mayoría de sus familias junto con sus abogados defensores fueron perseguidos primero por la Triple A y luego por la última dictadura.

Una ciudad movilizada por marchas y homenajes en el inicio de un proceso histórico
 Organismos de Derechos Humanos y agrupaciones llegaron a Chubut para reclamar justicia. Peña juvenil y acto en la base Almirante Zar.

        
Por:
Martín Pelletier

 Desde Trelew. Para Tiempo Argentino
  Al frío viento del sur lo entibia la memoria. El susurro de años, aquel reclamo de juicio y castigo a los asesinos, afirma su voz, hasta convertirse en grito, y porque no en esa alegría que viene de la mano de la verdad y la justicia. Así lo hicieron sentir unos 300 militantes de agrupaciones políticas y de Derechos Humanos que llegaron el sábado por la tarde desde Buenos Aires a Chubut para sumarse a otros tantos patagónicos y, juntos, pedir y sentir que la justicia por los fusilados de la Masacre de Trelew está cerca. Entonces, amuchados, cantando, recordando, se los vio desandar las calles de la ciudad, unidos y organizados, a los jóvenes, en su mayoría de La Cámpora, pero también de la JP Evita, la Corriente Nacional Martín Fierro, Nuevo Encuentro, el Peronismo Militante, Fuerza Militante y Colectivo Militante, detrás de los pasos de los intengrantes de H.I.J.O.S. que les dieron la bienvenida junto con otros movimientos políticos de Trelew, con una peña en el gimnasio municipal. Y fue una fiesta. Horas antes, la noche del viernes, en el escenario montado en el club, bandas del lugar le pusieron música al reclamo, mientras, en los intervalos, los familiares de los fusilados ponían en palabras su entusiasmo y su fe en que los genocidas de ayer sean juzgados a cadena perpetua en el juicio que comienza hoy.
Y la madrugada los encontró cantando: “Ya van a ver, ya van a ver, va a haber justicia por los muertos de Trelew”. Un coro de 500 voces retumbaba en el estadio cubierto. Y hubo tiempo para la reflexión también: “Nosotros éramos como estos pibes, con la diferencia que hoy estamos en democracia y las formas de lucha son otras. Que la juventud se adentre en el manejo de su país es un gran logro de este gobierno, es una generación ganada que incorporó que la política es la herramienta para hacer feliz al pueblo”, le dijo a Tiempo Argentino Jorge Lewinger, ex militante de Montoneros y uno de los protagonistas de la fuga del penal de Trelew.
Ayer por la tarde, una caravana de agrupaciones de distintas partes del país terminó en un acto en la base militar Almirante Zar, donde fueron fusilados los 16 militantes políticos en 1972, un lugar que desde 2006 pertenece a la Secretaría de Derechos Humanos y que se transformó en espacio para la Memoria, mediante la labor  de las Madres de Plaza de Mayo y los familiares de las víctimas.
“Nosotros siempre pedimos justicia, jamás venganza. Estar aquí en Trelew con tanta juventud es un hecho histórico, por los 30 mil desaparecidos, por los 10 mil presos políticos y por los sobrevivientes que son los que tanto nos ayudan y prestan testimonios fundamentales para los juicios”, señaló Lita Boitano, dirigente de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por razones políticas. Afuera de la base, sobre una tarima, se pudo escuchar, entre varios oradores, a Tati Almeyda, titular de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. “A Néstor no lo enterramos, lo hemos sembrado”, dijo, y le pidió los jóvenes que se unan para hacer todo lo que aún falta transformar en el país.<

En el aeropuerto

Memoria. Los organismos de Derechos Humanos y agrupaciones políticas homenajearon a Eduardo Luis Duhalde en el viejo aeropuerto de Trelew.

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