miércoles, 30 de mayo de 2012

ABRAHAM GUILLÉN

ABRAHAM GUILLEN

Intelectual anarquista, teórico de la guerra de guerrillas, militante revolucionario, combatiente por la Republica en la Guerra Civil Española (Comisario político del 4to Cuerpo del Ejercito), director de las publicaciones de las juventudes libertarias, preso y condenado a muerte de la dictadura franquista.

En Argentina se vinculo a los intelectuales de la Resistencia Peronista, elaboro un plan de auto-defensa junto a John William Cooke, y dio sustento teórico y colaboración a la creación y desarrollo de Uturuncos.

Participó del surgimiento de Tupamaros en Uruguay, colaboró con la guerrilla de Hugo Blanco en Perú y de regreso a Argentina se desempeñó como profesor de Economía Política en la Facultad de Filosofía y Letras y como director de Investigación Económica de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA. Entre 1973 y 1974 colaboró en el diario La Opinión.

Fue principal influencia de la Organización Montoneros y dejo una obra de mas de 50 libros y 100 investigaciones periodísticas

Lo recordamos junto a:

Guillermo Daniel Ñáñez: profesor de Historia en colegios nocturnos y en las cárceles de Florencio Varela. Director de Derechos Humanos de la Municipalidad de Florencio Varela. Durante la dictadura fue militante en el Servicio de Paz y Justicia. Colabora en el Centro Cultural Enrique Santos Discépolo. Escritor, investigador de la vida de Guillern

Julio Robles, de Uturuncos: Conoció a Guillen, lo recuerda como principal influencia del grupo y a partir de vivencias personales

Tomas Sarabí: Escritor, biógrafo de Perón, periodista. Fue uno de los fundadores del grupo “Dele Dele” (La Plata, década del 60). Conoció a Guillen por una cercanía en común con Raymundo Ongaro, secretario general de la CGT-Argentinos


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ABRAHAM GUILLÉN: LOS REMOTOS ORÍGENES DE LA GUERRILLA PERONISTA 1955-1960

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La militancia revolucionaria argentina marchó de a poco, a formas de relatos que les permitieran abordar una política de la memoria vinculada a la verdad. El mismo Estado Terrorista (1976-1983) dio paso a un Estado Bidemoníaco (1983-2001) donde todo aquel militante revolucionario era sospechoso por sobrevivir y responsable equiparándose al desaparecedor. A partir de hace muy poco, se empiezan a ver algunas piezas editoriales vinculadas al pasado inmediato. Falta mucho para poder empezar un debate que nos permita ver el fenómeno de la violencia como elemento de importancia y sobre todo asumir el cuando pasó de una etapa táctica, a una estratégica. Como esa herramienta transformó al militante en militar. Abraham Guillén vuelve desde un pasado poco pensado, su influencia, sus ideas, sus manuales expresan una voluntad transformadora que lo acompañó hasta su muerte




Descargar el libro de Daniel Ñañez, desde elortiba.org


ABRAHAM GUILLÉN SANZ

Siempre que se plantea el estudio del peronismo revolucionario se habla de John William Cooke, Carlos Olmedo o Gustavo Rearte. Incluso en las acciones de Montoneros (por sólo nombrar al grupo más hegemónico) se ven las lecturas de Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz o de Franz Fanon.
Muy pocos saben de la influencia política-ideológica de Abraham Guillén, quien además de poseer una increíble obra editorial, realizó la acción concreta que lo transforma en el mentor de la guerra de guerrillas en América Latina.

En Castilla La Mancha, Guadalajara, existe un pequeño pueblo llamado Corduente, allí nace Abraham Guillén Sanz un 9 de marzo de 1913, campesino como su familia, se cría haciendo agricultura y adquirirá el oficio de resinero.

Cuando comienza la República se traslada a Madrid, logrando ingresar a la universidad para estudiar economía con una beca que le dio la Municipalidad de Guadalajara. Se integra a las juventudes Marxistas Unificadas, pero toma distancia al ver la hegemonía comunista, este hecho determinó su abrazo al comunismo libertario (anarquismo) y comienza su militancia en las juventudes Libertarias.

En 1910 se fundaba en Barcelona a partir de grupos organizados en torno al sindicato Solidaridad Obrera una confederación de sindicatos autónomos de ideología anarcosindicalista en España. En 1927 y ante el posicionamiento "moderado" de algunos integrantes de la CNT, se crea en Valencia la Federación Anarquista Ibérica (FAI), una asociación de grupos de anarquistas, que desempeñará un papel importante con la intención que el sindicato no se alejase de los postulados anarquistas. Guillén se integra a la CNT FAI. Cuando estalla la guerra civil (1936) Abraham Guillén es director de “Juventud Libre” y luego de “Nosotros” en Valencia, publicaciones de las juventudes libertarias. Llegando a un puesto de lucha de gran importancia para cualquier anarquista, como es el ser redactor del diario CNT.

En 1938 fue comisario político de la 14° División y del Cuarto Cuerpo del Ejército, mandado por Cipriano Mera1. Estas fuerzas se hicieron célebres en la batalla de Guadalajara (8/3/1937), así como en las batallas de Torrejón, Casa del Campo, El Prado, Brunete y Jarama. En 1938 resistieron la ofensiva de las fuerzas franquistas en el frente de Levante. Terminada la guerra civil, el 4 de abril de 1939 cayó preso en el puerto de Alicante junto a cuatro mil combatientes que esperaban en vano los buques del Comité Internacional de Coordinación2.
Allí dirigió Solidaridad Obrera, planteándose conflictos en la CNT en el exilio por su tendencia pro UNE (comunista)


EL GALLEGO: UN ANARCO-PERONISTA

En 1948 emigró a la Argentina. Instalado en Buenos Aires, se desempeñó como columnista de los diarios peronistas “El Laborista” y “Democracia” y fue el editor de la revista “Economía y Finanzas” bajo el seudónimo de Jaime de las Heras. En 1948 comienza su relación con John William Cooke. En 1952 publicó su primer libro, ‘El destino de Hispanoamérica’, con el que comenzó a alejarse de la ideas nacionalistas del peronismo planteando la necesidad de la unidad continental para lograr la liberación Latinoamericana”4.

John William Cooke fue la primera persona convocada por Perón después de los bombardeos aéreos del 16 de junio de 1955. Fue nombrado interventor del Partido Peronista en la Capital Federal. Encontró una estructura corrupta y burocrática que no podía ser cambiada de un día para otro. Ante esto, Cooke intentó derrotar el golpe militar en cierne, visitando los sindicatos y unidades básicas en un intento de insurrección popular y resistencia armada.

Esta política causó una fuerte oposición entre los militares y la dirigencia peronista, y hubo pedidos para que se lo arrestase aun antes del golpe de estado de septiembre de 1955.

Dice Richard Gillespie: “Se ha sugerido, quizás con exageración, que el plan de acción de Cooke estaba basado en la experiencia de la resistencia española a Franco y que éste la conoció a través del veterano de la Guerra Civil Abraham Guillén, amigo y colaborador de De Frente. La idea básica era organizar una fuerza guerrillera urbana clandestina que pudiera frustrar un golpe de estado por medio de actividades guerrilleras respaldadas por el apoyo y la movilización popular. Cooke debía actuar con precaución dado que el Consejo Superior Peronista había rechazado la idea de crear milicias populares; ya que sabían que aun los generales "peronistas" se opondrían a la idea, temerosos de que pudiera surgir una estructura de mando paralelo. A pesar de la falta de autorización, Cooke y otros pocos estaban preparados para actuar a espaldas de los líderes y organizar secretamente los contingentes guerrilleros. Al ocurrir el golpe de septiembre, poco es lo que se había realizado y que tuviera resultados prácticos, pero tiempo más tarde sus ideas formarían la base de la primera actividad de la Resistencia Peronista, en especial cuando Perón, en enero de 1956, les dió su respaldo táctico”5.

EL PLAN GUILLÉN-COOKE

En 1954 comenzó a colaborar en De Frente, la revista que editaba John William Cooke.. Ante la inminencia del golpe militar, desarrolla junto a Cooke un plan de resistencia popular armada, conocido como el "Plan Guillén-Cooke". Abraham Guillén era colaborador de la revista “De Frente”, luego de los bombardeos del 16 de junio de 1955 en la palza de Mayo que deja más de 300 muertos a Cooke se le ocurre pedirle a Guillén que elaborase un plan para la resistencia popular basado en su experiencia durante la Guerra Civil española, sabiendo que los militares conspirarían nuevamente para derribar al gobierno de Juan Perón a menos que los trabajadores se movilizaran para defenderlo. Es así como dieron forma al "Plan Guillén-Cooke", de 1955.

Gracias a la traducción que realiza en 2005 el periodista Hernán Reyes6 del libro “A Personal Memoir of Abraham Guillén (1913-1993)” de Donald Hodges, quien publica el plan en base a los recuerdos de Guillén en 1973. El Plan llegó al Comando Superior Peronista, pero al ,plantear una vanguardia armada totalmente independiente del ejército, los propios militares peronistas vetaron el Plan, no concebían la falta de control, flotaba en el ambiente la pregunta

¿Cómo le sacamos luego las armas a esta gente?

El plan articulaba a la juventud peronista, la CGT y la rama femenina de Movimiento, creando secretamente a las milicias para evitar cualquier intento militar que determinaría un golpe de Estado o más muertos del espacio peronista. Eran las bases de la resistencia peronista.

Dice Hernán Reyes que “Sin embargo, para el golpe militar de septiembre de 1955, estos grupos no estaban aún preparados, por lo que resultaron ineficaces. No tenían el apoyo político de los mandos peronistas y les resultaba difícil convertirse en unidades de combate capaces de resistir el embate de los golpistas. De ahí su debilidad e incapacidad de ponerse en práctica entre junio y septiembre, cuando miles de militantes se movilizaban para repudiar el intento de golpe del 16 de junio. Según Hodges, el plan quedó en papel hasta enero de 1956, cuando Perón dio la orden de comenzar la resistencia. Por entonces, Cooke había tomado el control de la estructura partidaria”.

 

Plan Abraham Guillén-John William Cooke se organizó en seis puntos básicos

1. Vanguardia popular armada: Debe haber una vanguardia armada, organizada sobre las bases de los más avanzados cuadros políticos peronistas. Debe ser rigurosamente clandestinas, y no sólo servir para asustar al enemigo. Teniendo en cuenta que el ejército profesional está preparado para resistir exitosamente cualquier tipo de ataque que ponga en peligro su monopolio del uso de la fuerza, organizar guerrillas para defensa propia y con el consenso de un gobierno popular es una invitación a un Golpe de Estado. La única alternativa factible es organizar guerrillas en secreto, clandestinas.

 2. Ejército y guerrillas: Si bien el ejército regular es muy grande y la guerrilla es en principio muy chica, el balance de las fuerzas sociales debe inclinar la balanza a favor de las guerrillas. Un gran ejército represor debe ser derrotado por una resistencia popular con la condición de que la vanguardia armada ponga en movimiento un movimiento insurreccional apoyado por el pueblo y operando en grandes ciudades, donde las guerrillas cuentan con un mayor apoyo de la población.

3. Ejército de superficie versus tácticas de frente y línea: Cuando un enemigo es más fuerte en número y capacidad de fuego, se puede derrotarlo únicamente haciendo lo contrario de lo que él hace. Si el ejército regular concentra su poder y sus fuerzas en un solo lugar, hay que atacarlo simultáneamente en otros lugares en los que no esté preparado para entrar en combate. El enemigo debe ser tomado por sorpresa y atacado en los puntos en los que el número y la capacidad de fuego favorezcan a la guerrilla, que debe ser más fuerte que el enemigo en una situación dada. A pesar de que el Ejército represivo es más fuerte en general, siempre es más débil durante períodos de tiempo y espacio determinados por la guerrilla. La resistencia debe ser más fuerte que el Ejército Regular, pero en un punto y en un instante. Poco importa que el ejército sea más fuerte en otros lugares; siempre habrá un punto en el que las guerrillas puedan derrotarlo. De este modo, las guerrillas pueden derrotar al ejército en una operación tras otra hasta que se vuelvan más fuertes y el ejército se vuelva más débil. Ésta es una regla fundamental de la guerra revolucionaria.

4. Espacio y población: Las guerrillas nunca deben aferrarse o defender un terreno fijo. Enfrentadas con un ejército contrarrevolucionario, deben morder y desaparecer. Teniendo en cuenta que el enemigo es superior en la dimensión espacio, las guerrillas deben ser más fuertes en la dimensión tiempo. Pueden crecer ganando cada vez más población. Las fuerzas represivas y contrarrevolucionarias aspiran a dominar no sólo el espacio, sino también la gente que allí vive. Nada los detendrá en su camino, ni siquiera las masacres de personas indefensas. Pero este uso de la fuerza, en violación de principios morales elementales y de los derechos humanos, es un signo de debilidad. Las guerrillas deben tomar ventaja de esa debilidad asistiendo a las víctimas de la represión y alentando la resistencia de las masas a través de la propaganda armada y política capaces de catalizar un movimiento insurreccional. El secreto es ceder espacio y durar en el tiempo. En resumen, la estrategia de la guerrilla debe ser durar hasta que la conciencia y voluntad de la gente se hayan transformado, hasta que la vanguardia armada se convierta en popular.

5. Estrategia de la guerrilla: Enfrentada con un golpe militar que haya depuesto un gobierno popular, es suficiente con tener grupos de guerrilla urbana que entren en acción en una o en varias grandes ciudades para que el ejército no pueda establecer su propio orden y leyes. Si las poblaciones tanto urbanas como rurales son arrastradas por la guerrilla hacia una resistencia popular el ejército se verá entonces rodeado y obligado a retroceder. La lucha contra un gobierno de facto es básicamente política. Sumergida en las unidades básicas del peronismo, en los barrios obreros y en los principales lugares de trabajo, las guerrillas urbanas cuentan con una enormidad de recursos para lanzar acciones recurrentes contra las fueras de represión. El rol político de las Guerrillas es servir de locomotora al tren popular. Deben por ende perseverar en sus operaciones y forzar al ejército a retroceder frente a una población hostil.

6. Política, Estrategia y Táctica: Si “la guerra es la continuación de la política por otros medios” (Clausewitz), entonces un partido popular debe llegar a ella cuando todos los caminos legales están cerrados. Cuando un gobierno popular es amenazado o depuesto por un golpe militar, la única estrategia efectiva es la del 'pueblo en armas'. Cuando la paz de rodillas es peor que el riesgo de muerte a través de la violencia, la población debe tratar de arrojar fuera a sus tiranos. No obstante, la violencia de los oprimidos no triunfará si no tiene una visión clara de sus objetivos políticos, si su estrategia es improvisada y sus tácticas espontáneas. Una escalada militar contra un gobierno popular es una gran ocasión para transformar el golpe militar en una guerra civil. La Guerra Civil Española comenzó de esta manera y ofreció varias posibilidades de victoria para las fuerzas populares. Desde que el Gobierno Peronista estuvo al margen de la legalidad, pudo haber sido posible dividir las fueras armadas y la policía como en España en 1936. Se pudo haber derrotado al enemigo en unos pocos días, antes de que los gobiernos imperialistas hubieran intervenido y apoyado a los golpistas. Una Guerra Civil rápida ofrece la mejor estrategia: impide que el enemigo restablezca la ley y el orden; toma gran ventaja del momento de entusiasmo de las masas para el combate, minimiza el posible daño a las fueras productivas y salva al pueblo de un sufrimiento prolongado. Pero para eso, es necesario el apoyo popular a escala nacional.

Este Plan Guillén-Cooke, que luego será ofrecido a Manuel MENA (El uturunco) para realizar la primera experiencia guerrillera en la argentina, tiene bastante similitud con el primer “manual guerrillero” que Abraham Guillén inserta en el segundo volumen de “La agonía del imperialismo” (1956-1957). En dicho manual de prácticas guerrilleras dentro del capítulo "La lucha armada contra el imperialismo". El manual llega a la guerrilla cubana y es incorporado a sus tácticas. En 1965 se publica en Buenos Aires la obra de Guillén "Teoría de la violencia", y el mismo año aparece en Montevideo la primera edición de su "Estrategia de la guerrilla urbana"; son obras que sirven de base estratégica para los Tupamaros en Uruguay y para la guerrilla brasileña de Marighella y Lamarca, así como para la lucha urbana que ese mismo año se desarrolla en Santo Domingo (varios exiliados dominicanos son aleccionados directamente por Abraham Guillen en Buenos Aires). (VER ANEXO), se percibe un proceso de traducción marxista del Plan Guillén-Cooke, es despedido y silenciado de todos los medios de prensa donde trabajaba.

LA RESISTENCIA

En septiembre de 1955, Perón viajaba rumbo al exilio. En mayo de 1956 el general de división Juan José Valle se encontraba en la calle Castelli de Avellaneda, seguramente pensando en las directivas que en enero de aquel año circulaban por la naciente resistencia peronista. Valle sabía que se jugaba un patriada, pero no estaba solo en esas mismas directivas, Perón dice que “Cada casa debe ser una unidad básica y cada peronista un jefe y un vigía de nuestro Movimiento”. Valle fue fusilado el 12 de junio de aquel año en la Penitenciaría de Las Heras. “Entre mi destino y el suyo, me quedo con el mío” le dejará escrito al presidente fusilador Aramburu, que será fusilado unos años después por los nacientes Montoneros.

El hecho que no hubiera una organización centralizada permitió al peronismo sobrevivir. Brotaron formas organizativas que imitaban aquellas montoneras de Felipe Varela o el Chacho Peñaloza en el siglo XIX. Se atacaba en un lado y cuando las fuerzas represivas llegaban surgía otro hecho, en otro lado. Petardos, “caños”, sabotaje, expropiaciones revolucionarias, transformaron al peronismo en resistente, le dio una nueva identidad. Esas primeras generaciones no eran los hijos de los gorilas que emergerán contra sus padres en los ‘70. Eran los jóvenes que en realidad habían vivido la última etapa del peronismo.

No había grandes debates ideológicos, la emergencia transformaba a esta primitiva juventud peronista en “hombres de acción”.

Tuli Ferrari fue uno de los fundadores de la gloriosa Jotapé en 1955. Se fue a afiliar a la Unidad Básica el 21 de septiembre de 1955, el día que derrocaron a Perón. Llegó a la Unidad Básica cuando estaban quemando los archivos. No pudo afiliarse.

Leían El Líder, un periódico de la CGT que salió hasta la caída de Lonardi, con los artículos de Jauretche. Cierto día salió un aviso convocando a la Juventud Peronista a un local de la calle Riobamba. Se encontró con Tito Bevilacqua y Alberto de Morra, que preparaba un comando vinculado a la juventud. El local fue allanado y clausurado, conociendo a Rodolfo Traversi, primer secretario de la Juventud Peronista y al mítico Jorje Eduardo Rulli7.

El Comando Nacional surgió en un local de la calle Riobamba con Marcos y Lagomarsino, luego se incorporó Cooke, hasta que cayó preso. El objetivo era desplazar a la dirigencia traidora del peronismo.

La lucha de la Juventud Peronista empezó en 1957 en la calle Lavalle, cuando el diario Palabra Argentina de Alejandro Olmos, convocó a una Marcha del Silencio en conmemoración del 9 de junio. Eran cincuenta o cien muchachos, primero en silencio, pero después, cuando los comandos civiles (que en realidad eran militares de la Marina) los cagaban a palos, el grito era ¡Viva Perón! Caían presos. Dice Tuli Ferrari que: “Para mí fueron muy importantes esos treinta días porque el submundo de la cárcel era muy raro, las líneas negociadora y dura... Conocí a todo el jetoneo peronista en Caseros. Todos querían jugar al ajedrez conmigo para melonearme en la interna carcelaria. Y yo me sentía Gardel”8.

De la banda de Corrientes y Esmeralda salió el primer grupo de la Juventud Peronista. Ahí lo conocieron a Pocho Rearte y empezó la vida de agitación permanente. Eran Envar El Kadri, Jorge Eduardo Rulli, el gordo Cerdeira, Spina, y alguno que otro marginal que se prendían en aquella aventura y a la larga defeccionaron.

Iban todas las noches a joder a Corrientes y Esmeralda. Inventaron “el cazagorila” que consistía en poner una foto de Perón y cuando pasaba algún gorila y le hacía algo, cobraba. Otra forma era cuando salía la gente del cine uno gritaba: "¡Viva la Revolución Libertadora!", y el otro "¡Viva Perón!". Siempre alguien respondía y vivaba a. la Libertadora, y lo fajaban. Muchas veces cobraban los muchachos peronistas. Se transformaron en luchadores callejeros. La resistencia comenzó con militantes que utilizaban la gran herramienta de esa época como el periódico y el caño. Periódicos como “Lucha Obrera”, “El Líder”, “El Lidercito”, “El 45” de Arturo Jauretche y “Palabra Argentina”, de Alejandro Olmos.

Dice Jorge Rulli “Un día me atreví a ir al local de Palabra Argentina, y lo encontré durmiendo en un rincón al Tuli Ferrari. Tenía varios años más que yo y era muy ardiente y muy delgado, un hombre de verbo apasionado, un prototipo al que yo seguí hasta el '60, en que se marchó. Cuando volvió era otro. También lo conocí a Tito Bevilacqua, uno de nuestros primeros muertos. Lo mataron en 1960, la misma noche que golpeamos a la Aeronáutica en Ciudad Evita. A Pepe Pignataro, un héroe de la Resistencia, uno de los que más caños puso en la historia del peronismo”9.

Y agrega que: “En realidad las Marchas del Silencio nos marcaron a toda una generación, que repudiaban aquella “Revolución Fusiladora”. Las Marchas fueron dos, después de los fusilamientos del 9 de junio, y las organizó Palabra Argentina, que no era un diario peronista, se cuidaba de no serlo. Era nacionalista popular y daba lugar a aquella JP, porque cuando terminaba el acto uno podía gritar "¡Viva Perón!" y establecer contactos en el margen de esa realidad política dictatorial. Era la denuncia de la persecución y el intento histórico de destrucción del peronismo que llega hasta nuestros días. En esas marchas se reconstituía el Peronismo”10.

Cuando salían del trabajo, iban a poner pastillas de cloruro de potasio, o azufre y azúcar, en los tranvías.

En el 1958 eran la Juventud Peronista, después de la elección de Frondizi. Acataron la orden de Perón de votarlo, que llevó Susana Valle (la hija del General Valle) a través del capitán Anzorena. En el patio del Sindicato de Farmacia que prestaba Jorge Di Pascuale (hoy detenido-desaparecido) todos los grupos de Juventud se reúnen y forman la Mesa Ejecutiva de la Juventud Peronista. Fue la primera conducción que todos aceptan. De la vieja historia había quedado Funes: el resto eran jóvenes formados en las luchas callejeras, muy agresivos, muy desprovistos de conocimientos: Tuli Ferrari, Gustavo Rearte, Héctor Spina, Tito Bevilacqua, Envar El Kadri, Felipe Vallese (primer desaparecido peronista) y Jorge Rulli.

Hacia 1959, decenas de grupos peronistas se hallaban empeñados en realizar pequeñas acciones armadas de resistencia a la "Libertadora", sin que llegara a consagrar esta práctica como una estrategia de toma de poder. No obstante, para algunos grupos de la Resistencia Peronista las tácticas variaron a partir de la finalización de la huelga del frigorífico Lisandro de la Torre, cuando se plantearon la necesidad de combinar la lucha política con el desencadenamiento de la guerrilla. No es de extrañar que estos planteos hayan atraído a Guillén quien veía en esta tentativa la materialización de su fórmula del "pueblo en armas".

LOS UTURUNCOS

El puntapié inicial vendría de la mano del Comando "17 de Octubre", ligado a Cooke. La nueva táctica produce fisuras en el "17 de Octubre" que se divide en dos fracciones, una de las cuales decide la creación del comando guerrillero "Uturuncos", cuyo primer grupo subió al monte tucumano en octubre de 1959. Hay quienes sugieren que el mismo Guillén subió al monte, además de cumplir funciones como miembro del Comando Político que operaba en Buenos Aires recaudando apoyo económico entre algunos intelectuales, como José María Rosa y Silvio Frondizi. Tras el fracaso en los primeros intentos del grupo, Guillén fue encarcelado en el marco del Plan Conintes, permaneciendo preso tres meses


En 1958 Abraham Guillén, vinculado a sectores de la resistencia peronista, comenzó a entrenar y a participar en las acciones del Movimiento Peronista de Liberación-ELN en Tucumán, base de lo que sería Uturuncos12. Ya Perón advierte en el terreno en que se da la lucha: “Pero es necesario que la lucha sea básicamente de guerrillas13”. Si bien podemos afirmar que Perón en su estrategia cotejaba la culminación del proceso insurreccional con un hecho militar, y que éste sería afrontado con un “levantamiento civil y militar”, se preocupará constantemente por educar al movimiento contra el golpismo -que sólo sería “salir de las manos de una dictadura para caer en otra, en pos de acentuar la resistencia civil, único camino para asegurar que el pueblo y él mismo, lleguen al poder14.

Muchos años después, Guillén recuerda que: “Los Uturuncos" fueron la primera guerrilla urbana y rural (ambas combinadas) en los finales y comienzos de los años 1959 y 1960. Al unir el campo y la ciudad en los guerrilleros "Uturuncos", mi punto de vista estratégico, político, económico y social, era dar a la guerra revolucionaria, sobre todo, un carácter estratégico opuesto a la batalla o el combate de línea; es decir, que una guerra de pueblo en armas, si quiere vencer a un gran ejército represivo, tiene que ser una guerra en superficie, en todo un territorio nacional, como si fuera hecha a manera de una piel de leopardo, circulando los guerrilleros por todos esos intersticios. Como los combatientes "uturuncos" eran (casi todos) peronistas, yo estimé que ello constituía una limitación política, pues una guerra revolucionaria debe englobar a todo un pueblo y no sólo a un partido. Si la concepción política es mala o estrecha, por más brillante que sea la táctica y la estrategia guerrillera, se pierde la guerra revolucionaria o no se supera el estado primario de pequeños grupos de acción que no se convierten en ejército de liberación, en pueblo en armas, único medio de alcanzar el triunfo”15.

Tras el fracaso del método insurreccional Abraham Guillén propone la guerrilla desde el monte. Se conforma un estado mayor con Manuel MENA y Genaro Carabajal. Dice uno de los participantes José Luis Rojas: “Y ahí el Comando 17 de Octubre se divide en momentos en que Mena se pone en contacto con el Gallego Guillén, y el Gallego Guillén, que venía de la revolución española, plantea la lucha en otros términos, no ya en términos de huelga revolucionaria que ya había mostrado que como método no servía. Entonces, al no haber una salida electoral, con el fracaso de los partidos blancos, laboristas y toda esa runfla de partiditos que se han formada nada más que para beneficio personal, porque levantando las banderas peronistas iban a elecciones y salían elegidos, pero medraban en beneficio propio; nunca se planteaban en serio la vuelta de Perón. Ellos querían explotar el movimiento peronista en beneficio propio. (...] querían nada más actuar en un terreno legal, digamos. [...] Cuando el Gallego Guillén dice: ‘No, aquí hay que hacer la guerra’, y para hacer la guerra hay que hacer una guerra con los medios que el pueblo tiene, que en forma natural el pueblo va buscando sus cauces con recursos naturales del propio pueblo, está planteando una guerra revolucionaria, una guerra moderna basada en los factores que él llamaba generar espacio y generar tiempo. (...] Ya habían pasado tres años, unos golpeando las puertas del sindicato y otros golpeando las puertas de los cuarteles, todo había fracasado, la huelga general revolucionaria no llegaba nunca porque todos los dirigentes estaban vendidos y los cuarteles, con la muerte del general Valle, también se terminó, porque fue un movimiento totalmente entregado que termina con el fusilamiento. Quedaba eso, lo único que nosotros teníamos, los recursos naturales del pueblo son ésos: salir a pelear con cualquier elemento que condujera a la vuelta de Perón, es decir, un movimiento armado que lo traiga a Perón. Eso es la idea... la idea fundamental era que ya rompíamos con todo el pasado y, haciéndole caso a Perón, agarrarnos el bastón del mariscal.16”

Tras la desarticulación de la experiencia uturunca en 1960, fue encarcelado durante tres meses en el marco del llamado Plan Conintes (Conmoción Interna del Estado. Allí se conoce con Jorge Eduardo Rulli quien lo describe de la siguiente manera: “Me crucé con el viejo Guillén en la Cárcel de Las Heras durante el Conintes en que estuvo detenido un tiempo con nosotros. Año 60. Sus dos tomos sobe el imperialismo era una de mis lecturas favoritas hasta que me cansaron. El viejo Guillén que debía ser de la misma edad que yo tengo ahora, poseía la facultad de transmitir un optimismo incansable por la causa revolucionaria y por un futuro a la vez determinista y mesiánico, un porvenir que sabia predicar como un orate iluminado por una fe supuestamente científica en la determinación de la historia. Y fue lo que hizo con nosotros, un grupo de jóvenes de la juventud peronista que estábamos allí y que lo escuchábamos arrobados. Recuerdo cuando volvimos del Consejo de Guerra que nos había juzgado en el Cuartel de Patricios, con unas condenas de reclusión de seis años... Cuando uno tiene 19 años seis de cárcel es para toda la vida... es como la perpetua... estábamos abrumados... además la operación para rescatarnos de los camiones que organizaba Gustavo Rearte y José Luis Nell había fracasado... Entonces, el viejo nos levantaba el ánimo, y nos hablaba desde su propia experiencia como desde un oráculo... no me lo puedo olvidar... ‘Qué importan las condenas’, decía...’las rejas son de paja... lo que vale es la organización... con seis años de condena adonde nos llevarán?... a Rawson, en la Patagonia... pues mejor... tomamos la guardia y nos alzamos con las armas del penal y de allí, con los vehículos que requisemos, encolumnados y en marcha a la montaña... a comenzar la guerra de guerrillas’ . Pero viejo -le deciímos-, las montañas quedan lejos de la cárcel...’No hay distancia que no se pueda vencer’ nos replicaba ‘importa la voluntad y la decisión, las armas las tiene siempre el enemigo, los barrotes son de paja, iniciaremos la guerra un puñado de decididos y luego seremos miles, hasta que nos extendamos por todo el Andes...’ Y así continuaba por horas... recuerdo que remataba siempre con una condición sine qua non para ayudarnos... una condición que nos terminaba de convencer que el Comandante de milicias, hablaba en serio... esa condición era que en algún momento del triunfo revolucionario lo dejáramos partir con parte del ejercito de liberación para reconquistar y liberar España... Estábamos en esos diálogos una mañana cualquiera de primavera de ese año ‘60, cuando el guardia voceó su nombre desde la reja y se fue en libertad. Lo abrazamos pero sentimos que algo mágico que habíamos construido había estallado como un globo... A nosotros días después nos trasladaron, primero a la cárcel militar de Magdalena y luego a la cárcel de Viedma en la Patagonia, nunca pudimos tomar el penal ni tampoco iniciar la guerra de guerrillas... por lo menos del modo en que nos lo había enseñado Guillen... al Viejo no lo ví nunca más... pese a todo, le guardo un gran cariño pero con pena y con bastante ternura, no tan solo por él, supongo que también por esa juventud que pasamos entre rejas, rejas que no eran de paja...”17.

Justo cuando Serravalle y sus Uturuncos asaltaban la comisaría de Frías, Manuel Mena “El gallego” y Abraham Guillén “El maestro” habían ido a Buenos Aires a recabar ayuda a Cooke. Éste delegó en su compañera, Alicia Eguren, la tarea de coordinar la ayuda hacia la guerrilla. Fue a través de Alicia como los impulsores de la guerrilla contactaron con los grupos de la Juventud Peronista bonaerense que habían manifestado su admiración por los uturuncos. Con estos militantes, Mena constituyó un nuevo grupo guerrillero.

TUPAMAROS

A principios de abril de 1961 viajó a Cuba, donde permaneció un año como entrenador de cuadros guerrilleros y pasó luego a Montevideo, Uruguay, donde colaboró en el periódico Acción bajo el seudónimo de Arapey; publicó diversas obras sobre economía latinoamericana y táctica guerrillera. Dice Guillén: “Con Sendic me vi pocas veces, pues andaba siempre clandestino. Pero había cuatro comandantes que recibieron preparación sobre estrategia de la guerrilla urbana. Estos eran los hombres de acción, mientras que Raúl Sendic era más bien un político, ex-dirigente del Partido Socialista, muy vinculado a los obreros cañeros del Departamento de Artigas. Tanto es así, que la consigna de estos cañeros era la siguente: "Por la tierra y con Sendic". No era ese movimiento guerrillero, sino reformista, pues pedía la reforma agraria en los latifundios de los cultivos de caña de azúcar. Hasta 1965, el grupo de Sendic, muy castrista, estaba limitado a realizar marchas por carretera hasta Montevideo pidiendo tierra para los obreros cañeros. Como Fidel Castro, "Che" Cuevara y Regis Debray, no concebían la guerra revolucionaria fuera de las montañas, y el Uruguay no las tenía, no había posibilidad de crear así un movimiento guerrillero, según la doctrina cubana.

Justamente en 1965, cuando publiqué "Estrategia de guerrilla urbana", los "Tupamaros" vieron una luz, pues yo decía que los "bosques de cemento son más seguros que los bosque de árboles. Y que las ciudades tienen más recursos logísticos que el campo. Y como nuestra civilización es capitalista y concentra el capital y las poblaciones en las ciudades a ritmo acelerado, en países como Uruguay con más del 80 % de población urbana, era absurdo ir a hacer la guerra revolucionaria en el campo, donde hay más vacas y ovejas que población rural. Por consiguiente, las teorías fidelistas y maoístas de la guerra revolucionaria no eran apropiadas para países industrializados o subdesarrollados con más población urbana que rural […] Está todavía muy próxima su experiencia: creo que fue muy brillante tácticamente, pobre estratégicamente y débil políticamente, pues intentaron copiar la revolución cubana. Mi punto de vista es que no se hacen dos guerras con la misma estrategia ni dos revoluciones con la misma política. La revolución hay que inventarla y reinventarla, sin limitarse a desalojar del Poder a una minoría dominante, para establecer una dictadura de tipo stalinista. Si un pueblo se ve constreñido entre una dictadura que puede caer y otra que se puede levantar en lugar de ella, cae así en la indiferencia política, pues el pueblo prefiere el socialismo y la libertad y no la dictadura de las burocracias o de las burguesías. Al no descubrir las leyes específicas de la guerra revolucionaria en el Uruguay y ofrecer un programa de socialismo autogestionario, creo que los "tupamaros", por ser fieles al modelo castrista, fueron derrotados, en términos políticos. El marxismo-leninismo, de tipo castrista, fueron derrotados, en términos políticos. El marxismo-leninismo, de tipo castrista o soviético, no creo que arrastre a las masas hacia una Revolución de tipo cubano, ni en América Latina ni en ninguna otra parte. Fui el inspirador táctico y estratégico de los "tupamaros", pero mi origen libertario me separaba políticamente de ellos, fervientes castristas, aunque alguno era también libertario. Al no compartir mi propuesta de socialismo autogestionario, apropiada para un país que le sobra espacio y le falta población, se fueron alejando políticamente de mí y acercándose a Fidel Castro. Ellos creyeron que yo era un romántico por no ser partidario del socialismo estatal, de la democracia directa, de la propiedad social, del federalismo económico y administrativo. Su castrismo y guevarismo condujo a los "tupamaros" a un dogmatismo político de tipo marxista-leninista, lo cual les procuró población estudiantil; pero no población adulta, urbana y rural, en cantidad y calidad para volcar el país en su favor. Y si una guerrilla, cualquiera que sea y en cualquier país que actúe, no gana población con sus acciones, tendrá, en el mejor de los casos, victorias tácticas, pero finalmente una derrota estratégica y política”18. Estos conceptos fueron desarrollados en su Teoría de la violencia (1965). En el Uruguay estuvo vinculado a Raúl Sendic y el grupo fundacional de Tupamaros, así como a la FAU.

GUILLÉN Y EL FOCO

En 1969 publica en Montevideo un libro titulado: "Desafío al Pentágono” donde realiza una crítica al foquismo. Allí explica la incongruencia de las tesis de Regis Debray, del libro "Revolución en la Revolución". La tesis del "foquismo" cubano es que todas las guerras revolucionarias hay que hacerlas desde el campo, desde las montañas. Guillén plantea que “La ciudad populosa más apropiada a la guerrilla en la época del capitalismo. Indico que si en la Edad Media, cuando toda la población estaba en el campo, no han triunfado las guerras campesinas, ¿cómo podrían hacerlo ahora en plena civilización urbana? Aclaro que la Revolución cubana no se hizo exclusivamente en Sierra Maestra, sino que hubo más muertos y más combates que en ésta en las ciudades; que se propagó la insurrección en superficie apareciendo en segundo frente de Escambray"; que se luchó por todo Cuba; y que eso hizo que el ejército batistiano, cogido entre dos frentes, tuviera que rendirse, no sólo frente a Sierra Maestra, sino porque está copado por su retaguardia, en las ciudades. Otra consigna simplista es la de que "el poder viene del cañón del fusil". Si fuera esto verdad, los suboficiales y los sargentos darían los "golpes" de Estado; pero son los generales y los coroneles los que los dan; aunque no estén todos los días con los fusiles y los soldados. Y es que sin fin político no hay visión de lo estratégico. Los generales piensan en políticos y por eso dan los "golpes" de Estado; pero los sargentos y los suboficiales no piensan ni en generales, ni en políticos. Así, teniendo más de cerca las armas y los soldados, los suboficiales y los sargentos casi nunca producen un "golpe" de Estado y, cuando lo dan, lo pierden posteriormente porque no saben qué hacer con el Poder”19.


Se reencontró aquí con Joe Baxter, a quien había conocido en Cuba. Tras el golpe militar uruguayo de junio de 1973, Guillén había concluido, entre otras cosas, que era inconveniente establecer bases urbanas fijas, así como construir un "microestado"; también descartaba el uso de "cárceles populares"; pues implicaba un sistema paralelo de represión y, sobre todo, concluía que había que evitar aislarse de los sentimientos y deseos populares pues toda "victoria militar resulta inútil si no es políticamente convincente". Por su excesiva militarización y profesionalización, los Tupamaros se habrían aislado de las masas urbanas. Retornó entonces (1973) a Buenos Aires, donde se desempeñó como profesor de Economía Política en la Facultad de Filosofía y Letras y como director de Investigación Económica de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA. Entre 1973 y 1974 colaboró en el diario La Opinión.

Guillén fue una de las influencias teóricas de Montoneros, si bien ésta se vio eclipsada en la práctica por otras, como la de von Clausewitz. Rulli aclara que: “La influencia de Guillén  es de fines de los cincuenta y principios de los sesenta. Tengo idea que influyó o tuvo una participación en los Uturuncos  pero no lo puedo precisar. A poco andar se descubría como demasiado panfletario y poco sustancial, no tuvo la obra de Guillen una prolongada influencia, creo yo. Se lo conocía en todos los sectores pero en la época de debates internos como el de los iluminados entiendo que no eran obras tenidas en cuenta […] En toda esta etapa la obra de Guillen ya no es tenida en cuenta en absoluto, todo lo contrario, la influencia cubano soviética barre con el gallego e impone otros paradigmas. Si  algunos sectores cristianos lo tuvieron en cuenta no lo sé. En el Conintes yo era de los pocos sino el único que lo leía, en general no se lo consideraba serio en los medios militantes”20.

GUILLÉN: VERDAD Y LIBERTAD

Amenazado por la Triple A, se exilió a fines de 1974 en Lima, Perú, donde colaboró en el diario La Prensa y se desempeñó como especialista de la OIT en economía autogestionaria y desarrollo cooperativo. A lo largo de sus 30 años de exilio latinoamericano, apadrinó el desarrollo de las guerrillas latinoamericanas, ante las cuales apareció como un experto en estrategia y táctica militar revolucionaria.

Concluía en aquel histórico reportaje de la revista “La bicicleta” diciendo: “En resumen: un revolucionario para poder asumir la historia en un momento crítico debe conocer las leyes de la dialéctica y de la economía política; dominar la política científica; unificar su pensamiento y su acción; saber esperar una ocasión histórica, que siempre se presenta, para transformar el mundo y resolver las contradicciones que se opongan al interés general; plantearse a cada momento sólo lo que se pueda resolver, sin ser centrista ni oportunista; no destruir sino aquello que se pueda sustituir para no adelantarse ni atrasarse en los cambios de estructuras socio-económicas, políticas, culturales y jurídicas. Por encima de todos los dogmas y sectarismos, un revolucionario debe ser fiel a la verdad y a la libertad; no hablar ni proceder en infalible, sino aceptar la prueba y el error, la pluralidad de criterios; rechazar el culto a la personalidad; dejar que la Sociedad haga cuanto mas mejor, sin la tutela del Estado. Y estar siempre dispuesto a aprender del error para llegar a la verdad sin olvidar jamás que sólo se ve lo que se sabe y, por tanto, se ve tanto mejor el futuro, el presente y el pasado cuanto mejor se los sabe. El pueblo ve poco porque sabe poco; es necesaria una revolución cultural permanente para que el pueblo por el saber tenga el autopoder para ser él, únicamente él, el sujeto activo de la historia, superando as¡ las estructuras políticas de dominación por la autogestión, sin burguesía. monopolistas no burocracias totalitarias. La guerrilla peronista de los Uturuncos así como la que lideró Hugo Blanco en el Perú, pasando por la guerrilla uruguaya de los Tupamaros, lo reconocieron como un maestro. Tras la muerte del General Francisco Franco retornó a España, desarrollando en Madrid intensa actividad como conferencista, autor de nuevos libros y periodista. Sus colaboraciones en la prensa anarquista internacional y en el periodismo político son incontables. Fue designado catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid. Publicó alrededor de 50 libros, dejando inéditos, entre muchos otros, cuatro tomos titulados La guerra. España (1936-1939).

CONCLUSIÓN

La influencia teórica de Abraham Guillén, su impronta está determinada por su pensamiento y accionar coherente. Su intento de creación de guerra de guerrillas comienza con los olvidados Uturuncos como antecedente de fines de 1960 del proceso de radicalización que tiene su apogeo en la década de 1970. Ahora bien, muchas de estas ideas explican el accionar político militar con un contenido de “nación en armas” que implica la descalificación de toda aventura militarista. La ideas de Guillén fueron abandonadas por la militancia de las clases medias en los ’70 y esto mismo lo transformó en vanguardias esclarecidas saltando al vacío al decir de Rodolfo Walsh. Guillén afirma contundentemente que “Un Ejército Popular de Liberación, que realiza una guerra político-militar, tiene que desarrollarse en dos direcciones: una política, que tiende a ganar la simpatía y la ayuda de la población civil, y otra, militar, que permita reponer y ampliar el material y los hombres perdidos en acciones de guerra. Claramente las ideas de este teórico de la guerrilla fueron sepultados por la historia, por la misma violencia que nos sacudió. Es momento de realizar el debate tantas veces pospuesto. Llegar a la verdad y a la justicia también implica salir de la trampa siniestra de un pasado oculto, como bien lo expresa Jorge Rulli: “... Los horrores causados por la dictadura militar tuvieron entre muchos otros, el efecto de cancelar toda discusión sobre los años 60 y 70. Fueron tantas y tan espantosas las violaciones a los derechos humanos que nos vimos obligados a postergar los debates necesarios para comprender una época clave e imprescindible que a su vez permitieran llegar a la comprensión del propio presente en que vivimos, en especial para las jóvenes generaciones que necesitan retomar la memoria histórica, tender puentes con el pasado, saber de dónde vienen para luego saber hacia dónde se dirigen. No sólo se canceló lamentablemente, el debate de aquella época, sino que también se diluyeron y banalizaron durante el menemismo y por el predominio de la idea setentista de que la gloria es cosa del pasado, se diluyeron las diferencias de aquellos años entre los diversos actores y como en una noche oscura todos los gatos fueron pardos, y los protagonistas de aquellos años complejos quedamos, al igual que la sociedad, sin poder hacer el balance de nuestras luchas y sin poder hacer el examen de una época clave, monopolizada la palabra interpretativa por no más de tres formadores de opinión pública, por todos conocidos”

Fue condenado a la pena de muerte al ser juzgado por un tribunal de guerra franquista. Luego le fue conmutada por 20 años de prisión en la cárcel de Añover de Tajo, de donde se fuga en 1942. A partir de este hecho conforma el Comité Nacional de la CNT en la clandestinidad, cuando es nuevamente detenido en 1943, evadiéndose por segunda vez, ahora de la cárcel de Carabanchel en Madrid, de donde pasa a Francia clandestinamente en 1945, ayudado por una tribu de gitanos libertarios.



 EL AUTOR

Guillermo Daniel Ñáñez es profesor de Historia en colegios nocturnos y en las cárceles de Florencio Varela. Director de Derechos Humanos de la Municipalidad de Florencio Varela. Durante la dictadura fue militante en el Servicio de Paz y Justicia y fundó la filial Quilmes, Varela y Berazategui. Colabora en el Centro Cultural Enrique Santos Discépolo.






Primer Manual de Guerra de Guerrillas

LA LUCHA ARMADA CONTRA EL IMPERIALISMO

ABRAHAM GUILLÉN (seuds.: Jaime de las Heras, Fernando Molina, Arapey) (Corcuera, Guadalajara, España, 9/3/1913 - Madrid, 1/8/1993). Combatiente anarquista, periodista, economista, uno de los precursores de la lucha armada en la América Latina de los años 1958-1970.

ESQUEMA PARA LA ESTRATEGIA Y LA TÁCTICA POLITICO MILITAR DE LOS MOVIMIENTOS POPULARES DE LIBERACION NACIONAL22

La lucha contra el imperialismo, en las guerras revolucionarias de liberación nacional requiere, para llegar a la victoria, el conocimiento de las leyes generales de la guerra, determinadas por el momento histórico y social en que vivimos, que tiene -como otros momentos históricos va pasados-, sus propias leyes estratégicas para la conducción acertada y eficiente de las guerras revolucionarias de nuestro tiempo, que han de dominar toda la segunda mitad del siglo XX, siglo de las revoluciones sociales de tipo nacional e internacional.

Las guerras de otras épocas eran libradas entre las naciones y entre los imperios. En cambio, la guerra revolucionaria es la forma más elevada y violenta de la lucha de clases. Así, pues, las guerras -que se realicen en la segunda mitad del siglo XX-, tendrán un marcado carácter político (entre naciones capitalistas y naciones comunistas y entre explotadores y explotados en el seno de cada nación capitalista. En este sentido, lo universal y lo particular de la revolución socialista no serán más que las partes de un todo que se resolverán en la revolución proletaria internacional.

Ahora, coma en lo pasado, toda guerra obedece a factores exteriores e interiores que le son propios: estructura de clases, infraestructura económica y relaciones con el mundo exterior. Sin conocer, previamente, estos factores determinantes no es posible iniciar una guerra revolucionaria y, mucho menos aún, conducirla hasta su final victorioso frente a las fuerzas internas (burguesía y terratenientes) y ante las fuerzas externas (capital financiero extranjero). Ambas fuerzas constituirán un solo frente contra los movimientos de liberación nacional y los de carácter socialista.

Toda guerra tiene sus propias características que le son inherentes, y más aún tratándose de una guerra civil y a la vez de tipo antiimperialista. En consecuencia, la estrategia de la conducción de una guerra revolucionaria no debe ser nunca calcada sobre los viejos manuales militares de estrategia y de táctica; puesto que dichos principios tácticos y estratégicos no corresponden ya a la realidad nacional de los movimientos de liberación antiimperialista, que implican la práctica de una estrategia político-militar, basada en el principio del "pueblo en armas".

La Revolución Rusa de 1917 y la Revolución Española 1936-39, tuvieron una estrategia de frentes continuos -cubiertos, relativamente, en extensión y en profundidad-, y ambas se inspiraron en los clásicos principios estratégicos europeos de decidir la suerte de la guerra en grandes batallas. En Rusia triunfó esa estrategia y esa táctica; en España fracasó, porque el territorio español se prestaba menos, geográficamente, a la guerra de maniobra de grandes ofensivas y retiradas, sin que ellas modificaran, decisivamente, el cuadro general estratégico de las operaciones, ya que los Soviets contaban con el General Espacio. En Hispanoamérica una guerra antiimperialista dispone de suficiente espacio como para vencer, en su terreno, a una gran potencia.

En la Revolución China la estrategia militar de los comunistas se ha inspirado en una doctrina militar de frentes discontinuos, de campañas cortas, de retiradas elásticas y de "ofensivas rápidas del tipo avispa", hasta que la correlación de fuerzas militares en presencia -en un momento determinado-, permitió al Estado Mayor del Ejército Rojo Chino desencadenar una ofensiva continuada a base dedecidir la guerra en una sola campaña. La guerra de China ha sido una guerra antiimperialista y, a la vez, eminentemente popular,. porque ella ha despertado la guerra social, que poco a poco, se convirtió en un movimiento político y militar de tal poderío, que fue capaz (después de muchos años de frente de guerrillas y de escapar a los cercos del enemigo), de liquidar a las fuerzas reaccionarias internas y a las fuerzas' económicas y militares externas que respaldaban a Chiang-Kai-Chek y al Kuomintag.

LAS GUERRAS DE LIBERACIÓN NACIONAL

Los ejércitos de liberación nacional -al iniciar la lucha contra el imperialismo, el capitalismo y el feudalismo indígena que le sirven deben inspirar su doctrina militar en una táctica maniobrera, en función siempre de una estrategia inspirada en la guerra revolucionaria, que tiene como condición esencial la "política del pueblo en armas", pues sólo la estrategia del "pueblo en armas" hace que todo sea frente y nada retaguardia y que el invasor y las, fuerzas reaccionarias internas se encuentren siempre en tierra enemiga. Por eso, las guerras de liberación nacional son difíciles de ganar por los generales del imperialismo.

Al iniciar una campaña de liberación, como es lógico, el Ejército de Liberación Nacional se encuentra en estado de inferioridad aplastante frente a las fuerzas imperialistas y a los ejércitos nacionales que las respaldan. Sin embargo, una estrategia correcta hará, que la correlación de fuerzas militares propias y enemigas se equilibren y hasta procure la superioridad de fuego y de fuerzas al bando más débil en determinado momento, circunstancias, punto de ataque y terreno apropiado para librar una batalla de aniquilamiento fulminante, en un sector del frente enemigo, que presente fisuras visibles, moral y materialmente.

Y es que contra la presencia de tropas imperialistas y de los ejércitos indígenas, vendidos al imperialismo, la estrategia de los movimientos de liberación nacional debe partir, en principio, de la guerra de movimiento y de frentes discontinuos para lograr el cansancio del enemigo y luego su fraccionamiento. Hay que hacer una guerra de frecuentes emboscadas realizadas con ventajas topográficas, asegurándose la sorpresa y la potencia de fuego. Esta -estrategia y esta táctica se basa, hasta que las circunstancias lo aconsejen, en la práctica de una guerra de campañas cortas, rehuyendo sistemáticamente comprometer el ejército en una campaña larga de aniquilamiento, que pueda conducir a una política militar catastrófica de perder o ganar la guerra en una sola batalla. Un general estratego nunca debe jugarse a cara o cruz sus fuerzas, porque ello evidenciaría su desconocimiento cíe las leyes que rigen la guerra.

Las guerras de liberación nacional sólo pueden llegar a feliz término practicando, indistintamente, la ofensiva relámpago y la defensiva elástica; una, para crear pequeñas bolsas de aniquilamiento de grupos del enemigo; y otra, para retirarse a tiempo, antes de que la potencia de fuego y de fuerzas del enemigo comience a ser aplastante en la zona de las "ofensivas relámpago" desencadenadas por las fuerzas propias.

Los frentes de liberación deben ser extremadamente móviles, poco rígidos y rápidos en sus movimientos; sólo así se podrá atacar y escapar a tiempo a un enemigo poderoso en fuego y en fuerzas, que se empeña, a toda costa, por ganar la guerra en una sola gran batalla de aniquilamiento.
El EPL debe tener, como doctrina esencial, al iniciar su campaña, la práctica de una guerra de movimiento guerrillero; una guerra de los campesinos y de los obreros, de la clase media progresiva y de los sectores nacionales antiimperialistas. He ahí el plan estratégico de las guerras de liberación: el pueblo en armas. Tal es la característica dominante de la guerra político-militar y de la estrategia político-militar a emplear contra el imperialismo y sus secuaces vernáculos, a fin de merecer la victoria, mediante una ágil aplicación de la dialéctica de la guerra que resuelva las contradicciones político-militares propias y acentúe al par las del enemigo.

Cuando las guerras de liberación van avanzando en poderío económico y militar se acercan entonces los momentos en que la guerra guerrillera debe transformarse en una guerra de campañas ofensivas sobre frentes continuos, donde grandes unidades y regimientos adversarios habrán de ser aniquilados para decidir así la guerra por las armas. Esta etapa de la guerra de liberación debe coincidir con el abatimiento moral del enemigo, con el debilitamiento económico y político de su retaguardia y con un estado psicológico, antibelicista en las metrópolis imperialistas que financian y sostengan las "guerras coreizadas" que se produzcan en lo futuro.

En consecuencia, la estrategia de nuestro tiempo es eminentemente político-militar. Así, pues, tiene que tener, en todo momento, una visión global y dialéctica de los problemas de la guerra y de los principios estratégicos, políticos y militares que rigen las guerras modernas, principios que difieren esencialmente de los aplicados a la conducción de la guerra entre potencias imperialistas.

En las guerras politizadas de nuestro mundo, el enemigo siempre es vulnerable, cuando opera en territorio enemigo, ya que los generales adversarios quieren seguir sometiendo a la población obrera y campesina y a las clases liberales a la explotación feudal y capitalista interna y a la dominación externa del capital financiero. Por eso, los ejércitos imperialistás -en tierra enemiga- tienen que combatir sin reservas, sin retaguardia, sin moral y sin apoyo popular. En cambio, si la política del EPL es justa, éste no puede ser nunca cercado ni aniquilado, porque toda su retaguardia es frente; porque su frente está dentro de la retaguardia del enemigo; así el EPL -si es aniquilado parcialmente-, puede siempre resurgir como una Hidra de Lerna y resistir, ante una mala perspectiva internacional revolucionaria, practicando la defensiva estratégica23.

La intervención extranjera rebaja la moral de los ejércitos nacionales enemigos y agudiza las contradicciones entre las tropas expedicionarias y las tropas nacionales enemigas, cuyos jefes, bien trabajados, pueden ser espías y auxiliares del EPL. En consecuencia, como se ha demostrado en la guerra de Corea y de Indochina, la empresa dólar no gana la guerra, ni con sus armamentos ni con sus montañas de dinero.

El EPL si sigue desde que nace una línea política acertada, va creciendo paulatinamente, porque sus nuevas divisiones y cuerpos de ejército surgen del territorio enemigo, del paro obrero, de la miseria y de la explotación de los campesinos, de la liquidación económica de clase media con las políticas inflacionistas, de la injusticia social, de la ruina financiera nacional y de la venza de las vidas y de las haciendas nacionales al imperialismo, por parte de los gobiernos satélites de Wall Street.

El pillaje, el aumento permanente de los impuestos, la falta de viviendas, la inflación, la corrupción de los funcionarios, la baja sistemática del poder adquisitivo de los salarios, el sacrificio de los granjeros y pequeños campesinos en aras de los intereses de la burguesía industrial y la política pro-imperialista de la burguesía (ligada al capital imperialista y al entreguismo de los feudales), crean las condiciones óptimas para desencadenar, en momento oportuno, una guerra social de liberación nacional contra la aristocracia de la tierra, de la banca y de la industria y contra el imperialismo que estas castas representan traidoramente, en suelo nacional. En saber aislar y desprestigiar a los enemigos de dentro y en atraerse a los amigos y neutrales reside el secreto de la victoria en una guerra revolucionaria de liberación nacional.

En buena estrategia político-militar, el trabajo político y el trabajo militar han de ser sincronizados en las regiones donde actúe más activamente el EPL. En esa zona, todos los éxitos militares dependerán de los triunfos políticos previos, tendientes a crear un amplio movimiento político de liberación nacional: un Frente Nacional que agrupe a los campesinos, los obreros, los estudiantes, la clase media progresiva, la juventud antiimperialista y revolucionaria, los intelectuales, los artistas, los profesores, los periodistas, los industriales (ligados al mercado nacional y, por ello, antiimperialistas), los oficiales y los jefes progresivos del Ejército, y, en fin, el Frente Nacional debe movilizar todas las buenas voluntades en pro del resurgimiento nacional ante la reacción de dentro y la explotación financiera que viene de afuera, ambas causantes, en macabro maridaje,- de la decadencia y la ruina de los países semicoloniales.

En la lucha contra el imperialismo deben ser movilizados hasta los grupos religiosos que luchen por su propia convicción frente a otras concepciones religiosas que vengan de fuera (conflicto entre los protestantes y los católicos) ello particularmente en Iberoamérica, donde la expansión del Norte es un peligro para la Iglesia Católica.

La lucha revolucionaria contra el imperialismo, para triunfar plenamente, tiene que revestir un carácter profundamente popular, genuinamente nacional y, por ello, debe exaltar todos los motivos patrióticos, las pasiones nacionales y las tradiciones patrióticas heredadas de otras guerras de liberación, que tuvieron lugar en el curso de la historia de una nación, o de un grupo de naciones hermanas, como las naciones de Hispanoamérica, que no son más que provincias decadentes de una que debiera ser ya gran nación y potencia: la Unión de Repúblicas Iberoamericanas, único frente capaz de resistir, con eficacia, a la penetración imperialista de los yanquis hacia Centro y Sudamérica.

EL ARTE DE HACER LA GUERRA

Sólo cuando el Estado nacional está en plena decadencia; cuando las clases explotadoras están llenas de lacras morales, de vicios y de ambiciones manifiestas; cuando los funcionarios, de toda índole, se corrompen; cuando el descontento popular se hace evidente; y cuando seguir con el "estado de cosas imperantes se hace ya para el pueblo insoportable", es cuando la guerra de liberación nacional comienza a madurar, psicológica y políticamente, porque sus condiciones objetivas y subjetivas, es decir, dialécticas, están dadas en el espíritu popular y en las contradicciones jurídicas, sociales y económicas de una sociedad decadente y corrompida.

Ahora bien, al comenzar, una guerra revolucionaria el ejercito popular tiene pocas dimensiones militares, le falta agilidad, potencia de fuego, capacidad de maniobra; y quizá lo único con que cuente, en principio, es con entusiasmo .y mucha moral en los cuadros de mando y en los soldados que suplen la falta de material bélico para aguantar con la defensiva elástica los primeros choques frente a un ejército mejor armado. Cuando el adversario es más fuerte que el Ejército Popular de Liberación, la estrategia de éste ha de basarse en la movilidad, la utilización del terreno y en las maniobras rápidas para escapar así a los cercos repetidos que tiende el enemigo para destruir al EPL en una sola batalla. La estrategia del período crítico estriba en escapar a los cercos del enemigo; tal es el secreto del triunfo en las primeras batallas, y en la última que forma una continuidad concatenada con las primeras, como las partes que interdependen de un todo; así, pues, en el principio de una campaña está ya el fin y viceversa.

En la primera fase del EPL pudiera ocurrir que no se enfrenten ni siquiera un ejército contra otro, sino un puñado de guerrilleros contra un ejército; y un grupo de dirigentes políticos contra un Estado organizado. Ahora bien, el día en que el EPL defienda una región comenzará la lucha entre dos ejércitos y entre dos Estados; pero esta etapa no debe ser acelerada ni retardada. El éxito de la constitución de un Ejército y de un Estado revolucionarios depende de la cantidad de fuerzas, de la importancia industrial y agrícola de la región ocupada, de su contorno geográfico, que deberá ser muy montañoso y falto de comunicaciones (en China: la región del Yunan); en Hispanoamérica: (Bolivia, Ecuador, Colombia y otros "glacis", donde no pueden llegar las escuadras y los ejércitos imperialistas). Hablamos, pues, de una guerra en campo abierto y no de un golpe de Estado audaz ejecutado por sorpresa en una gran ciudad, lo cual supone una estrategia completamente diferente.

La segunda fase de la guerra comienza con la constitución de un ejército regular (seguido de la existencia de un movimiento guerrillero en territorio enemigo) y de la organización de un Estado. Durante esta fase, la ofensiva rápida y la defensiva elástica deben ser combinadas indistintamente, a fin de llevar al enemigo a un terreno y a unas campañas que él no elija ni determine.

La fase superior de la guerra alcanza su punto culminante, cuando el movimiento guerrillero se ha integrado en el ejército de grandes unidades para librar batallas de aniquilamiento del enemigo. Cuando empiezan las grandes batallas -y en ellas pierde el enemigo lo mejor de sus unidades y grandes cantidades de material y enormes extensiones de terreno-, debe practicarse una guerra a base de lograr la superioridad en hombres y en material; puesto que, en cada derrota del enemigo, el EPL, se habrá abastecido con el botín capturado de armas de todas clases. Durante la campaña final de la guerra, las batallas de aniquilamiento constituirán la mejor intendencia para el ejército propio por la cantidad de botín que ellas proporcionarán al Ejército Popular de Liberación.

En la primera fase de las guerras de liberación -durante algún tiempo- "la intendencia la tiene el enemigo"; y por tanto hay que saber atacarlo para abastecerse a costa de sacrificar pocos hombres. En esta fase y en la segunda, el Ejército Popular de Liberación no debe dejarse llevar del aventurerismo de los jefes revolucionarios que pecan de extremismo infantil o de derechismo anacrónico. Los ataques por sorpresa (así como su duración) deben ser precalculados racionalmente a fin de retirarse a su debido tiempo; pues de lo contrario una magnífica victoria podría convertirse en una gran derrota o a lo sumo en una victoria pírrica.

En consecuencia, la dirección de la guerra global debe estar en manos de un Partido de la Liberación y de militares leales e identificados con los objetivos políticos de ese partido, tanto en el aspecto social como en el económico y en el militar. Por tanto, la guerra global debe ser dirigida por un E. M. político-militar (estrategia); en cambio la guerra local (táctica) tiene que ser planificada por el E. M.; aunque dejando un amplio margen de autonomía a los jefes militares de, pequeñas y grandes unidades para que éstos, en todo momento, se adapten a su situación táctica, sobre todo, en la primera fase de la guerra de liberación: guerra guerrillera y de frentes discontinuos.

LA DIALÉCTICA DÉ LA GUERRA

Un ejército está compuesto de partes que integran un todo; algunas de estas partes pueden ser destruidas en el curso de algunas campañas; pero si se sabe hacer la guerra estratégicamente, el ejército nunca será aislado para ser aniquilado. Por tanto, la filosofía de la guerra aconseja no entrar nunca en una batalla problemática; hay que entrar en una batalla decisiva o en una operación cuando se está seguro del triunfo, mediante el conocimiento de la dialéctica de la guerra. Del mismo modo, no debe desencadenarse una insurrección armada contra el Estado burgués o semi-feudal si no están dadas las condiciones revolucionarias objetivas y subjetivas, es decir, si no opera todavía a favor del movimiento revolucionario la contradicción principal y la mayor parte de las secundarias en presencia.

Mientras un ejército revolucionario no es poderoso, por su cantidad de tropas y su material de guerra, su estrategia primordial estriba en realizar operaciones ofensivas y defensivas que proporcionen, diariamente, pequeñas victorias a las fuerzas propias y pequeñas derrotas al enemigo. Ésta estrategia debe practicarse, rigurosamente, hasta que la correlación de las fuerzas en presencia sea favorable al Ejercito Popular de Liberación. Durante la primera fase de la guerra antiimperialista hay que evitar ser blanco de las armas pesadas enemigas y, para ello, no hay que quedarse de objetivo militar pegándose al terreno. Contra la táctica del enemigo, que quiere aniquilar al EPL en una sola batalla, hay que recurrir a la estrategia de obligarlo a combatir en muchas y pequeñas batallas que debe perder hasta cansarse y desmoralizarse.

Debe evitarse, por todos los medios, lograr éxitos tácticos que constituyan, a la larga, derrotas estratégicas. Por ejemplo, la operación de los aliados en Narvik contra el ejercito alemán significó, en principio, un excelente éxito táctico; pero,- estratégicamente, implicó una derrota, pues los aliados no pudieron consolidar sus posiciones ni organizar ni conservar el terreno frente a las divisiones alemanas. En, consecuencia, la operación Narvik fue una derrota.

La operación Teruel -desencadenada por los republicanos contra los franquistas- fue, inicialmente, un triunfo táctico; pero, posteriormente, se convirtió en una derrota estratégica de gran significación, ya que los franquistas, en su contraofensiva, cortaron el territorio republicano en dos frentes: el del Centro-Sur y el de Cataluña Aragón. Y es que en una guerra política no todo se decide por las armas, precipitadamente, al modo de las ofensivas sistemáticas de los países imperialistas.

Las tropas y el material gastados por los republicanos españoles en las ofensivas de Teruel y en la batalla de Ebro, los dejaron agotados y, por tanto, a merced del enemigo que pudo, así, ganar la última batalla por extenuación del adversario. El error estratégico de estas dos operaciones estriba en que los republicanos no debían acelerar la terminación de la guerra decidiéndola precipitadamente por las armas; pues lo que importaba, estratégicamente, era ganar tiempo hasta que Europa tuviera que entrar en la guerra general, a fin de que los republicanos contaran a su favor con la contradicción democracias-países totalitarios.

Para ganar tiempo, la estrategia imponía la doctrina de la economía de fuerzas, incluso recurriendo, si preciso hubiera sido, a la creación de un frente discontinuo de grandes y pequeñas unidades guerrilleras. En este sentido, la guerra no puede ganarse hasta que no maduran las condiciones internas y externas que le son inherentes: aspectos económico, diplomático, social y político que sean contrarios al triunfo del adversario y favorables a la causa propia.

La ofensiva cerrada y brutal de von Manstein para conquistar Stalingrado, a pesar de su potencia de fuego y de fuerzas, le llevó a colocarse como objetivo militar de la artillería del mariscal soviético Voronov que aniquiló los blindados alemanes, colocando 4.000 cañones en 3.500 metros de frente. Los grupos artilleros del mariscal Voronov superaron "la táctica de Guderian"; los alemanes no sólo fueron frenados, sino aniquilados en el corredor Volga-Don. En Stalingrado, los alemanes perdieron más de 2000 blindados y cerca de 500.000 hombres. El mariscal Malinovsky -gracias al ejercito .artillero de Voronov-, pudo vencer a von Paulus y a von Manstein-, que fue el mejor de los generales alemanes. Luego -en la batalla de Kursk-Bielgorod- el mariscal Koniev, contando con los grupos artilleros de Stalingrado-, aniquiló más 1.000 blindados germanos- y otro medio millón de soldados alemanes. La precipitación del Führer, por querer ganar la guerra, le propinó sus grandes derrotas en los frentes del Este y del Oeste; pues ni la economía ni' las madres alemanas podían reponer, de la noche a la mañana, ni la sangre ni el material consumidos en Stalingrado y en Kursk-Bielgorod. Así, pues, los rusos ganaron la guerra: primero cediendo terreno (táctica del mariscal Sokolovsky) y luego recuperándolo (táctica de Koniev y Zhukov).
Entre naciones de gran poderío industrial cabe la estrategia de la ofensiva sostenida o de la "guerra relámpago" a base de librar grandes batallas; pero, entre una nación subdesarrollada y una nación industrializada, la guerra tiene que tener una estrategia diferente que entre los países imperialistas.
Un país débil, que lucha contra uno fuerte, tiene que hacer una guerra maniobrera basada, en principio, en armas ligeras de gran capacidad de fuego y movilidad. Las ofensivas del EPL han de hacerse después de que el servicio de información, en campo enemigo, indique, con precisión rigurosa, las zonas más vulnerables, aisladas, dispersas y confiadas del enemigo. Hay que operar, en principio, contra tropas provistas de artillería anticarro para apoderarse de esas armas y emplearlas luego, con ventaja, contra el enemigo; pites contando con "bazookas", con minas plásticas anticarro y con artillería ligera antitanque, se pueden obtener grandes éxitos militares sobre un ejército mecanizado como el ejército norteamericano. La guerra de Corea es una buena prueba de esta táctica que permite batirse ventajosamente, frente a un enemigo más poderoso que el ejército propio en material de guerra, pero que su propia pesadez le impide moverse ágilmente sobre el terreno.

Para maniobrar sobre el terreno, las tropas propias deben aprovisionarse con una impedimenta ligera, mientras que el enemigo (como en el caso de los yanquis), está paralizado por sus irresolubles y engorrosos problemas de logística. Cuando se opera contra un ejército como el yanqui, el logro de una sola victoria resuelve, por algún tiempo, los abastecimientos de alimentos, armas, municiones y otros problemas de intendencia militar y civil. En este sentido, la industria de guerra y la intendencia del EPL la tiene, en principio, el enemigo. Esta verdad condiciona los éxitos de las primeras operaciones del EPL; olvidarla es crearse con tradiciones económicas y estratégicas irresolubles en campo propio.

En la guerra, en buena estrategia, hay que resolver todos los aspectos particulares de los distintos frentes, teniendo siempre en cuenta una visión de conjunto de las operaciones; pero, sobre todo, como preparación moral, el EPL, ha de comer poco y marchar mucho; ahorrar municiones y comida; hay que dominar el hambre como la mejor arma secreta a esgrimir contra un enemigo rico y poderoso.
La resolución de los problemas estratégicos y tácticos -que se presentan en una campaña de guerra de liberación antiimperialista-, requiere, en síntesis, tener en cuenta estos principios estratégicos:

* Oponerse a todo espíritu de aventura tendiente a realizar operaciones ofensivas impremeditadas, o a la estatización y la pasividad en toda la línea de los frentes, porque ello conduce a la derrota.

* Despechar la estrategia de decisión rápida de la guerra, oponiéndose a las campañas largas, y recomendar al E.M. la práctica de una guerra larga, en cuyo desarrollo debe haber muchas campañas cortas de decisión rápida.

* Practicar una guerra de frentes móviles, y nunca de posición en frentes estables y continuos, y particularmente, durante la primera y la segunda fase de las guerras de liberación.

* Poner siempre en fuga al enemigo, sin empeñarse ciegamente, en su total aniquilamiento; pues la guerra no se gana en una batalla, sino en varias que van rompiendo la moral del adversario, y afirmando al par la de las tropas propias.

* No enfrascarse en una estrategia dual que persiga ataques en dos direcciones, sino una acción única y en tina dirección única; pues "el que corre dos liebres a la vez no suele cazar ninguna". La doble ofensiva germana contra Moscú y la Ucrania fue quizá el mayor factor de derrota que pesó en la campaña alemana de Rusia.

* En la época de los ejércitos guerrilleros de liberación y en la fase de liberación de ciertas regiones de un país, las retaguardias deben ser muy ligeras; pues ello facilita la ofensiva y la defensiva indistintamente.

* Centralizar en el E. M. la decisión estratégica; pero dejando a los mandos, de pequeñas y grandes unidades, una gran autonomía para que se adapten, en todo momento, a su situación táctica más conveniente para la economía de sus fuerzas y para logro de sus objetivos inmediatos y posmediatos.

* El Ejercito Popular de Liberación debe constituir un permanente medio de propaganda y de organización política, en las regiones donde resida o por donde pase. Para ello debe ayudar a los campesinos, a los obreros y a todos los patriota amados a castigar, implacablemente, las, manifestaciones (el militarismo despótico en sus propias filas y a exterminar todo brote militar que tome la forma de bandas errantes del EPL).

* El EPL ha de castigar implacablemente el bandidismo propio y el ajeno, y practicar una estricta y necesaria disciplina militar, sin que ella de lugar a erigir mandos que se conviertan en señores de la guerra, en caudillos y en caciques, tanto en el EPL romo en la política.

* El EPL debe ser, eminentemente democrático, y ha de predicar con el ejemplo para ir ampliando sus filas: repartiendo la justicia, acabando con los señores feudales y con las burguesías vendidas al imperialismo y liberando a los obreros, a los campesinos y al pueblo progresivo.

* Los cuadros del EPL tienen que ser flexibles, muy preparados políticamente, poco sectarios y sagaces dialécticos en la política y en la guerra.

* El Partido que dirija un movimiento de liberación nacional ha de procurarse aliados en todas partes: en las clases sociales progresivas; pues el uso y el abuso del terror pueden conducir a una psicología de abatimiento en la retaguardia y en los cuadros del movimiento de Liberación.

* El EPL ha de .progresar, día a día aumentando siempre sus efectivos, corregir sus errores y cosechar siempre nuevas enseñanzas. Los cuadros militares han de esforzarse por salir de su nivel primitivo pasando, continuamente, a un nivel, táctico y estratégico superiores para llegar así a una compresión racional de la política de guerra y de la dialéctica de la guerra que dejen poco al azar en la preparación de las operaciones militares.

En la guerra, hay que tener siempre en cuenta la interacción entre las fuerzas propias y las enemigas, entre las operaciones y las campañas y entre el reposo y el ataque (concentración, dispersión, ataque y defensa, avance y retirada, ataque principal y ataque de dispersión, etc.). Hay que hacer la guerra coordinando las operaciones que lo cubren todo (ejército regular) y las operaciones descentralizadas (ejército guerrillero operando en zona enemiga) ; hay que sincronizar la guerra de posición y la de movimiento; la de decisión rápida y la de entretenimiento; hay que armonizar la acción entre las grandes unidades y las pequeñas, entre los cuadros de mando y las tropas, entre los veteranos y los soldados bisoños, entre las regiones propias y las enemigas, entre las zonas que fueron propias y ya no lo son y entre las regiones fronterizas y marítimas con el interior; hay que utilizar militarmente -a su debido tiempo- las regiones frías y las calurosas en la lucha contra el enemigo; hay que planificar el trabajo militar y el trabajo político, puesto que, en una guerra político-militar, ello es fundamental para el logro de la victoria, y en fin, hay que esquematizar ordenadamente, las tareas ya cumplidas y las que falten por cumplir que deben ser previstas, dialécticamente, para no adelantarse ni retrasarse en la consecución de los objetivos principales y los secundarios.

LA POLÍTICA Y LA ECONOMÍA DE GUERRA

Al iniciar una insurrección, que luego ha de transformarse en guerra, hay que tener, previamente, muy en cuenta la consecución de los primeros objetivos militares, políticos y económicos que facilitarán, .posteriormente. la victoria, ahorrando vidas con el mínimo esfuerzo militar.
Todas las revoluciones triunfantes surgieron de la creación de una psicología de protesta y de rebeldía general dirigida contra los gobiernos y las clases dominantes de cada época.

La victoria -los primeros triunfos-, nunca se consiguen yendo a la consecución de los objetivos más difíciles de alcanzar en vez de ir a los más importantes y fáciles de lograr para inclinar así la balanza de la victoria de parte del pueblo. Así, por ejemplo, mientras el pueblo parisién atacó el Palacio de las Tullerías sufrió descalabros sangrientos, ya que se lanzaba inerme contra las puertas blindadas del Palacio Real guardadas por los soldados suizos. Luego cuando el pueblo tomó la fortaleza de La Bastilla, es porque antes había asaltado el Cuartel de los Inválidos que era el mayor parque de artillería y de fusilería de París. Con esas armas, el pueblo venció en la Bastilla y luego en el Palais Royal. En consecuencia, es equivocada toda acción insurreccional de masas, que va al asalto de las Casas de Gobierno, cuando los verdaderos objetivos revolucionarios son, previamente, los Parques de Artillería (armas) y las Radios (propaganda política de la Revolución). Sólo cuando un pueblo arma sus ideas es invencible. Por eso, la técnica del golpe de Estado no comienza por los ministerios, sino por la conquista de las armas para el pueblo, en los arsenales y en los cuarteles24.

Antes de desencadenar una insurrección hay que utilizar todos los medios posibles para armarse (contrabando de fronteras, compras de armas ligeras en el mercado nacional y trabajo político intensivo entre los mineros que trabajan con la dinamita), a fin de disponer de los primeros elementos de asalto al poder. Por ejemplo, vistiendo a civiles con uniformes militares, ello facilita la entrada en cuarteles y parques de artillería. De otra parte, la juventud revolucionaria debe ser trabajada en los años previos a su entrada en el Ejército, a fin de ser coordinada luego en los cuarteles por los comités provinciales y nacionales de defensa. No debemos olvidar que el, poder de la reacción es un poder de organización. Sólo superándolo y desintegrando el edificio que lo sustenta éste se vendrá abajo, con el mínimo esfuerzo. Todo es cuestión de trabajar bien políticamente. La acción será acertada, si el pensamiento que la precede es dialécticamente justo.

Así, por ejemplo, el triunfo del pueblo español el 18 de julio de 1936 se debió a que, éste, previamente, asaltó los cuarteles para armarse; sus primeras victorias fueron fulminantes, aplastantes; pero como el pueblo carecía de dirigentes, que tuvieran una visión dialéctica de la revolución, perdió luego la guerra, porque a ningún partido se le ocurrió organizar racionalmente la economía, la política y, sobre todo, explotar, inicialmente, los primeros éxitos militares, para no dejar así organizarse al enemigo que estaba, prácticamente, vencido. Los obreros de Madrid y de Barcelona y en general los campesinos carecían de experiencia militar; se dedicaron a hacer la guerra esporádicamente; ello los condujo a cosechar las primeras derrotas y a un estado psicológico de pérdida progresiva de la moral del Ejército Popular que vio levantarse delante de él un ejército profesional, más ducho y disciplinado que éste, al par que mejor armado y más ágil en la aplicación de los principios tácticos y estratégicos.

Por tanto, para ganar una guerra hace falta cosechar menos derrotas que el enemigo y más victorias; hay que tener una clara noción de la estrategia; pues la táctica viene sola en el curso de las campañas. Por eso, es disculpable equivocarse tácticamente, pero hay que evitar errores estratégicos en la conducción de una guerra pues, desde que se inicia, sus primeras operaciones deben estar concatenadas con las últimas. La guerra, con sus enseñanzas duras y sangrientas, es la mejor escuela de Estado Mayor en materia de estrategia y de táctica. Así, pues, no debemos dejar "a posteriori" lo que ha de ser previsto estratégicamente en el curso de las primeras operaciones, que ya implican en sí parte de las últimas, en buena dialéctica de la guerra.

Durante la primera fase de la guerra, los jefes políticos y militares deben tomar las disposiciones necesarias para que sean utilizadas todas las posibilidades militares y económicas, tendientes a crear una economía bélica y una psicología de guerra inspirada en una moral combativa inquebrantable. A tal efecto, entre otras, deben tomarse las siguientes previsiones tácticas y estratégicas:

* Requisar las necesarias herramientas de trabajo que puedan aportar medios para la formación de un cuerpo de fortificaciones y de rudimentaria ingeniería militar.

* Utilizar las comunicaciones para formar un cuerpo civil y militar de transmisiones.

* Requisar los medios de transporte necesarios para organizar la intendencia del ejército, el municionamiento y el transporte de tropas (Cuerpo de Tren).

* Hacer de los conductores de tractores los futuros tanquistas. -Planificar los recursos económicos, a fin de que sea establecido el racionamiento y se asegure así la creación de un cuerpo de Intendencia Militar y un Comisariado Civil de Abastecimientos. -Utilizar todos los talleres y fábricas, dedicados a la metalurgia y a la química industrial, para procurarse medios de combate propios (municiones, armas, etc.).

* Hasta las fraguas de las haciendas y las de los pueblos pueden ser utilizadas como industria de guerra de emergencia. -Movilizar a los médicos, practicantes y enfermeras para contar con un servicio de sanidad militar, en la retaguardia y en el frente.

* Hacer de los estudiantes de ciencias y de ingeniería, los oficiales de artillería y de servicios especiales de E.M. así como los del cuerpo de cartografía militar y de otros cuerpos técnicos del Ejército Popular de Liberación.

En suma, todas las posibilidades de una región tienen que ser planificadas, racionalmente, para crear una economía bélica y un espíritu de guerra, a fin de aguantar, con seguridad y fe en el triunfo, los primeros choques con el enemigo, choques éstos que son los más difíciles de soportar y de superar.
En países, como los hispanoamericanos, una guerra global de liberación antiimperialista plantea operaciones sobre un espacio, que habla el mismo idioma y tiene un desarrollo desigual, de región a región y de nación a nación, ello tanto en el aspecto cultural como en el industrial y en la red de vías de comunicación. En algunas de estas regiones se podrá combatir, con ventaja, como tropas guerrilleras, mientras que en otras se requerirán tropas compactas y regulares, sobre todo, en operaciones de llanura donde el terreno no se presta a la guerrilla como la montaña.

En la mayor parte de los países hispanoamericanos coexisten, de un lado, una economía capitalista, tradicionalmente frágil y rudimentaria y, del otro, un régimen predominantemente feudal o semifeudal, en el campo. Muchas naciones hispanoamericanas tienen aún forma o apariencia de Estados y feudales. En muchos países centro y sudamericanos la composición de la población trabajadora está integrada por más campesinos que obreros. Así, pues, en ciertas regiones, la revolución deberá adquirir un marcado carácter de revolución agraria, mientras que en otras tendrá que revestir un carácter más proletario, más socialista, menos rural, ya que la contradicción social predominante existirá entre la burguesía declinante y un movimiento proletario ascendente.

En las regiones semifeudales, el gobierno central es débil y fácil de abatir; pero, en el campo, los señores, aunque son minoría, son fuertes apoyados en los gobernadores, en esta especie de condes medievales que imperan en las provincias hispanoamericanas. Para liquidar a los señores de la tierra como clase, hay que entregársela a los campesinos. Sin embargo, para ello, habrá previamente, que liquidar el poder de los gobernadores o de las fuerzas locales represivas; luego todo lo demás será fácil. También deberá intentarse ganar adeptos en las fuerzas de represión como política de división de las fuerzas armadas contrarrevolucionarias.

En una guerra por la liberación antiimperialista de Hispanoamérica, la lucha debe adquirir contornos similares a los de la guerra de liberación de China: primero liberar una región; luego paulatinamente las otras, a medida que el imperialismo, el feudalismo y capitalismo vernáculo se vayan debilitando. En principio, la región de donde parta la reconquista debe ser montañosa, carente de comunicaciones y no desprovista de recursos económicos. De esa región partirá el movimiento de liberación, cuando el imperialismo tenga las manos atadas en otros frentes internacionales; entretanto la zona de montaña impedirá operaciones enemigas de grandes unidades provistas de material pesado; puesto que es más inmune que la llanura a los grandes bombardeos aéreos.

En suma, la guerra en escala continental, por ejemplo, en Hispanoamérica debe ajustarse al desigual desenvolvimiento político y económico existente de país a país, no olvidando por consiguiente que, en principio, el imperialismo controla las comunicaciones, las posiciones económicas claves y la industria de América del Centro y de América del Sur, medios que habrá que arrebatarle en el curso de varias campañas consecutivas: unas después de otras y no todas a la vez.

LA ORGANIZACIÓN DE LAS CAMPAÑAS

Cuando un Ejército Revolucionario comienza a organizarse, su debilidad de fuerzas, de fuego y de preparación teórica y práctica le obligan, necesariamente, a realizar, sistemáticamente, operaciones defensivas combinadas, a menudo, con "acciones ofensivas de tipo avispa": 10 contra 1, cuando el enemigo posee estratégicamente 10 divisiones contra 1 propia.

Mientras el enemigo sea más fuerte tácticamente, el Ejército Revolucionario debe procurar, por todos los medios, ser superior estratégicamente, a fin de que la correlación de fuerzas en presencia pueda ser modificada favorablemente recurriendo a "la táctica de atacar 10 contra 1".
Sólo así la batalla será ganada en virtud de una dialéctica de la guerra que no deja al azar como lo hacían los viejos generales-, los problemas claves de la guerra, que deben ser conocidos, racionalmente, y no dejarlos a merced de improvisaciones de los tácticos y los estrategos empíricos que no saben utilizar el material humano, el terreno y el material de guerra.

Sólo un Ejército Revolucionario puede emplear alternativamente la táctica de "ataques de avispa", seguidos de retiradas fulminantes, antes de que el grueso de las tropas enemigas venga a restablecer el equilibrio de fuerzas y de fuego roto por las operaciones guerrilleras basadas, principalmente, en el factor sorpresa y en la superioridad de material humano sobre un solo sector y no en todo el frente.
Al constituirse un EPL, los jefes políticos y militares que lo manden, han de tener presente, para su doctrina militar, los siguientes preceptos tácticos y estratégicos:

1. Hay que estar siempre preparado, a fin de que el enemigo no consiga realizar nunca operaciones de cerco, que copen el grueso de las fuerzas propias, pues si ello ocurriese, el EPL puede ser aniquilado o reducido, durante mucho tiempo, a la pasividad que es la antesala de la derrota, o que aleja las perspectivas de la victoria.

2. Debe tenerse un especial tacto y oportunidad para detener una ofensiva enemiga, habiendo estudiado para ello, previamente, todos los elementos tácticos, estratégicos y logísticos que plantee una contra-ofensiva.

3. En las retiradas hay que predeterminar, minuciosamente, la línea más favorable de repliegue y preparar, a tiempo, la movilización política de las zonas de retirada, a fin de que cuenten los soldados propios con la asistencia de la población civil en lo económico, lo militar y lo político. A tal propósito, hay que dejar numerosos guerrilleros, camuflados como campesinos en la retaguardia enemiga, para hostigar al adversario, lograr información y levantar la moral revolucionaria en territorio enemigo.

4. Debe evitarse que el enemigo desencadene su ofensiva, cuando se inicia la propia. Por tanto, el día (D) y la hora (H) de una operación constituyen uno de los problemas claves a resolver para la mejor consecución del triunfo.

5. El Servicio de Información en Campo Enemigo tiene que hacer detallados informes de la situación del adversario: (estado de opinión política, situación financiera, situación militar, etc.). No deben exagerarse los defectos del enemigo ni sus debilidades, limitándose a destacar las contradicciones en el seno de los cuadros de mando y entre las clases opuestas en la retaguardia. Tampoco han de hiperbolizarse las derrotas del adversario, pues ello hace cosechar falsas ilusiones y darse una moral alegre y confiada que puede ser funesta.

6. Al atacar, es preciso hacerlo más bien pronto que tarde; pues hay más probabilidades de triunfo en el primer caso que en el segundo, porque así se asegura el factor sorpresa que tiene suma importancia en la psicología de la guerra.

7. Las operaciones ofensivas del EPL nunca deben desplazarse hacia zonas políticas y económicas no favorables a los ideales del movimiento de liberación antiimperialista, antifeudal y anticapitalista.

8. En toda operación, ofensiva o defensiva, hay que tener previamente resuelto los problemas de abastecimiento y los de carácter financiero y la política de policía sobre los elementos sospechosos del campo propio que pudieran, no vigilados a detenidos, convertirse en una "quinta columna" peligrosísima.

9. Una de las condiciones primordiales de la victoria reside esencialmente en poder siempre escoger el terreno conveniente para dar la batalla, terreno que ha de prestarse al autoabastecimiento y al entrenamiento de las tropas, a fin de entrar en batalla en buenas condiciones morales y materiales.

10. Para evitar una campaña de cerco es necesario. movilizar políticamente a la población civil de las zonas donde opere - el EPL; pues así se logra estar bien informado sobre los puntos más débiles del cerco, que podrá ser roto por su eslabón más flojo. Se debe preparar a la población políticamente para que coopere en la lucha armada por la defensa de sus conquistas sociales y económicas y de su territorio- Para ello, la población civil ha de estar bien informada sobre la gravedad de la situación, salvo en lo que respecte a secretos de alto valor militar. Esta tarea se realiza fácilmente, cuando se ganan, diariamente, nuevos cuadros de adeptos a la causa de la Liberación.

11. Un Ejército Popular de Liberación -que realiza una guerra político-militar-, tiene que desarrollarse en dos direcciones: una política, que tiende a ganar la simpatía y la ayuda de la población civil, y otra, militar, que permita reponer y ampliar el material y los hombres perdidos en acciones de guerra. A este respecto, las cuestiones financieras y la economía de guerra son tan decisivas en la balanza de- la, victoria, como la estrategia y la táctica de un competente Estada Mayor (E. M.).

12. En la política de guerra la propaganda no debe ocultar la verdad, siempre que ello no produzca el pánico; hay que hacer una política de guerra que despierte el entusiasmo; porque el entusiasmo, en política, es la mayor fuerza para alcanzar el triunfo, hay, pues, que crear un sano y firme entusiasmo, sin que éste tome contornos de falsas ilusiones sobre los triunfos y las victorias del EPL.

13. En cuanto a los sectores de la población civil neutra, sospechosa o peligrosa, hay que proceder por gradación: inmovilizando a las personas peligrosas y vigilando de cerca a los sospechosos y neutros. Esta tarea debe ser encomendada al pueblo y no al ejército; pues el pueblo conoce a sus enemigos y se engaña menos que los policías.

La doctrina de la guerra revolucionaria tiene que inspirarse en una filosofía política que deseche la táctica y la estrategia vulgares, que exageran los triunfos propios y las derrotas del enemigo. Hay .que practicar una política que no se deje nunca seducir por los triunfos fáciles y por informaciones del enemigo poco seguras o fidedignas. Todo jefe militar tiene que reflexionar, concienzudamente sobre su propia situación y la del enemigo; pues de esa interacción dependerá su éxito o su fracaso en una operación ofensiva o defensiva, en el curso de una campaña.

Un E. M. avezado en los problemas de la estrategia y de la política global de guerra, no debe realizar planes que se contradigan con la realidad militar. Por tanto, éstos han de ser cambiados, radicalmente, en cuanto ellos comiencen a ser contradictorios. En la resolución de las contradicciones militares reside el secreto de la dialéctica de la guerra. Tal es la esencia de la estrategia; tal es la base del conocimiento de las leyes que gobiernan la guerra y que constituyen los principios de la estrategia moderna para la conducción de las guerras de emancipación nacional y social.

Un jefe militar y su E. M. tienen que conocer todos los detalles que puedan influir en el éxito de una operación: (conocimiento de las tropas propias y de las del enemigo, clase y cantidad de armamento en presencia, reservas de municiones y de abastecimiento civil y militar, características topográficas del terreno, clima, relieve y táctica habitual de los jefes enemigos que están, inmediatamente enfrente, en la línea de fuego.

En una guerra popular, hay que interesar al pueblo en ella; puesto que esa guerra acabará con el imperialismo, con los grandes terratenientes y los grupos capitalistas reaccionarios que impiden el desarrollo nacional y la industrialización acelerada de un país semi, colonial o colonial. Para hacer la guerra del pueblo, los cuadros políticos tienen que trabajar intensamente en la retaguardia, que es la base económica de los éxitos de vanguardia. Hay, por tanto, que presentar el EPL, como un dechado de heroísmo, como el arma de la justicia, como un ejército de liberación que acabará con los traidores de dentro y con el imperialismo apoyado interiormente en el capitalismo reaccionario y en los grandes señores que poseen la tierra en forma de feudos. Hay que decir al pueblo que el gran enemigo de la guerra de liberación, no es sólo el imperialismo, sino más aún la gran burguesía y los grandes terratenientes que se vinculan al capitalismo foráneo a través de un comercio ruinoso para la economía nacional, comercio que sólo enriquece al capitalismo de los "trusts" internacionales y a sus servidores en el seno de las burguesías y de las aristocracias indígenas vendidas al imperialismo.

La "estrategia del pueblo en armas" implica una política revolucionaria en el campo (revolución agraria) y en la ciudad (revolución industrial), lo que supone expropiar a los terratenientes en el campo y a los tiburones de la industria y de las finanzas en las ciudades al grito de: "las fábricas para los obreros y las tierras para los campesinos". La estrategia del pueblo en armas es invencible frente a los ejércitos reaccionarios que apoyan al imperialismo yante las fuerzas militares del propio imperialismo en tierra propia_

Bajo la protección del pueblo en armas, el EPL puede aguantar una época contrarrevolucionaria -replegado transitoriamente en determinadas regiones-, con la firme esperanza de alcanzar la victoria para mejor época. Así, China pudo replegarse sobre el Yunan, cuando el Japón, Alemania e Italia habían creado una época internacional contrarrevolucionaria a través de la política del Eje Berlín-Roma-Tokio. Cuando éste se quebró, los chinos volvieron al ataque, y de un ejército diminuto hicieron el Ejército Rojo de la? Revolución que venció a Chiang-Kai-Chek, a pesar de las armas y de la ayuda económica que le prodigaba el Pentágono. Cuando un pueblo se coloca, sinceramente detrás de su gobierno y de su Ejército, puede resistir los embates del imperialismo. En este sentido, la diminuta Corea es un ejemplo de heroísmo y de excelente política antiimperialista frente al poderío financiero y militar de Wall Street y del Pentágono.

Un ejército, que tenga una buena política de revolución agraria, nutre sus filas de soldados campesinos que son los más resistentes y de mayor rendimiento moral y físico en la guerra de guerrillas; soldados éstos que deben tener la firme convicción de que se están batiendo por sus intereses: (el derecho a la tierra que no quiere conceder el enemigo).

Hay que crear una base de Alianza Obrera y Campesina permanente contra el Feudalismo, el Capitalismo y el Imperialismo, haciendo así que las contradicciones sociales actúen contra estos grupos; y que desaparezcan, en la lucha, las contradicciones existentes entre los obreros, los campesinos, los intelectuales y la clase media.

En principio, el EPL no tiene poderío mientras que el enemigo lo es todo; el ejército propio está constituído al formarse por un puñado de hombres, por unos destacamentos que no tienen ni uniforme de soldados ni armas tan poderosas como el enemigo; pero ese ejército -que es inicialmente unas pocas unidades-, crecerá, luego numéricamente, si es justa su política con los campesinos, los obreros y las clases medias; si su política plantea, acertadamente, la revolución nacional de tipo democrático, en la etapa de lucha contra el imperialismo y la aristocracia de la tierra, o la revolución socialista en los países industrializados.

Cuando surge el ejército revolucionario, hay que economizar, usurariamente, las tropas; hay que conservar intactas las fuerzas propias para utilizarlas con ventaja, a fin de conseguir armas y abastecimientos de los que se carece y que los tiene el enemigo; pero que perderá parte de ellas en operaciones propias de ventaja. La estrategia estriba, entonces, en conservar la moral y evitar los errores. Al principio, hay que emplear la ofensiva estratégica (superioridad táctica) y la defensiva-activa (que es otra forma de la ofensiva), a fin de desgastar moral y materialmente al enemigo, al par que las tropas propias se amplían así con el botín conquistado al enemigo: (armas pesadas y ligeras y abastecimientos para-militares) .

Un ejército revolucionario no debe temer el resultado psicológico de operaciones basadas en planes de estrategia elástica. Las grandes potencias imperialistas son siempre partidarias de la ofensiva continuada, porque, cuando experimentan un gran revés, el pueblo, que no está políticamente con sus gobiernos, se subleva en las derrotas: (1905 en Rusia). En cambio, el ejército revolucionario puede operar, defensivamente, sin que su moral y sus adeptos disminuyan al ceder una cantidad de terreno al enemigo que obligue a éste a cansarse y entrar en tierra hostil.

Por tanto, durante la etapa de la guerra guerrillera, el EPL ha de tener presente, en su doctrina militar, estos preceptos:

1. No transformar la guerra guerrillera en guerra nacional de frentes continuos hasta que el enemigo no esté debilitado.

2. Para pasar a las grandes batallas, primero hay que superar la etapa de las contra-campañas (le cerco enemigo. En esta etapa todo cerco roto es una victoria táctica y estratégica que pesará, en lo futuro, en la última batalla que ya comienza a ser ganada en las primeras.

3. No deben los jefes militares ni el pueblo, hablar de victorias mientras np se rompan los cercos enemigos tendidos a los ejércitos guerrilleros descentralizados. La victoria estratégica no se logra, si un cerco es estrechado hasta el aniquilamiento de las tropas propias.

4. En las campañas de aniquilamiento, el enemigo se empeña en brutales ofensivas que deben ser contestadas con retiradas elásticas que en cierto momento y en terreno apropiado se transformen en ofensivas, cuando el adversario esté extenuado. Así, pues, cuando el enemigo ataque, uno debe defenderse y cuando él se defienda hay que atacarlo. Tal es el eterno proceso de la guerra como resultado de la interacción de dos fuerzas contrarias que se penetran e interdependen dialécticamente y que, finalmente, una de las dos se transforma en su contraria por la victoria.

5. Dialécticamente, el cerco y la contracampaña que le debe seguir, constituyen las formas contradictorias de un todo, en que una de las partes se desarrolla a expensas de la otra.

6. Para un buen estratego toda batalla difiere de otra, porque la guerra es un proceso cuantitativo que, en cierto momento, se transforma cualitativamente, cuando uno de los dos adversarios ha perdido cuantitativamente la partida. Vigilar ese proceso cuantitativo y cualitativo de la guerra constituye la esencia de la estrategia, de la filosofía y de la dialéctica de la guerra.

7. Debe evitarse que un enemigo poderoso pueda enfrentar a las tropas propias en una sola batalla; pues el triunfo del más débil, en principio, reside en que su aniquilamiento sea imposible por un enemigo, inicialmente más fuerte.

8. No hay que darle importancia al terreno: se puede avanzar y retroceder, pues para ganar hay primero que dar. Retirarse o avanzar, sólo tiene significación en el conjunto de los objetivos esenciales de guerra y de las operaciones. Así puede transformarse indistintamente la ofensiva en defensiva y la defensiva en ofensiva. Tal es la nueva estrategia de las guerras revolucionarias.

9. La retirada es siempre necesaria cuando un enemigo fuerte impone sus decisiones. La gran marcha es conveniente entonces hacia posiciones más seguras; particularmente cuando se opera en zonas no ganadas aun políticamente, o cuando el imperialismo y sus secuaces poseen la fuerza militar más poderosa.

10. Ante una política militar de cercos repetidos no cabe la defensiva sistemática,. sino alternada con "ofensivas avispa" en los puntos más vulnerables del enemigo que deben ser sometidos a frecuentes "operaciones golondrina".

11. El Ejército Revolucionario parte de la nada para convertirse en la fuerza militar más potente. Cuando acabe la etapa guerrillera vendrán los uniformes, habrá un Estado, una economía segura, una industria y un poderío demográfico cada vez mayores. Por eso, toda revolución tiene sus períodos de defensa y de ataque; la victoria exige que éstos no sean confundidos. Así, pues, en principio, se retrocede para avanzar después, se defiende el ejército para atacar, se va en zigzag para seguir la línea recta; se abarca poco para apretar luego mucho, se va despacio para llegar más pronto.

Sin embargo, la retirada elástica nunca debe hacerse por temores infundados sobre el poderío del enemigo. Del mismo modo, no hay que tomar en consideración la política de los jefes militares, que envanecidos por una pequeña o gran victoria, ya quisieran seguir una ofensiva sistemática que podría consumir las fuerzas propias antes de tiempo, antes de la hora H en que la ofensiva será continuada, como consecuencia de que la correlación de fuerzas en presencia sea favorable al Ejercito Popular de Liberación.

En suma, para un Ejercito Revolucionario el terreno no es un fin sino un medio para realizar una guerra maniobrera inspirada en una estrategia que el enemigo sea incapaz de practicar, porque la guerra de movimiento, de salto, de avance y de retirada rápida, sólo es posible cuando no se es un general burgués que necesita un C. G., jefes de servicios de E. M., teléfonos, muchas tropas, material pesado, infinidad de medios de transporte, a fin de no moverse del Puesto de Mando, y contar con perfumería, peluquería y concubinas y otras comodidades poco castrenses.

LA RETIRADA ESTRATÉGICA

En el curso de una guerra revolucionaria, hay que emplear una estrategia que prepare, paulatinamente, el cansancio progresivo y la fatiga estenuante del enemigo, a fin de atacarlo, cuando su moral este quebrantada a causa del hambre, de las marchas, del sufrimiento, de sucesivas y pequeñas derrotas y de la aversión que sientan los soldados enemigos por sus jefes políticos y militares.

Napoleón fue vencido en Rusia, porque su ejército se estrelló contra el vacío (retirada elástica) hasta agotar la mayor parte de sus fuerzas morales y materiales. Luego fue atacado por los rusos en su retirada desordenada; y así estos consiguieron éxitos militares decisivos que prepararon la derrota de Leipzig. Las guerrillas españolas fueron aniquiladoras para el ejército de Napoleón que operaba en el Oeste. Ambos frentes -el ruso y el español- prepararon las batallas de Leipzig y de Waterloo.

La ofensiva sistemática -como guerra relámpago-, en cuanto la guerra se alarga demasiado conduce a la derrota. Los alemanes en 1914-18 y en 1939-45 cometieron el error de realizar una campaña ofensiva desesperada; en la primera guerra, tuvieron su Marne y su Verdún y en la segunda guerra su Stalingrado y Kúrsk-Bielgorod.

En cambio, la retirada francesa hacia París, en 1914, modificó favorablemente la correlación de fuerzas en presencia a favor de los franceses, aunque eran militarmente más poderosos los alemanes. La estrategia defensiva gala permitió aniquilar el ala derecha del ejercito alemán, en el Marne y en Verdún, y frenar así a todo el ejercito germano en el Frente Occidental.

La estrategia de "ofensiva avispa" permitió al general Hindenburg _aplastar a los rusos en Tannenberg, cayendo sobre un ala del frente de éstos con superioridad de fuego y de fuerzas, lo cual obligó al E. M. ruso a frenar su ofensiva y a hundir todo su frente, en extensión y en profundidad. Los éxitos del mariscal Zhukov en la batalla de Moscú se basaron en lograr la superioridad de fuego y de fuerzas sobre el enemigo en un punto del frente. Así, pues, cuando los alemanes fueron superiores tácticamente los soviéticos lo fueron estratégicamente y viceversa.

Por lo tanto, mientras un ejército revolucionario no cuente con fuerzas y potencia de fuego igual a su enemigo, tiene que imponerse, rigurosamente, la práctica de las normas que regulan la retirada estratégica:

* Hay que incitar al enemigo a que penetre en campo propio para aniquilarlo en terreno abonado políticamente y propicio geográficamente. Esta estrategia requiere un pleno dominio político de la región donde se realicen las operaciones. Los jefes militares del EPL deben tener absoluta confianza en su E. M. y en el Movimiento de Liberación; pues, de lo contrario, podrían considerarse la retirada estratégica como sinónimo de traición. Tal vez el factor esencial de la retirada estratégica no resida en la pericia del mando para ordenar escalonadamente el repliegue, seno en convencer políticamente a los militares leales en que "sólo retrocediendo se conseguirá luego avanzar, dando un paso atrás para dar luego dos adelante".

* La retirada centrípeta debe converger sobre un ;punto determinado del territorio propio. El Servicio de Información, continuamente, debe comunicar, desde campo enemigo, los datos logísticos, morales, psicológicos y la dirección de las columnas y, sobre todo, localizar las que presenten puntos débiles y cuenten con mucho material, abundantes depósitos de intendencia y gran cantidad de armamento ligero.

* Hay que evitar -a la defensiva- los fuertes golpes del enemigo y castigarlo -a la ofensiva- cuando se retire.

* Hay que descubrir, en el E. M. enemigo, los errores tácticos y estratégicos que este ha empleado sistemáticamente, a fin de estimularlo en sus operaciones desastrosas.

* Al efectuar maniobras de dispersión, cuando el ataque principal vaya dirigido hacia el Este se debe comenzar por operaciones menores en el Oeste, a fin de desconcertar al enemigo.

* Presionado por el enemigo, el ejercito propio debe batirse en retirada hasta que aparezca una brecha del adversario, que siempre se produce y hay que saber aprovecharla y esperarla.

* El E, M. político-militar, en cuanto a estrategia debe tener un especial tacto para fijar, geográfica y cronológicamente, la línea de retirada del EPL. A este respecto, hay que efectuar previa_ mente, un intenso trabajo de fortificaciones paga :utilizar el terreno defensivamente. Ahora bien, si la ofensiva enemiga es violentísima y no resisten las fortificaciones -o ello obligase a trabarse en una batalla final de aniquilamiento- antes que comprometerse en ella, la retirada deberá continuar para modificar así la situación favorablemente. Luego se obligará al enemigo a entrar en combates aislados, donde comenzará a perder pequeñas batallas. No olvidemos que para avanzar hay, a menudo, que retroceder. Aferrarse a la tierra -cuando no se es tan fuerte como el enemimigo- conduce a jugarse estúpidamente el ejército en una sola batalla; y esta estrategia de desesperados es propia de gentes que no conocen la dialéctica de la guerra.

* —Para merecer la victoria es necesario prever oportunamente, el momento de la retirada y del avance; una ofensiva precipitada sacrifica vidas inútilmente y una retirada retardada produce, siempre, muchas bajas e irreparables pérdidas. Por tanto, la ofensiva y la defensiva se emplean indistintamente, según las informaciones que se tengan del enemigo y según la situación propia.

* -Uno de los factores fundamentales para lograr la victoria -en la guerra defensiva- estriba en preparar políticamente a la población civil, a fin de que ésta tenga la convicción de que el enemigo va a entrar para salir después quebrantado y desmoralizado. Así -durante la penetración enemiga-, la población civil adepta se convierte en ejército guerrillero y en espía del Servicio de Información en Campo Enemigo del EPL. Ahora bien, para que el pueblo sienta la guerra de liberación, su guerra, la guerra del pueblo, hay que liberar a éste de los señores de la tierra; y a los obreros de los capitalistas que dominan la industria y el comercio en sociedad comanditaria con el capital financiero foráneo.

Sin política popular no hay Ejército de Liberación, ni posibilidades de derrotar al enemigo. No olvidemos, a este respecto, que "la guerra es la continuación de la política por otros medios" y que, para interesar en una guerra revolucionaria al pueblo, hay que redimirlo del feudalismo, del gran capitalismo y del imperialismo.

Cuando el pueblo da su sangre, en una guerra de liberación y rivaliza en heroísmo, la victoria es segura. No importa que, en principio, las fuerzas propias retrocedan. Lo que cuenta es que éstas se conserven para emplearlas en mejor oportunidad, a fin de recuperar luego el espacio perdido. Cuando los soviéticos fueron sorprendidos por los alemanes, el 22 de junio de 1940, sólo les que daba un recurso frente a la Wehrmacht: ceder terreno y cansarlos hasta esperar un momento favorable de contraofensiva. He aquí lo que dijo -a este respecto- el mariscal soviético Sokolovsky -ante un grupo de jefes del E. M. durante el desarrollo de la "batalla de las fronteras"-: "Los soviéticos somos todavía mucho más débiles que los alemanes. Nuestros efectivos son numéricamente inferiores, nuestro material es cualitativamente inferior al material alemán... Por tanto, un factor nos es favorable: el espacio. Hace falta utilizar este factor para castigar, fatigar y desgastar al enemigo, haciéndole sufrir pérdidas de hombres y de material, para paralizarlo y disminuir así su potencial y su dinamismo".

A propósito de la "defensiva elástica" el mariscal Rokossovsky -considerado el Massena o el Clausewitz de los mariscales soviéticos- dijo, comentando la batalla de Stalingrado ante el E. M. soviético: "Las fuerzas acorazadas de von Manstein, denominadas "motpulk" (puño de acero), fueron aniquiladas por la artillería del mariscal Voronov, colocada en la ribera opuesta del Volga, fuera del alcance de los "motpulk". Mientras la artillería de Voronov cumplía su cometido se imponía una estrategia defensiva, a fin de no prestarse a una batalla de aniquilamiento. Hacía falta ceder espacio para ganar tiempo, y para no comprometer rápidamente las reservas en formación. Es la estrategia defensiva, inicialmente, la que nos salvó en Stalingrado. Y es que ante la superioridad táctica de los alemanes nosotros debíamos buscar soluciones exclusivamente estratégicas". Luego irónicamente, el mariscal Rokossovsky terminaba así su disertación: "Cuando Júpiter quiere perder a cualquiera comienza por privarle de la razón".

Si en las guerras, entre grandes potencias industriales, da resultado la estrategia defensiva, es indudable que ella será aun más eficiente para comenzar la lucha armada por el triunfo de los movimientos (le liberación nacional de carácter antiimperialista: (Indochina, Indonesia, Filipinas, China, Corea, Malasia, etc.).

Las guerras, que se van a producir en la segunda mitad del siglo XX serán, predominantemente, de carácter antiimperialista o guerras civiles que plantearán la revolución socialista, 'en los países avanzados, y la revolución popular en los países subdesarrollados.

LAS GUERRAS FUTURAS

Todas las guerras que se produzcan, en lo futuro, serán eminentemente políticas. Por consiguiente, los Estados Mayores (E. M.) deberán ser político-militares. A este respecto, dice el mariscal soviético Vassilevsky: "Las masas proletarias deben sincronizar sus manifestaciones de clase con las operaciones puramente militares,en las cuales participa el Ejército Rojo. Así el E. M. de este ejército debe ser compuesto de militares calificados y de miembros del Partido que ocupen los puestos más elevados. Y es en las manos de éstos, y no en las de los militares, donde deben estar las palancas de mando".

El mariscal Bulganin, en su tesis: "Los problemas de la guerra y de la paz en la época del ultra-imperialismo" -planteando la guerra político-militar- dice: "Estando dados los enormes espacios sobre los cuales se desenvuelven las operaciones, es muy difícil encontrar una solución a la guerra por medios puramente militares. Los medios políticos -la propaganda-, se convierten, por tanto, en un arma tan eficaz como los cañones, los aviones y los carros.
"Estos medios políticos provocan la parálisis del ejército enemigo, disolviendo el valor combativo de sus soldados y aniquilando la autoridad de sus E. M., mediante el quebrantamiento de la disciplina y de la jerarquía".

"Es, pues, evidente que la preparación de la guerra debe comprender -al lado de las medidas estrictamente militares, concernientes a la movilización de los efectivos, su transporte, su abastecimiento en municiones, su equipo moderno de aviones, carros, cañones autotransportados y carburante necesario-, la organización de un sistema de propaganda política, cuya finalidad estriba en cimentar firmemente la unidad y la moral de los combatientes y de Insuflarles la voluntad de batirse hasta la muerte".

"Otro fin "constructivo" de la propaganda debe estribar, sobre todo, en un fin "destructivo", en lo que concierne a los ejércitos enemigos: actuar sobre su moral por todos los medios, para descomponer su unidad interior y, sobre todo, destruir, en caso de coalición, la unidad de acción de los Estados Mayores". La política soviética contra la C.D.E. está destinada así a explotar las rivalidades y la desconfianza existente ya entre los aliados occidentales y, sobre todo, entre Alemania y Francia; luego será entre España y Francia, a propósito de Marruecos, y después entre unos países capitalistas occidentales contra los otros.

El mariscal Bulganin -concretando su tesis sobre la guerra político-militar-, añade: "Los ejércitos que pierden su unidad interior y su solidaridad de acción son ejércitos anulados , bien que desde el punto de vista militar (armamentos y efectivos), ellos representen todavía un cierto potencial". A este respecto, el ejército francés de 1940 y el ejército italiano de 1943 revelaron una incapacidad manifiesta para defenderse y atacar, porque ambos estaban desarmados moralmente. Los soldados no creían en la guerra entre capitalistas, porque, en ella, siempre paga el pueblo el capital y los intereses que cuesta. Perfilando los contornos de la guerra futura, el mariscal Bulganin, expresa: En una nueva guerra... "la derrota significaría • la desaparición física del gobierno del país vencido y la instauración de otro régimen político, que representará a las capas sociales favorables a los intereses del vencedor".

..."las grandes guerras precedentes han demostrado la existencia de una ley histórica: la de que el que tiene la superioridad en el mar gana la guerra. Actualmente, esta ley se ha hecho caduca. La posición de "dueño de los océanos" fue favorecida por la existencia sobre el continente europeo de dos potencias continentales, que se neutralizaban recíprocamente: Rusia y Alemania.

"Una guerra futura vería al continente europeo unido en torno a la URSS. El dueño del mar, por tanto, perdería su situación privilegiada; de hecho, ya la ha perdido.

Otro factor antiimperialista -según Bulganin- lo constituye "la participación inminente de ciertos países semi-coloniales en la guerra, participación provocada por el deseo de acelerar su emancipación económica y de ocupar un lugar independiente, o autónomo en la economía mundial".

"No hace falta creer -prosigue- que todos estos países estarán con nosotros. La guerra será político-militar. Los países coloniales o semi-coloniales -cuyos intereses son semejantes a los de nuestros enemigos eventuales se colocarán, evidentemente, al lado de ellos".

En fin -según Bulganin- "la noción de neutralidad no será ya lo que fue. La neutralidad militar será posible a ciertos países alejados (Hispanoamérica?) ; pero la neutralidad económica será imposible de mantener. Los países "neutrales" serán incluidos automáticamente cuando terminen las hostilidades, en la armazón económica y en el régimen social del vencedor, exactamente como los países vencidos. (De ahí la universalidad de un triunfo socialista en escala universal). En consecuencia, del eventual choque entre el mundo capitalista y del mundo comunista puede surgir, dentro de poco tiempo, un nuevo mundo que hay que esperar se oriente hacia el socialismo.

Los días del capitalismo imperialista están contados en los años que quedan del siglo XX. Ahora corresponde a los revolucionarios asimilar la dialéctica de desintegración del imperialismo -en sus contradicciones económicas, sociales y jurídicas sin olvidar el conocimiento de la dialéctica de la guerra-, a fin de escoger oportunamente el momento histórico-político de eclosión de los movimientos de liberación nacional; y luego saber conducir las guerras de emancipación antiimperialista que de ellos se deriven. Creemos haber logrado ese objetivo en este libro, que no dice ya solamente que "el imperialismo es la última etapa del capitalismo", sino que añade y señala que ya estamos en "esa última etapa" de desintegración del imperialismo. En este sentido, creemos haber aportado una obra revolucionaria que hacía falta en la literatura marxista. Y si no nos engañamos en nuestras apreciaciones, "El imperialismo del Dólar", será el mejor antídoto contra la expansión del "macCarthismo", el "burnhamismo" y contra la "diplomacia de la estrangulación" y la política subterránea internacional de los trusts de Wall Street que -hacia adentro- llevan su contrario: el socialismo y hacia afuera: el imperialismo. Por eso, en buena dialéctica, todas las posiciones que pierda el capitalismo yanqui, hacia afuera, le producirán una revolución social hacia adentro. De ahí que luchar contra el imperialismo y vencerlo constituya el camino más corto y seguro de la humanidad hacia el socialismo.

CONCLUSIÓN

La guerra -como dijo Clausewitz- procede siempre de una situación política y tiene como fin un objetivo político. Es, pues, en esencia un acto político; es la continuación de la política.

En síntesis, las leyes de la guerra son siempre las mismas, en el espacio y en el tiempo, aunque su aplicación varía, en, las distintas etapas de la civilización. De ahí que la estrategia de ayer no sea válida mañana, cuando las circunstancias, las relaciones de clases y el progreso técnico modifican el arte militar.

La filosofía de la guerra se basa, esencialmente, en lograr la superioridad moral, numérica y material de un ejército contra otro; en sorprender al contrario; en el secreto y en la rapidez de las operaciones; en la necesidad de reunir las fuerzas en tiempo y espacio; en ser fuerte estratégicamente, cuando el enemigo lo es tácticamente y viceversa; en ser más fuerte que el enemigo en un punto decisivo; en la estrategia defensiva, cuando el adversario presiona ofensivamente, con superioridad de fuerzas y de fuego, hasta que llegue el momento del trastocamiento de la correlación de fuerzas en presencia; en contrarrestar los ataques a medida que éstos descubren sus puntos débiles o vulnerables y, en fin, en una dialéctica que permita ser fuerte en un punto del frente, cuando se es débil en la totalidad de éste.

No debemos olvidar --como decía Engels- que “el armamento, el reclutamiento, la organización, la táctica y la estrategia dependen, ante lodo, de la forma de producción y del estado de las comunicaciones en un momento dado".

La creación de las armas de fuego -si bien tuvo la virtud de modificar el arte de la guerra medieval- tuvo, además, el gran mérito de liquidar el poder- de los -señores feudales escudado tras de sus pesadas armaduras y de sus castillos-fortalezas.

"Las armas de fuego -expresa Engels- fueron, desde el prin-cipio, las armas de la ciudad y de la monarquía, que se desarrollaba y apoyaba en las ciudades contra la nobleza feudal. Las murallas de piedra de los castillos hasta entonces inabordables, caían al empuje de los cañones de los burgueses, al par que las balas de los arcabuces perforaban las corazas de los caballeros".

La guerra moderna, por su amplitud de medios económicos movilizados, es ya insoportable para las economías nacionales. En este sentido, el militarismo, a medida que se expande por la enormidad de su costo financiero, echa las bases de su propia destrucción, pues la sociedad entera no puede soportar la orgía que supone la militarización de las economías nacionales.

Por tanto, toda guerra moderna lleva, en su vientre, la revolución proletaria. Y es que la guerra proviene de que las formas productivas, engendradas por la sociedad capitalista, han entrado en contradicción con las relaciones sociales existentes, por lo cual la revolución socialista es ya una necesidad, a fin de trastocar de raíz el aparato de producción y de distribución de la riqueza, constreñida por los intereses privados de las oligarquías dominantes.

La guerra moderna es un "affaire" entre los grupos nacionales de la burguesía imperialista y tiene por objeto -hoy como ayer- realizar una redistribución de las riquezas mundiales en beneficio de las grandes potencias y en perjuicio de las naciones débiles.

En consecuencia, luchar contra la guerra es luchar francamente contra ese nacionalismo estúpido que sacrifica las vidas de los obreros y de los campesinos en holocausto de las burguesías nacionales. Así, pues, para desterrar la guerra sobre el globo terráqueo, hay que arrebatarle el Poder a la clase que dirige la guerra o que vive de ella, en su exclusivo beneficio.

Como señaló, justamente, Lenin: "si la guerra es una guerra imperialista reaccionaria, es decir, una guerra entre dos grupos mundiales de la burguesía reaccionaria imperialista, expoliadora, bandolera, toda burguesía - (incluso de un pequeño país) se hace cómplice de la rapiña, y yo, representante del proletariado revolucionario, tengo el deber de preparar la revolución proletaria mundial cómo única salvación de los horrores de la guerra mundial. No debo razonar desde el punto de vista de "mi" país (porque esto es la manera de razonar de un filisteo nacionalista, desgraciado cretino) que no comprende que es un juguete en manos de la burguesía imperialista, sino desde el punto de vista de mi participación en la preparación, en la propaganda y en la aceleración de la revolución proletaria universal".

En consecuencia, para acabar con la guerra imperialista, el proletariado tiene que hacer su propia guerra revolucionaria, suprimiendo, en cada país, a la burguesía como clase dominante. Esta guerra revolucionaria será la última de las guerras que, con su victoria, inaugurará, en el mundo, el reinado de la paz perpetua con la constitución de una sociedad sin clases antagónicas que supere al nacionalismo burgués.

Ahora bien -para que la victoria del proletariado sobre la burguesía sea efectiva y no en el papel-, éste tiene que organizar su propio ejército, su propio Poder de clase, pues, sin "desorganización" del ejército capitalista no puede producirse ninguna clase de revolución. Como -dijo Lenin- "el ejército es el instrumento más consistente en que se apoya el viejo régimen, el escudo más sólido de la disciplina burguesa, para apoyar la dominación del capital, para mantener y formar la mansedumbre servil y la sumisión de los trabajadores ante esa dominación. En este sentido, la contrarrevolución nunca pudo tolerar que al lado del ejército existieran obreros armados",

El desarme de las guerrillas europeas (FFI) en Francia y en otros países es prueba evidente de que la burguesía recupera su Poder a medida que les quita las armas de las manos a los trabajadores.

Por eso, el primer mandamiento de toda revolución triunfante -según Marx y Engels- estriba en deshacer el vieja ejército, disolviéndolo y reemplazándolo por uno nuevo. Una nueva clase no consolida su Poder, sino a condición de romper la vieja máquina del Estado que lo precedió. La revolución tiene que serlo de instituciones para evitar así las contrarrevoluciones y el retorno para siempre al antiguo régimen.



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Abraham Guillén Sanz, militante anarquista y economista libertario. Nacido el 9 de marzo de 1913 --según algunxs el 13 de marzo-- en Corduente (Guadalajara, España). Muere el 1 de agosto de 1993 en Madrid (España).
De joven realizó tareas agrícolas y trabajó extrayendo resina. Después estudió en Madrid becado por las autoridades republicanas. Afiliado a las Juventudes Libertarias de bien jovencito, fue también miembro de CNT y de la Federación Anarquista Ibérica (FAI). Durante los primeros meses de la guerra civil fue director de Juventud Libre, editada por el Comité Peninsular de las FIJL. También fue redactor de Castilla Libre y de CNT.
Marchó al frente y a partir de 1938 fue comisario político en la XIV División y del IV Cuerpo del Ejército, comandado por Cipriano Mera. También dirigió Nosotros, portavoz de FAI, de la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL) y de la Columna de Hierro en València.
El final de la guerra lo sorprendió en Alicante, donde fue detenido en el puerto. Condenado por un tribunal de guerra franquista, que le pidió la pena de muerte y que se la conmutó en el proceso por una condena de 20 años, fue trasladado a la colonia penitenciaria de Añover de Tajo, donde se evadió en 1942.
Después formó parte del Comité Nacional de la CNT clandestina hasta su detención en 1943. Encerrado en la prisión de Carabanchel, pudo escapar la noche de fin de año de aquel mismo año y, ayudado por un clan de gitanos libertarios, pasó a Francia en 1944. En el exilio francés dirigió en la sombra Solidaridad Obrera en la época de Laureano Cerrada y más tarde se implicó en las activitades de la procomunista Junta Suprema de la Unión Nacional Española (UNE), hecho por el cual fue expulsado de la CNT el 1 de febrero de 1946, pero fue rehabilitado con la llegada de Germinal Esgleas a la dirección del exilio.
En 1948 emigró a Argentina y pasó un tiempo en Uruguay y en Cuba. Durante el peronismo editó Economía y finanzas. En Buenos Aires se licenció en Económicas y fue profesor de Economía Política y director de Investigación Económica de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires. En Argentina colaboró en diversos periódicos, como: El Laboralista y Democracia; en Montevideo Acción; y en Lima, La Prensa. También fue asesor económico de la Universidad de Trabajo de Uruguay y experto internacionalista de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en economía autogestionaria y desarrollo cooperativo en Perú.
En 1961 fue encarcelado durante unos meses acusado de ser miembro de los uturuncos, guerrilla activa al noroeste de Argentina durante 1960 y 1961; a raiz de este hecho pidió asilo político en Uruguay en 1962 y, poco después, se puso en contacto con los elementos revolucionarios de este país. Durante estos años fue investigado de cerca por los servicios de inteligencia latinoamericanos y norte-americanos.
Cuando murió Franco, volvió a la península y en los últimos años destacó como conferenciante y escritor de ensayos en la prensa libertaria (Anarkia, Año Zero, Bicicleta, Cenit, CNT, Espoir, Icaria, Ideas-Orto, Historia Libertaria, La Lletra A, Nahia, El Olivo del Búho, Solidaridad Obrera, Tierra y Libertad, Vida Obrera, etc.). Su nombre -también utilizó pseudónimos (Jaime de las Heras, Fernando Molina, Arapey, etc.)- se popularizó como experto en técnicas de guerrilla urbana, en multinacionales, en autogestión y en temas relacionados con al guerra de España y la degeneración del comunismo. Para muchxs, fue el creador de la guerrilla urbana y de sus plasmaciones prácticas americanas (tupamaros, uturuncos, etc.); algunxs lo han calificado de anarcomarxista y de guevarista. Es autor de una cincuentena de libros sobre economía, política, filosofía, estrategia, historia, etc.
Algunos de los títulos que publicó son: La agonía del imperialismo (dos tomos) (1957), El imperialismo del dólar (1962), Teoría de la violencia (1965), Estrategia de la guerrilla urbana (1965), La rebelión del tercer mundo (1969), Democracia directa (1970), Socialismo de autogestión (1971), La elite del poder en España (1973), La colonización financiera del FMI (1973), La propiedad social, modelo de desarrollo peruano (1976), Revalorización de la guerrilla urbana (1977), Guerrilla 1 (en colaboración con otros autores) (1978), El capitalismo soviético: última etapa del imperialismo (1979), Economía libertaria, alternativa para un mundo en crisis (1988), Economía autogestionaria. Las bases del desarrollo económico de la sociedad libertaria, (1990), Socialismo Libertario. Ni capitalismo de monopolios ni comunismo de estado (1990), Técnica de desinformación (1991).

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Ya se ha actualizado el apartado de biografias dedicado al economista libertario Abraham Guillén. Se han incluido, además de algunas publicaciones recientemente localizadas y adquiridas, aquellos materiales y trabajos sobre Abraham Guillén que puedan ser de interés para los socios y socias, investigadores y curiosos por conocer la extensa obra de este economista.

Se puede consultar una breve biografia y la bibliografia completa pinchando aqui y también a continuación
Abraham Guillén Sanz nació en Corduente (Guadalajara) en marzo de 1913 y murió en Madrid en agosto de 1993. Resinero en su pueblo natal y estudiante en Madrid, fue becado por la República. Afiliado a la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL) en edad temprana, fue también miembro de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y de la Federación Anarquista Ibérica (FAI). Combatió en la guerra de 1936 y fue comisario de la 14ª División y del Cuarto Cuerpo de Ejército, comandado por Cipriano Mera; también dirigió Nosotros, portavoz de la FAI-FIJL-Columna de Hierro en Valencia. El final de la guerra le sorprendió en Alicante, donde se le detuvo; fue condenado a muerte aunque posteriormente se le conmutó la pena por veinte años de prisión,. Protagonizó dos fugas, una de Añover de Tajo (1942), tras la que militó en el Comité Nacional hasta su detención en 1943, la segunda con éxito: en 1945 escapó de Carabanchel y ayudado por una tribu de gitanos libertarios pasó a Francia.

 Una segunda fase de su vida se inicia con su marcha a Argentina (1948), Uruguay y algún tiempo en Cuba. Licenciado en Ciencias Económicas, ejerció de profesor de Economía Política (director de investigación económica en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires) y columnista de El Laborista, Democracia en Buenos Aires, de asesor económico de la uruguaya Universidad del Trabajo y periodista de Acción de Montevideo, de experto internacional de la OIT en economía autogestionaria y desarrollo cooperativo en el Perú, donde además colaboró en La prensa de Lima. Muerto Franco, retorna a España y en los últimos años destaca como conferenciante. Se le considera como el gran teórico de la guerrilla urbana y sus plasmaciones prácticas americanas (tupamaros, uturuncos, etc.).
A lo largo de su vida fue redactor de Juventud Libre en 1937, FIJL, director de Nosotros, Columna de Hierro, etc; también fue colaborador de numerosos periódicos de América (comentarista de economía y política internacional en la prensa peruana, uruguaya y argentina) como El Sol de Costa Rica o Diario 16 en España y en la prensa libertaria: Año Zero, Bicicleta, Cenit, CNT, Espoir, Icaria, Ideas-Orto, Historia Libertaria, La Lletra A, Nahia, El Olivo del Búho, Solidaridad Obrera de Valencia, Tierra y Libertad de México, Vida Obrera. Autor de una cincuentena de libros, su nombre se popularizó como experto en, además de las técnicas de guerrilla urbana, la economía mundial, el poder e implantación de las multinacionales, la economía autogestionaria y temas relacionados con la guerra de España y la degeneración del comunismo.



Algunos de los títulos que publicó son: La agonía del imperialismo (dos tomos) (1957), El imperialismo del dólar (1962), Teoría de la violencia (1965), Estrategia de la guerrilla urbana (1965), La rebelión del tercer mundo (1969), Democracia directa (1970), Socialismo de autogestión (1971), La elite del poder en España (1973), La colonización financiera del FMI (1973), La propiedad social, modelo de desarrollo peruano (1976), Revalorización de la guerrilla urbana (1977), Guerrilla 1 (en colaboración con otros autores) (1978), El capitalismo soviético: última etapa del imperialismo (1979), Economía libertaria, alternativa para un mundo en crisis (1988), Economía autogestionaria. Las bases del desarrollo económico de la sociedad libertaria, (1990), Socialismo Libertario. Ni capitalismo de monopolios ni comunismo de estado (1990), Técnica de desinformación (1991).

Bibliografía completa del autor
     Libros y documentos de trabajo

1. El destino de hispanoamérica. Bajel. 1952.
2. La oligarquía y el imperialismo. Dos males de la economía argentina. Bs.As., Cuadernos de Cátedra Lisandro de la Torre, 1957. INCLUYE: La oligarquía en la crisis económica argentina. Ed. Cátedra Lisandro de la Torre. Buenos Aires 1956 y Monopolios y latifundios contra la economía argentina. Como salir de la crisis estructural. Ed. Cátedra Lisandro de la Torre. Buenos Aires, 1956
3. La conspiración de la oligarquía. Radiografía del plan Prebisch. Editorial Guitem. Buenos Aires.1956.
4. La energía atómica y la industrialización argentina. Publicación en folleto.
5. La agonía del imperialismo. La crisis del capitalismo monopolista y la dialéctica de sus contradicciones. Tomo 1. Editorial Sophos. Buenos Aires. 1957.
6. La agonía del imperialismo. Los nuevos métodos de colonización financiera en la dinámica de la economía capitalista. Tomo 2. Editorial Sophos. Buenos Aires. 1957. (La lucha armada contra el imperialismo parte 1 y parte 2)
7. Historia de la revolución española. Editorial Coyacán. Buenos Aires. 1961.
8. El imperialismo del Dólar. América Latina: Revolución o Alienación. Buenos Aires, 1962.
9. 25 años de economía franquista. Ed. Periplo, Buenos Aires, 1964.
10. La segunda revolución española. Ed. Siglo ilustrado. Montevideo, 1965. (2ªEd. 1967).
11. Teoria de la violencia. Guerra y lucha de clases. Editorial Jamcana. Buenos Aires. 1965.
12. Uruguay, país en crisis. Nativa Libros. Montevideo. 1966.
13. Estrategia de la guerrilla urbana. Manuales del pueblo. Montevideo. 1966.
14. Como derrocar a Franco? España: estrategia para la liberación. Montevideo, unpublished ms. 1966.
15. El dilema económico de America Latina. Nativa Libros. Montevideo. 1967.
16. El mar: riqueza virgen del Uruguay. Montevideo, Universidad del Trabajo de Uruguay, 1967.
17. Comandante Ernesto Che Guevara. Guerra de guerrillas. Montevideo/Uruguay, 1968.
18. Pesca industrial y desarrollo económico. Ed. de la Universidad del trabajo. Montevideo, 1968.
19. Checoslovaquia 1968 (en colaboración con otros autores): “El rublo, el COMECON y Checoslovaquia”. Ed. Mordejai. Anilevich. Montevideo 1968.
20. Dialéctica de la política. Los años decisivos del siglo XX: crisis, guerras y revoluciones. Ediciones cooperativa obrera grafica. 1969.
21. La rebelión del tercer mundo. Andes, 1969.
22. Desafío al pentágono. La guerrilla latinoamericana. Editorial Andes. 1969. (Capitulos 1 - 2- 3).
23. Democracia directa. Autogestión y socialismo. Editorial Aconcagua. 1970.
24. Estrategia de la revolución latinoamericana. Montevideo, unpublished ms, 1971.
25. Socialismo de autogestión (de la utopia a la realidad). Ed. Aconcagua. Montevideo, 1971. RESEÑA. Nueva sociedad nº6 mayo-junio 1973
26. La década crítica de América Latina. Editorial Sandino. 1971.
27. El rublo y el dólar dominan el mundo. Montevideo, unpublished ms., 1971.
28. Dialéctica de las contradicciones en la Unión sovietica. 1972. Mimeo.
29. La guerrilla urbana de los Tupamaros en el Uruguay. 1972. Mimeo.
30. El desarrollo desigual entre las dos Américas. Montevideo, unpublished ms., 1972.
31. El pueblo en armas: estrategia revolucionaria. Montevideo, unpublished ms., 1972.
32. Neo-Marxismo y acción directa: Marx y Bakunin. ¿Estado burocrático o democracia directa? Montevideo, unpublished ms., 1972.
33. La caída del dólar. El derrumbe del FMI. Editorial Aconcagua. 1972.
34. La elite del poder en España. Ed. Aconcagua. Montevideo, 1973.
35. The philosophy of the urban guerrilla. William Morrow & Co, 1973.
36. La colonización financiera del Fondo Monetario Internacional. Transformaciones nº109. 1973.
37. Poder y crisis del dólar. Transformaciones nº94. 1973.
38. La universidad y el proceso de liberación de america latina. 1973.
39. La universidad y el proceso de liberación nacional. Libreria Cimarron. 1973
40. La dependencia economica en america latina. Tekne. 1973
41. La epopeya de la defensa de Madrid: combates homéricos de un pueblo invicto. 1975. Mimeo.
42. ¿Como se crea y funciona una empresa de propiedad social?. 1975. Mimeo.
43. Modelos de empresas de propiedad social. 1975. Mimeo.
44. Propiedad social y economia nacional. Perú. 1970-1975. Mimeo.
45. El cooperativismo peruano (interacción y desarrollo). Ed. Central de cooperativas agrarias café-perú. Lima, 1975.
46. Economia cooperativa: niveles de su integración y desarrollo. Central de cooperativas agrarias café-perú. 1975
47. Curso Regional Andino sobre Desarrollo y Participación. Aproximación a una nueva teoría de las crisis económicas ¿ciclos económicos o crisis sistémica?. Lima 20 al 30 de Mayo de 1975. Centro de Estudios de Participación Popular. Sistema Nacional de Apoyo a la movilización social.
48. Curso Regional Andino sobre Desarrollo y Participación. El gap tecnológico entre las dos americas. Dos mundos distintos en un mismo continente. Lima 20 al 30 de Mayo de 1975. Centro de Estudios de Participación Popular. Sistema Nacional de Apoyo a la movilización social.
49. Curso Regional Andino sobre Desarrollo y Participación. Explosión demográfica, latifundio y revoluciones en america latina. “Geografía del hambre” y desarrollo agropecuario. Lima 20 al 30 de Mayo de 1975. Centro de Estudios de Participación Popular.
50. Curso Regional Andino sobre Desarrollo y Participación. Imperialismo y mercado común latinamericano. Unidad efectiva y no retórica de los países latinoamericanos. Lima 20 al 30 de Mayo de 1975. Centro de Estudios de Participación Popular. Sistema Nacional de Apoyo a la movilización social.
51. Curso Regional Andino sobre Desarrollo y Participación. La industrialización en américa latina. Con mercados chicos, no se puede crear una industria grande. Lima 20 al 30 de Mayo de 1975. Centro de Estudios de Participación Popular. Sistema Nacional de Apoyo a la movilización social.
52. Curso Regional Andino sobre Desarrollo y Participación. La larga crisis de america latina. El dilema histórico: reforma a tiempo o revolución violenta. Lima 20 al 30 de Mayo de 1975. Centro de Estudios de Participación Popular. Sistema Nacional de Apoyo a la movilización social.
53. Curso Regional Andino sobre Desarrollo y Participación. Las inversiones extranjeras en america latina. De la colonización bajo bandera a la neo-colonización financiera. Lima 20 al 30 de Mayo de 1975. Centro de Estudios de Participación Popular. Sistema Nacional de Apoyo a la movilización social.
54. Curso Regional Andino sobre Desarrollo y Participación. Los nuevos métodos de colonización. El poder omnímodo del Dólar en el FMI. Lima 20 al 30 de Mayo de 1975. Centro de Estudios de Participación Popular. Sistema Nacional de Apoyo a la movilización social.
55. Crso Regional Andino sobre Desarrollo y Participación. Paises dependientes y potencias imperialistas. Endeudamiento de los pobres y relación de intercambio. Lima 20 al 30 de Mayo de 1975. Centro de Estudios de Participación Popular. Sistema Nacional de Apoyo a la movilización social.
56. La republica socialista: autogestión o burocracia?. 1976. Mimeo.
57. La propiedad social, modelo de desarrollo peruano (modelo peruano de autogestión). Ed. CENTRO-SIAMOS. Lima, 1976.
58. Revalorización de la guerrilla urbana. Ed. A.Guillén y D.Hodges. El Caballito México 1977.
59. I.T.T. I.B.M. en España (dependencia o autodeterminación). Ed. Zero. Madrid, 1978.
60. Guerrilla 1 (en colaboración con otros autores). Ed. Hacer. Barcelona, 1978.
61. El capitalismo soviético: última etapa del imperialismo. Queimada, 1979.
62. El error militar de las izquierdas. Análisis estratégico de la guerra civil española 1936-1939. Hacer, 1980.
63. El control de los derechos humanos y la doctrina de la seguridad nacional. Primer congreso Mundial de Derechos Humanos, Alajuela, Costa Rica. 1982. Mimeo.
64. Stadguerilla in Lateinoamerika, por Abraham Guillén. Rhizon Verlag. Berlin occidental, 1984.
65. Der krieg ahne Fronten und Schlachten, por Abraham Guillén. Rhizon Verlag. Berlin, 1984.
66. Economia Libertaria. Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid, 1988.
67. Economia Autogestionaria. Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid, 1990.
68. Socialismo Libertario. Madre Tierra, Madrid, 1990.
69. Tecnica de desinformación. Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid, 1991.
70. Revista Iberoamericana de Autogestión y Acción Comunal. Nº28,29-30 (Homenaje a Abraham Guillén. 1993.

Obras inéditas (o en preparación en su momento):

 71. Autobiografía.
72. Guerrilla 2.
73. Guerrilla 3. Hacer, 1980.
74. El capitalismo de Wall Street.
75. La crisis del franquismo y la liberación de España.
76. La dialéctica del pensamiento económico.
77. Principios de estrategia económica.
78. La guerra de España 1936-1939 (4 Tomos, obra inédita). Sin Fecha.
79. Filosofía de la acción.
80. Capitalismo y alienación.
81. España, agonía de un régimen (soluciones revolucionarias).
82. Estrategia de la acción directa. La guerra revolucionaria sin barricadas ni frentes fijos ni batallas prolongadas.


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En Anarkismo.net

Luego de terminada la segunda guerra mundial, han proliferado las guerra revolucionarias, si bien las guerrillas yugoeslavas, albanesas y chinas se insertaron o surgieron con la guerra a la escala universal. Apenas habían silenciado su tronar los cañones de la guerra imperialista, estallaron guerras revolucionarias: Grecia, Irán, Indochina, Argelia, Colombia, Cuba, El Congo, Angola, etc. Todo lo cual demuestra que estamos viviendo en una época de grandes conmociones sociales, muy similar a la de las guerras de religión (Reforma); pero ahora mucho más universal, vasta y revolucionaria; en el Siglo XVI emergía el capitalismo de las cenizas de la Edad Media; en nuestra época, aflora el socialismo por todos los poros sangrantes del capitalismo; pero no por evolución, sino más bien por revolución.

Objetivamente las condiciones históricas son revolucionarias; pero la victoria de los revolucionarios depende, subjetivamente, de emplear o no una política, una dialéctica, una estrategia, que conjugadas sean operacionales. De ahí que el camino hacía la Revolución sea dificil, cuando no se cuenta con una estrategia general (conocimiento pleno de los principios que rigen el arte de la guerra) y una estrategia específica (conocimiento de las leyes estratégicas válidas para un país dado, para una situación concreta). En este orden de ideas, sucede frecuentemente que un país o una región del mundo presentan, objetivamente, condiciones revolucionarias: (crisis económicas, guerras, caos social y político, etc.); pero, subjetivamente, no hay revolucionarios preparados para transformar las crisis económicas en crisis revolucionarias y las guerras nacionales o imperialistas en guerras civiles.

Desde la más remota antigüedad se han producido -en todos los tiempos- ocasiones históricas revolucionarias; pero los esclavos, los siervos o la plebe, no estaban preparados para conducir las fuerzas históricas; para quitar del Poder a las clases dirigentes; para sustituir un modo de producción decadente por otro régimen más expansivo, dinámico, en que las relaciones de producción (fuerzas productivas, formas de la propiedad, formas de Estado, etc.), estuvieran en armonía con las relaciones sociales (clases sociales, superestructura jurídica, filosofía, etc.). Si Espartaco hubiera sustituido la economía esclavista por una economía que consiguiera más libertad y mayor acumulación de capital, etc., hubiera vencido, largamente, a las legiones romanas. La derrota de Espartaco fue política, ya que sus huestes lograron muchas victorias tácticas, pero ninguna victoria política y estratégica.

Una clase, una nación o una civilización, desaparece o surgen en una batalla: perdida o ganada. En ese sentido, pudiera decirse, pues, que la “violencia es la partera de la historia”; pero hay que saber ejercerla estratégica, táctica y políticamente, para obtener más victorias que derrotas. Trazarse una estrategia correcta -antes de comenzar una guerra- es merecer el triunfo al terminarla. Ello es posible cuando un pueblo insurreccionado, un ejército, o una clase oprimida, cuentan con un Estado Mayor, con unos comandantes que reununcian a todo menos a la victoria, por más sacrificios que ella exija para merecerla. En este orden de ideas, Napoleón decía: “la moral es al material como tres a uno”. Esta tesis ha quedado demostrada en Viet-Nam, donde la estrategia logística (potencia militar de fuego y de número), a favor de los norteamericanos, no consigue vencer a un pueblo en armas (moral y movilización masiva de las masas populares). Frente a la estrategia logística (poderío económico y militar de una gran potencia) un pueblo subdesarrollado puede vencer a un país industrializado, si sabe emplear la estrategia de la guerra revolucionaria (guerra en superficie, en todas partes y en ninguna con frente fijo), hasta que la duración de la guerra desmoralice al adversario, no teniendo éste más remedio que negociar la paz, con abandono del espacio ocupado por la fuerza bruta: logistica, metalurgia, mecánica, etc.

Un país imperialista (ya se trate de una u otra ideología) será siempre obligado a utilizar la diplomacia, primero; la guerra, después; para ocupar los espacio económicos y geoestratégicos que lo conviertan en potencia mundial, en el epicentro de un grupo de potencias satelizadas: Estados Unidos (en la OTAN y el Mercado Común Europeo); la URSS, (en el Pacto de Varsovia y el COMECOM). Pero, a corto o largo plazo, se rebelan las naciones oprimidas: caso de Francia contra la colonización financiera del dólar; Rumania (1966), Hungría (1956), Checoslovaquia (1968), Albania 1961), China (1960), Yugoslavia (1948), contra el predominio económico del rublo; incluso la guerra puede estallar más posiblemente entre algunos países del Este que entre ciertos países del Oste.

La URSS y el EEUU siempre practican, como todas las potencias, la “estrategia de la alcachofa”: ir comiendo poco a poco, hasta que se acaba toda la alcachofa; pero entonces suele estallar una rebelión: Hungria, 1956; Santo Domingo, 1965; o el repliegue progresivo en una alianza de la que se va un país: Francia contra EEUU; Rumania, Checoslovaquia, China, Yugoslavia y Albania, contra la URSS.

La verdad es que un pueblo, por chico que fuere, si está unido, detrás de un gobierno que haga de comité revolucionario, puede desafiar militarmente a una gran potencia como Viet-Nam a EEUU; cosa que pudiera hacer igualmente, en defensa de su soberanía e independencia, frente a la URSS, Albania, Rumania, Checoslovaquia, Yugoslavia, China, etc. La guerra revolucionaria es válida también en el Este... Cuba, en el Oeste, existe revolucionariamente en la periferia de Estados Unidos, casi al lado del Pentágono; pero más por sus posibilidades de guerra revolucionaria contra EEUU que por la “ayuda” de la URSS.

TESIS SOBRE LA TEORÍA DEL “FOCO”


En la guerra revolucionaria, no rigen los mismos principios tácticos y estratégicos que en la guerra de grandes y pequeñas unidades regulares. Un ejército de línea es esclavo de su endivisionamiento sobre una línea regular de frente: una división tiene al frente al enemigo y en sus dos flancos otra divisiones amigas, a menos de quedarse con sus flancos descubiertos, expuesta al envolvimiento del adversario. Las formaciones militares regulares, cuanto más grandes sean, más y más dependen de sus comunicaciones y abastecimientos. En un ejército muy mecanizado, con divisiones pentagónicas de hasta 2000 vehículos de transporte y de toda clase blindados, la capacidad de movimiento puede ser inferior a la de la infanteria de la época de Ciro, en el siglo VI, antes de Jesucristo. En la guerra de Corea, las divisiones blindadas norteamericanas, no teniendo muchas rutas para eleigr, se embotellaban, no avanzando a una marcha superior a los 10 kilómetros por hora. En cambio, los chinos-coreanos con carretillas, bicicletas y 6000 infantes destinados a transporte, conseguían abastecer sus líneas en municiones, alimentos e implementos militares, pasando por todo terreno, burlando los bombardeos masivos de la aviación norteamericana, que machacaba, noche y día, las rutas chino-coreanas; pero ello no impedía que los recursos logísticos llegaran, a hombro de soldados o en carretillas, por caminos y vericuetos de montaña, hasta la vanguardia chino-coreana.

Una guerrilla, a diferencia de un ejército regular, no depende del espacio como las grandes formaciones militares en línea. Al contrario, una guerrilla móvil cede el espacio para prolongarse en el tiempo, eludiendo la batalla grande de línea, a fin de conservar su libertad de movimiento, para poder en todo momento llevar la guerra revolucionaria a la retaguardia del enemigo. Lo que importa, en una guerra revolucionaria no es la defensa o la ocupación del espacio (objetivos básicos de la guerra con grandes ejércitos en línea), sino más bien ganar la población que hay en el espacio del adversario, para que éste se halle cercado por todas partes, sin posibilidad de retaguardia sólida, teniendo que dispersarse por todas partes, a fin de que el ejército revolucionario sea más fuerte que el ejército reaccionario, en algún punto del frente, aunque sea muy débil en todos los puntos del mismo. La guerrilla debe buscar la superioridad de fuego y de número en lo particular, aunque sea inferior, como 1 es a 1000, en lo general. La clave de la doctrina político-militar de un ejército revolucionario consiste en contar con el apoyo masivo de la población, para poder trasladar su frente a la retaguardia enemiga, cuantas veces quiera, por medio de una organización territorial, de la cual careció el “Che” Guevara en Bolivia, en 1967, siendo así aislado de la población y posteriormente derrotado. En síntesis, los principios de la teoría del “foco” insurreccional podrían ser enunciadas en los temas siguientes:

I. - LAS TRES FASES DE LA GUERRA REVOLUCIONARIA


En una guerra revolucionaria se suelen dar tres fases bien definidas:

1ª) el ejército enemigo es muy grande y la guerrilla muy chica, reducida a una o más bandas armadas, sin posibilidad de mantenerse sobre terreno fijo, para eludir así la ofensiva y el cerco del adversario, en razón de su movilidad, seguridad, velocidad y combatividad;

2ª) la guerrilla gana población y aumenta su masa de combate pudiendo defender zonas liberdas, en alta montaña cubierta de bosque, pero son aferrarse mucho al terreno, mientras que el enemigo pasa de la ofensiva permanente a la política estática de gran cerco sobre una zona guerrillera liberada;

3ª) las bandas guerrilleras se convierten en ejército de liberación, empleando unidades relativamente grandes t de armamento semi-pesado (tomados al enemigo), aunque éste sigue manteneiendo, en la retaguardia del adversario, un enorme guerrilla apra así al enemigo entre dos fuergos, para levantar la población contra él.

En la 1ª fase se cede el espacio para eludir los cercos y batallas grandes; en la 2ª) fase, se conserva alguna o algunas zonas liberadas, para colocar un ejército contra otro, un régimen contra otro, un espacio contra otro; en la 3ª fase se ocupa el espacio enemigo, ya que sin ello no hay victoria; pero esto debe hacerse cuando el adversario esté desmoralizado, agotado, sin posiblidades de resistencia. Para ganar una guerra revolucionaria, no deben ser confundidas las tres fases de la misma: si el enemigo se desplomara en la 2ª fase tanto mejor; pero para no engañarse, hay que calcular la resistencia del adversario a su máxima capacidad y no a la mínima, al comenzar la lucha revolucionaria de liberación.

II.- ESTRATEGIA DE LA AUTODEFENSA

 Una zona de autodefensa local, o varias zonas, sin coordinación estratégica general no pueden vencer a un ejército regular como sucedió durante las guerras caampesinas de Alemania, en el siglo XVI. Si un ejército puede batir por seprado las zonas guerrilleras de autodefensa, unas detrás de otras, sin que ellas cooperen estratégicamente a la vez (para dispersar a su adversario): el particularismo guerrillero será vencido indefectíblemente. La autodefensa es una forma de la guerra revolucionaria, pero no la única, sino más bien complementaria de un ejército de liberación, que debe articular bajo su dirección estratégica la autodefensa, en campos y ciudades, como los escalones regionales (o provinciales) y las unidades militares del ejército regular revolucionario. La autodefensa aislada no tiene posiblidades estratégicas: la historia demuestra “que no puede existir un Estado dentro de otro Estado”. La categoria de totalidad tan válida para la estrategia como para la dialéctica: las cosas a medias no tienen sentido ontológico ni lógico.

III.- ESTRUCTURA DE UN EJÉRCITO REVOLUCIONARIO

 Un ejército revolucionario comienza por su base: guerrillas en montañas, campos y ciudades. Luego, se articula en milicias comarcales o departamentales; después, en escalones provinciales o regionales; finalmente, en ejércitos de liberación. Las milicias locales y los grupos de autodefensa combaten en su propia zona de acción (pueblos, departamentos y ciudades); los escalones regionales o provinciales son formaciones paramilitares que se crean con los mejores cuadros de las milicias locales; el ejército de liberación, se forma con lo mejor de los escalones regionales y de las milicias locales (con hombres que no pueden permanecer más en la retaguardia enemiga, por ser demasiado “quemados” y que, por ello, serán buenos combatientes para el ejército de liberación). Combinando escalones locales y regionales armados con el ejército de liberación, el enemigo siempre será atrapado entre un ejército revolucionario de línea y su vasta guerrilla en superficie (en todas partes combatiendo y hostigando al enemigo, pero en ninguna con frente fijo). Cuando el ejército de liberación necesite extraer masas armadas en la retaguardia enemiga (para hacer una operación sorpresiva de aniquilamiento contra una unidad adversaria), deberá movilizar a la hora y cita señalada, lo mejor y máximo de los escalones locales y regionales, para destruir al adversario. El ideal estratégico, en una guerra revolucionaria, es contra con 3 guerrilleros, en la retaguardia enemiga, por cada 1 soldado del ejército de liberación, en la vanguardia. Ello permitirá aplastar al enemigo con suma facilidad, escapando la guerrilla luego de termianda una batalla; pero dejando siempre tres parte del ejército revolucionario en la retaguardia enemiga: donde se libra la gran batalla por el control de la población. En el monte, hay más árboles que habitantes; es, pues, en la retaguardia enemiga, donde se dan las grandes batallas políticas de la guerra revolucionaria: huelgas, manifestaciones, actos de propaganda armada, bloqueo de comunicaciones, etc.

IV.- PARTIDO Y GUERRILLA


La guerra es un medio para la política: sólo se recurre a ella cuando una tiranía oprime y explota al pueblo, privándole de sus derechos políticos, de su libertad, de su derecho a la vida. Una guerrilla triunfará estratégicamente si su bandera de liberación representa políticamente la aspiración del 80% de la población oprimida. Por tanto, la guerrilla tendrá que contar con un frente unido de liberación: clase obrera, campesinos pobres, clases medias proletarizadas, que expresen el 80% de la población en una pís subdesarrollado. La guerrilla debe ser, a la vez, ejército de liberación y partido armado, sin tomar una denominación política dogmática, para movilizar así hasta las nuevas tendencias de la religión, desaburguesadas, que toman el camino a la revolución contra las oligarquias y el imperialismo. La guerrilla debe ser el brazo armado del pueblo, contando con un frente de clases, que cubra políticamente sus operaciones militares revolucionarias, en terreno y población favorables, a fin de lograr siempre más victorias que el ejército reaccionario.

V.- PROGRAMA DE LIBERACIÓN PARA AMÉRICA LATINA


El imperialismo económico genera la ley de división internacional del trabajo, creando así economías dependientes o de monocultivo. Por consiguiente, la Revolución en América Latina comenzará siendo nacional, pero no puede triunfar, plenamente sobre las oligarquías nativas y el imperialismo, más que a condición de ser revolución permanente. Cuando cada país es uno o dos productos de exportación para el imperialismo, la revolución nacional de fronteras adentro es una utopía. En América Latina, la Revolución debe abarcar un ancho frente de población insurreccionada, para vencer a los ejércitos cipayos (en la primera y segunda fase revolucionaria); y al ejército imperialista que los apoyará (para que no sean destruídos), en la tercera fase de la guerra del pueblo en armas.

Para merecer la victoria, el pueblo latinoamericano debe unirse sobre la base de un amplio frente de liberación continental que contemple, entre otros, los objetivos siguientes:

América Latina es un solo país: Hay que echar al imperialismo del espacio-latinoamericano, creando una república federal unitaria con todos los pueblos iberoamericanos.
Veinte naciones y una sola aspiración: En América Latina, la realidad es la unidad de origen y de destino histórico, el idioma iberoamericano, la ecumenicidad de la religión católica, la lucha común contra el imperialismo y las oligarquías, la unidad supranacional para superar la balcanización neo-colonial y el ratiquismo histórico; todo ello debe constituir la base amplia de un frente de liberación, que abarque el 80% de la población latinoamericana.
Prohibición de los monopolios: Las riquezas naturales, las industrias básicas, los servicios públicos, los medios de producción, cambio, circulación y consumo, en manos del imperialismo económico, será entregado al pueblo trabajador, para que éste lo dirija o explota por medio de la democracia directa de la autogestión, de la cogestión con la administración.
Supresión de los latifundios: La tierra es de los que la trabajan, sin mediación onerosa de las aristocracias feudales; es intolerable que el 1,5% de las fincas (latifundios) posean el 64,9% de la tierra, en América Latina. La reforma agraria es la base de la revolución latinoamericana: una gricultura moderna, mecanizada, bien abonada, cosntituye el más grande mercado para la industria urbana y la posibilidad de borrar la “geografía del hambre”. Con 750 millones de latinoamericanos en el año2000 no puede haber latifundios ni minifundios, sino una agricultura científica de autogestión cooperaria.
Frente de clases oprimidas: En América Latina hay que hacer una revolución con más clases que el proletariado urbano; hay que marchar hacia la liberación con un frente unido de los obreros, los campesinos, las clases medias proletarizadas, parte de las burguesías nacionales (que luchan contra el imperialismo por la defensa del mercado interno), el estudiantado, los intelectuales y las nuevas tendencias católicas (que aceptan y promueven el camino hacia el socialismo). Con este frente unido, teniendo unidad de pensamiento y acción, América Latina será una nación y su descolonización una realidad histórica.

El programa de liberación latinoamericano no debe tomar viejas denominaciones políticas. Desde el marxismo, el socialismo libertario, hasta el cristianismo desaburguesado caben, en ese frente unido, y todos los movimientos progresivos que se hayan liberado políticamente de la burocracia soviética, el imperialismo yanqui y las burguesias nacionales.

VI.- GUERRILLA: CIUDAD Y CAMPO



Regis Debray, en “Revolución en la Revolución”, hace las siguientes afirmaciones: “Cuando una guerrilla habla con sus responsables urbanos o con el extranjero habla con “su burguesía”. “Quedándose la dirección política en la ciudad, será destruída inevitablemente o desmantelada por la represión” Hay que “abandonar la ciudad e ir al monte”... “La guerrilla está aislada en las ciudades”... “ni un sólo fusil debe ser distraido para la resistencia urbana”. Regis Debray no es un estratega y ni siquiera un táctico: nunca tuvo experiencia de conducción de una guerra revolucionaria, ni en su forma de grandes ni de pequeñas unidades militares. Como licenciado en filosofía podría opinar de dialéctica, con más autoridad que de estrategia.

La historia desmiente estas tesis: las revoluciones campesinas nunca triunfaron, mientras las ciudades no siguieran al movimiento insurreccional del campo. La guerra revolucionaria no es parcial, sino total; sin unidad de acción entre la ciudad y el campo, no se logra la victoria en una revolución popular. En Cuba, no fue sólo la acción guerrillera de Sierra Maestra lo que decidió la victoria sobre el ejército regular, sino también el hecho de que éste habia perdido ya la calle, en La Habana y en otras ciudades. Las luchas de retaguardia, en la guerra revolucionaria cubana costaron más muertos, en las ciudades, que en la Sierra Maestra.

Espartaco (sin el apoyo de la plebe de Roma), Tomás Munzer (sin una estrecha alianza con las ciudades), Stenka Razin y Putgacheff, en Rusia, (aislandos en las urbes) y el “Che” Guevara (con la indiferencia del proeltariado minero y de las ciudades bolivianas), todos ellos perdieron la guerra, por falta de apoyo político, por carecer de una amplia red territorial guerrillera (en campos y ciudades), que permita tomar al adversario de frente y de revés, a fin de que la guerrilla se convierta en ejército de liberación popular.

En el silgo XVI, los Watt Tyler y las “Jacqueries”, respectivamente en Inglaterra y Francia, ganaron la batalla a la aristocracia, uniendo la ciudad y el campo, es decir, campesinos y burgueses; pero los campesinos no tenían una noción de la toma del Poder. Entraron en Londres y Paris, pero se dejaron convencer por la monarquía, la nobleza, volviendo luego a sus pueblos. Una vez dispersados, los campesinos fueron vencidos por los señores. La Revolución social es un fenómeno del capitalismo. Y la Revolución Francesa de 1789-93 fue su modelo: triunfó porque habia, en ella, un frente de clases: obreros, campesinos y burguesia luchando contra la aristocracia y el clero. Una revolución no la hace una minoría más que a condición de movilizar políticamente a las mayorías descontentas. ¿Pero cómo hacerlo con la guerrilla internándose sólo en el monte, pero dejando la ciudad pasivamente en países que cuentan con el 50 al 80% de población urbana? ¿No se confunde así líricamente la táctica con la estrategia?

No tratamos de menoscabar la personalidad heroica y romántica del “Che”, sino de elaborar, teniéndolo muy en cuenta a él, una estrategia operacional, que no produzca, solamente, mártires, sino revolucionarios integrales, vencedores y no vencidos.

VII.- LA LEY DE LA CANTIDAD QUE CAMBIA LA CALIDAD


Una guerrilla se va convirtiendo en ejército grande a medida que de su célula madre, en ciudad o campo, se van creando nuevas células de combate que entienden -en superficie y no en línea- una guerra revolucionaria en forma de “piel de leopardo”, entre cuyos intersticios se mueve el guerrillero como el pez en el agua, siempre que con sus hechos, discursos, consignas y comportamiento, vaya produciendo cada vez más y más población favorable, hasta que no hay nadie neutral, en una guerra de liberación.

Si una guerrilla está muy dispersa, no tiene bastante fuerza para destruir pelotones, secciones, compañías o batallones del enemigo, según se opere en la primera, la segunda o la tercera fase de una guerra revolucionaria. Si la guerrilla es muy compacta crea unidades grandes o pesadas; difíciles de moverse por todo terreno, o de escapar velozmente en operaciones de lucha urbana. El ideal estratégico de una guerrilla es practicar el siguiente principio: para vivir, separados; para combatir, juntos, a fin de que las armas pesadas enemigas no destruyan a la fuerza armada del pueblo.

En razón de la ley de la cantidad que cambia la calidad o viceversa, un grupo guerrillero chico con 25 a 50 hombres es por definición estratégica una banda armada, que sólo podrá enfrentar a pelotones adversarios de 10 hombres de infantería, siempre que los ataque con una superioridad mínima de 3 a 1; y a bse de una enorme superioridad de fuego (granadas de mano, a corta distancia), para dar a la superioridad de fuego también la de fuego: siempre que se ataque por sorpresa, rapidez, decisión y asalto circular, a fin de abastecerse del botín enemigo; de recoger más municiones y armas de las que puedan perderse en el combate. De lo contrario, las victorias pírricas siempre conducen a la derrota.

Cuando una guerrilla de 50 hombres pasa a 250 sufre un cambio cualitativo: deja de ser banda armada para transformarse en destacamento armado que, en determinadas circunstancias, con terreno favorable, (un desfiladero), puede destruir o copar a una compañía enemiga. Pero un destacamento volante no debe enfrentar a una compañía, sino más bien a una sección enemiga, para vencer rápidamente por la superioridad combinada del fuego y el número, por la rapidez, la sorpresa y el combate circular de cerco y aniquilamiento del adversario.

Al llegar a 500 hombres, en una zona de montaña, se comienza a ser ejército de liberación: siempre que 5 columnas de 100 hombres, cada una, combatan juntas y vivan separadas. Con 500 hombres en montaña operando por líneas interiores, siendo doble veloz que el enemigo, se aniquilan todas las compañías adversarias que se aventuren a entrar en línea interior de la guerrilla. En la guerrilla urbana, cuando una ciudad rebasa el millón de habitantes, 50 guerrilleros deben constituir la mínima cantidad operacional, para llamar al enemigo desde diversos puntos o sucesivamente, de modo que éste no pueda ser fuerte, decisivamente, en un punto determinado de la ciudad. Al alcanzar 500 hombres de combate una guerrilla urbana se hace dueña de la ciudad, no en el sentido físico de la toma del poder, sino de ganar la calle, donde ninguna tropa, especialmente de noche, pueda circular aisladamente o en pequeños grupos de combate. Ganada la calle, el poder llegará sólo en función del general tiempo y ceder el espacio; pero a condición de ganar el 80% de la población con una política popular apropiada del ejército de liberación.

Una guerra de montaña, 500 hombres tienen menos rendimiento político y estratégico que en guerrilla urbana; pues vivimos en el capitalismo, siendo la ciudad el epicentro de su política, estrategia y economía.

VIII.- CORRELACIÓN DE FUERZAS EN PRESENCIA


Para la guerra de montaña, la estrategia fidelista era partir de una célula guerrillera madre (7 fusiles y 11 hombres desembarcados del “Gramma”) que, andando el tiempo, pasaron a formar columnas operacionales de 120 a 150 hombres: unidades no muy pesadas, para poder pasar por todo terreno. Cuando las columnas fidelistas de 120 a 150 hombres se iban haciendo más grandes (ganando soldados enemigos o combatientes de la guerrilla en la retaguardia adversaria), se formaban grupos de 40, 50 0 60 hombres, que, a su vez, se convertirían, en el futuro, en nuevas columnas de 150 combatientes.

El Ejército Rebelde fidelista, en 1958, contando su historia, ha revelado que tuvo a raya hasta 10.000 soldados de Batista, enfrentados solo por 300 guerrilleros. En la batalla de Guisa -según Fidel Castro-, 200 guerrilleros, de los cuales 100 eran novatos, enfrentaron a 5000 soldados batistianos, apoyados por tanques, aviación y artillería. Esta correlación de fuerzas tan desfavorable para un ejército revolucionario no es aconsejable, para entrar en combate a menos que el enemigo haya perdido la calle en las ciudades, sea hostigado en su retaguardia por muchas guerrillas y tenga, frecuentemente, cortadas sus comunicaciones estratégicas. No es recomendable hacer retroceder a un enemigo poderoso: si ello implica gastar munición, armas y hombres que no se recuperaran. En buena doctrina de guerra revolucionaria es desaconsejable el combate con igualdad de fuerzas; eludirlo, con 2 guerrilleros contra 1 soldado regular; aceptarlo, con 3 contra 1: siempre que el enemigo pase por desfiladeros, vaya encolumnado, o mejor aún, en columna de camiones, pasando por una ruta en trinchera; con 4 a 1: se lo ataca de frente y de flanco; con 5 a 1: por los flancos, el frente y la retaguardia.

En la guerrilla urbana, los grupos de combate más rápidos, de mayor movilidad, deben adaptarse a la circulación de las calles en automóvil: no deberán ser, pues, más de 5, o más bien 4: el chofer y 3 acompañantes. Estos grupos son capaces de desarmar, sorpresiva e instantáneamente, a cualquier enemigo armado, que se haya desglosado de sus unidades, cuarteles, etc. Pero en guerrilla urbana, hay que ser capaz de enfrentarse con secciones enemigas, que casi siempre van motorizadas. Si la guerra en la calle no rebasa el grupito de 4 a 5 hombres, no gana la calle ni se hace respetar. Por consiguiente, hay que estar en condiciones de movilizar a 100 guerrilleros urbanos, o más, utilizando camiones cubiertos, de los cuales descienda la guerrilla, sorpresivamente, para cercar y aniquilar o desarmar a una sección enemiga: preferentemente montada en un vehículo y desprevenida. Sólo así la calle pasa de manos de las fuerzas reaccionarias al de las fuerzas armadas revolucionarias. Pero para aislar o dispersar al adversario, hay que fijarlo en un punto masivamente, mientras se lo desarma en lugares donde se ha quedado aislado, debilitado e inferior en potencia de fuego y de número, ante la guerrilla urbana. La estrategia sublime consiste en dispersar al enemigo, llamándolo desde varios puntos a la vez, para atacarlo con superioridad de número y de fuego, sorpresivamente, en donde sea muy débil.

IX.- ESPACIO, TIEMPO Y POBLACIÓN



Una guerrilla, para escapar a los cercos, debe estar en condiciones de ceder espacio, luego de haber logrado sus objetivos, tanto en la ciudad como en el campo. Si el espacio operacional es chico, la guerrilla será cercada; pero si puede ceder terreno, cambia constantemente de lugar, es rápida en sus desplazamientos, mantiene vigilancia permanente y cuenta con el apoyo de la población, difícilmente será apresada o cercada. Cuanto más chica sea una tropa guerrillera más tendrá que cambiar de lugar y más veloz ha de ser en sus desplazamientos. Lo importante en la estrategia de la guerra revolucionaria, no es ganar terreno o tomar una ciudad, sino destruir al enemigo ganando el apoyo político de toda la población. El puro espacio conquista y mantenido como dominio, se queda para los ejércitos represivos antipopulares; el guerrillero revolucionario debe jugar con el espacio para cansar y dispersar al adversario, mientras gana favorablemente toda la población, única manera de ganar una guerra revolucionaria. El Poder no es sobre nada sino sobre lo humano: la naturaleza sin hombre es el espacio puro.

En la montaña, no hay fábricas, talleres, alimentos, municiones y abastecimientos para-militares. Por tanto, la guerrilla de monte depende logísticamente de la economía industrial urbana. En ese sentido, se produce “la subordinación de la guerrilla a su dirección política urbana que desarrolla en los guerrilleros no sólo una situación real, sino también de complejo mental de inferioridad y dependencia”, según Debray, en su libro “Revolución en la Revolución”. Pero si la estrategia logística condiciona la guerrilla de montaña: ¿por qué no emplearla antes en la ciudad que en las sierras, para que no tenga tales problemas logísticos y produzca en las calles población favorable, a fin de que la guerrilla de montaña sea como el otro frente de la guerrilla urbana? Si debray y el “Che” Guevara hubieran empleado la misma fuerza y armamento (que los dejó aislados en Bolivia, en el monte), en una guerrilla urbana, dentro de una ciudad, apoyando a la población descontenta, habrían creado, con muy poco hombres, un movimiento armado, un ejército de liberación, a condición de no separar la guerrilla de la población; de no aislarla entre los arboles, en vez de vincularla a las masas, en huelgas, manifestaciones, ocupación de fábricas, movimientos estudiantiles, etc.; para llevar así la lucha popular hasta sus últimas consecuencias: la insurrección general armada, frente a un gobierno totalitario, antidemocrático, odiado por un pueblo desamparado, incapaz de ser conducido a la victoria por los viejos partidos de centro o de izquierda verbal.

A la guerrilla de montaña, sin el apoyo masivo de la población campesina, le falta de todo: ropas, municiones, zapatos, calzado, armas, nylons, linternas, alimentos, etc., a menos que no sea conducida muy brillantemente; que por el combate ofensivo de cerco y aniquilamiento, se abastezca a expensas del enemigo. Ello requiere un buen servicio de información guerrillero en la retaguardia adversaria, para enterarse de “cuantos vienen” y cercalos con cinco veces más de guerrilleros; de modo que el combate se termine rápidamente, quedándose con la logística del adversario. Pero este tipo de operaciones precisa un buen servicio de enlace e información con la retaguardia del enemigo próxima a la guerrilla, es decir, contar con población favorable, en las zonas guerrilleras.

No teniendo organización territorial previa (con grupos de guerrilla clandestinos que la extiendan y dirijan) no se puede ni se debe abrir un frente guerrillero de montaña, si no se quiere correr la suerte de tantos movimientos guerrilleros, que fueron destruidos, no por el ejército enemigo, sino por la indiferencia de la población campesina, por falta de apoyo político, de cobertura informativa y logística.

El guerrillerismo ha exaltado la lucha en la montaña y despreciado la guerrilla urbana, quizá porque no contaba con fuerte partidos políticos en als ciudades, pensando crearlos luego a partir de éxitos militares de la guerrilla, como sucedió en Cuba. Pero la estrategia enseña que no se hacen dos guerras con los mismos principios tácticos y estratégicos. En suma, que contando con poca fuerza guerrillera inicial, se debe comenzar con las grandes ciudades y no por las montañas, cuando las masas populares tiran para adelante contra los gobiernos tránicos, oligárquicos, pro-imperialistas, odiado por las masas populares: desamparadas por los partidos de centro y la izquierda pasiva.

X.- ERRORES ESTRATÉGICOS


Si se debe comenzar una revolución por la guerrilla urbana (donde la crisis económica y la desocupación den mucha población favorable) y se lleven las masas urbanas de vanguardia a la guerrilla de montaña (donde no hay población favorable), se comente un doble error – estratégico y político- que conduce asi a la derrota; aunque, inicialmente, la guerrilla de montaña tenga éxitos tácticos como el “Che” Guevara, en 1967, en Bolivia. En el arte de la guerra, un solo error estratégico es más negativo, que varios éxitos tácticos, para merecer la victoria. La estrategia es lo principal; lo subordinado, la táctica; pero ambas, estrategia y táctica, dependen de la política y ésta, en su análisis objetivo, de la economía. Por ejemplo, en una región que no haya industrias de guerra ni posibilidades logísticas, la guerra revolucionaria tiene que ser ofensiva, de cerco y aniquilamiento del adversario, para abastecerse a expensas de él. De lo contrario, toda la logística de la guerrilla quedaría subordinada a la ciudad y, por tanto, a los partidos políticos residentes en la capital política (o en las ciudades industriales) de un país.

En una guerra insurreccional, urbana o de montaña, (o las dos formas de luchar a la vez, que es el ideal estratégico para ganarla), las organizaciones pacíficas (partidos, sindicatos, etc.) deben quedar dependientes de los órganos de dirección de la lucha armada, para darles así cobertura social, económica y política, a lo largo y lo ancho de un país.

Saber por dónde debe comenzar la lucha armada corresponde a la estrategia; hacerla, aquí y ahora, a la táctica. En países con fuerte predominio de la población urbana, es un craso error llevar las mejores fuerzas combativas de las ciudad a la guerrilla de montaña, para aislarlas asi de su propia población, de su medio ambiente revolucionario.

Regis Debray, en “Revolución en la Revolución”, dice: “las circunstancias de esta misma guerra de Liberación llevan a los partidos políticos, originalmente compuestos de estudiantes y de la mejor “élite” obrera, a replegarse hacia el campo y librar una guerra de guerrillar contra el ocupante”. Esta tesis corresponde al criterio subjetivo de que, en un país donde no haya grandes cadenas montañosas, no se puede hacer la guerra guerrillera. Es un grave error pensar así: la Revolución nunca la hizo la topografía, sino los hombres, las masas. El terreno, por más favorable que fuere, siempre es un elemento pasivo. El hombre, por el contrario, es un ser activo. La revolución siempre la han hecho los hombres, cuando tienen un programa, unos lideres preparados (para desencadenar la Revolución), un partido activo (por pequeño que sea) y, sobre todo, una ocasión histórica para hacerla: una guerra perdida por un gobierno desprestigiado, una crisis económica, un descontento general en las masas, un régimen desprestigiado, etc.

XI.- DOCTRINA ESTRATÉGICA


Una regla fundamental de la guerra revolucionaria consiste en esta recomendación del “Che” Guevara: “vigilancia constante, desconfianza constante, movilidad constante”, para no ser sorprendido o cercado por el enemigo. El guerrillero, rural o urbano, debe contar siempre a su favor con el factor sorpresa: pues, en todo combate, la sorpresa constituye la mitad de la victoria. En consecuencia, no hay que revelar a nadie emplazamientos, depósitos, industrias de guerra, claves numéricas, topográficas y de palabra; ni jamas adelantar la predicción de un acontecimiento, ni la hora (H) ni el día (D) en que tendría lugar, para evitar la infiltración del adversario en la guerrilla (la delación o información a favor de él); ésta debe cambiar constantemente su posición, tanto en ciudad como en el campo: la movilidad evita muchos cercos del enemigo.

En su propaganda, un ejército revolucionario nunca debe mentir: la difusión de la verdad da más prestigio, más audición de público para una radio revolucionaria; para ganar población favorable, hay que predicar con el ejemplo y decir siempre la verdad.

Sin lucha activa no hay revolución social y sin revolución todo lo viejo perdura: cuando hay que ser revolucionario no se debe ser reformista. Para la liquidación del feudalismo, el imperialismo, el militarismo, la corrupción, la especulación, el hambre, el analfabetismo, asi como otros males socio-económicos, hay que poner en movimiento la vanguardia armada, único medio de hacer la historia, en voz de que se la dicten a países neo-coloniales, desde el Pentágono y Wall Street, como a la América Latina.

Nunca se debe combatir en frente fijo: hay que actuar en masa como los gorriones sobre el águila; pero después de logrado el objetivo, retirarse velozmente; ya que, en el tiempo, puede perde la superioridad del número y el fuego, si llegan refuerzos del enemigo. Para ganar tiempo, todo combate debe ser fulminante, de cerco y aniquilamiento del adversario, para quedarse con sus equipos militares; pues para la guerrilla, su intendencia la tiene el enemigo.


Instalar un campamento fijo con carpas, camiones de abastecimiento, polígonos de tiro (como los guerrilleros argentinos, copados en tucumán, en agosto de 1968), sólo se le ocurre a quien confunda el guerrillerismo con el andinismo. Al cambiar de acontonamiento, una guerrilla se desplaza constantemente como un punto en el espacio: cuanto más veloz, más difícil es cercarla. Si el “foco” guerrillero se queda fijo -en ciudad o campo- se expone a ser denunciado, cercado, aniquilado. Por consiguiente, la regla de oro de una guerrilla es: combatividad, actividad, velocidad y seguridad. Para ser veloz y autosuficiente una guerrilla de montaña debe llevar una mochila que le dé autonomía logística durante dos o tres semanas; pero ella no con más de 20 kilogramos de peso; pues hay que saber vivir sobre el terreno comiendo frutos, yerbas y caza; con auida de sal, grasa, conservas, azúcar, trigo o maíz de grano. Etc., que debe ir como reserva operacional, en la mochila del guerrillero autosuficiente, no esclavo del terreno, ni de los suministros fuera de la línea interior de la guerrilla.

Para no fijarse demasiado en el terreno, una guerrilla ha de contar con autonomía logística en abastecimientos y municiones: la mejor manera de lograrlo es producir botín sin dejar de combatir: copando siempre al enemigo, para quedarse con su intendencia, ya que el guerrillero no la tiene más que muy escasamente.

Un ejército revolucionario no debe dispersarse demasiado; si proliferan muchos “focos”, que no llegan a combatir juntos, el enemigo siempre será más fuerte en un punto que la guerrilla y, por tanto, no le dejará prosperar, en número y armamento, para convertirse en ejército de liberación. No hay que estar muy cerca, unos grupos guerrilleros de otros, ni muy separados, de modo que la dispersión ayude al abastecimiento sobre el terreno; pero que, no obstante, se facilite la concentración para el combate, para ser más fuerte que el adversario en un lugar dado y por un tiempo relativamente corto.

Las unidades de combate, en ciudad o campo, han de responder a la máxima movilidad, concentración y dispersión, en el mínimo de tiempo de marcha, para escapar a los cercos de un poderoso enemigo, en el comienzo de la guerra revolucionaria.

En la guerra revolucionaria, si la guerrilla triunfa y se extiende crea el ejército de liberación, éste el frente de liberación y, a su vez, aparece el partido de la revolución por la unidad del pueblo y el ejército, que siempre se hace en la lucha. Los ejércitos burgueses siempre están contra el pueblo; el ejército de la independencia de América se hizo con el pueblo; el ejército cipayo de hoy, está contra el pueblo y a favor de las oligarquías y del imperialismo norteamericano. Por consiguiente, la unidad política del pueblo y el ejército se hace en la guerra revolucionaria. Se va, pues, de la acción revolucionaria hacía el partido revolucionario y no del partido legalista al ejército insurreccional, particularmente en pañises con una profunda crisis económica, política y social, que no tiene salida, reformista o parlamentaria, ya que los males grandes requiere grandes remedios; pero sacando la medicina de la propia enfermedad.

En la guerrilla de campo y montaña, la masa humana debe venir de los campesinos; en la guerrilla urbana, de cuadros ciudadanos; pero cuando alguien se gasta o se “quema” en la ciudad, está más seguro en una base guerrillera de montaña; la clandestinidad urbana requiere siempre caras nuevas: no ser nunca conocidos; en cambio, el monte todo lo tapa, sobre todo, en zonas liberadas o semiliberadas de montaña. En este sentido, hay que marchar con dos patas: guerrillas de ciudades y guerrillas de campos y montañas, para tomar al adversario entre dos fuegos: en verdadera guerra en superficie, con guerrillas por todas partes, para no dar tregua ni descanso al enemigo. Cuando un poderoso ejército es acosado por todos los sitios no resisite ni es fuerte en ninguno de ellos.

XII.- GUERRILLA Y CONTRA-GUERRILLA



La doctrina estratégica de la guerra popular, yendo del campo a la ciudad y no a la inversa, debe ser revisada estratégicamente, para que el saber subjetivo y el poder objetivo conduzcan a la victoria a las masas populares, insurreccionadas contra sus opresores y explotadores. La guerra revolucionaria en China fue esencialmente campesina, dado que el país, salvo en su costa martima, no había entrado en la economía urbana capitalista. Los guerrilleros y el ejército rojo de Mao, combatían frente a un enemigo desprovisto de aviación en masa, lo cual facilitaba el establecimiento de bases guerrilleras de liberación, en zonas de montaña, cosa que no es tan fácil hacer en Viet-Nam del Sur, frente a las divisiones norteamericanas, apoyadas por nutridas bandadas de helicópteros y de aviones de todo tipo: caza y bombardeo.

Las diviones móviles (“caballeria de aire”), con más de 400 helicópteros, constituye, tácticamente, una respuesta del Pentágono a la doctrina de la guerra revolucionaria de Mao Tse-Tung. Hasta las diviones convencionales pentagónicas, llevan unos 100 aviones y helicópteros como apoyo directo. Ello da una gran movilidad táctica a las fuerzas norteamericanas, que pueden ser desplazadas a una zona de montaña en línea recta: sin que la infanteria contra-guerrilla tenga que subir cuestas empinadas; cruzar desfiladeros y selvas intrincadas; donde el guerrillero puede realizar emboscadas sorpresivas contra unidades militares adversarias que, a causa del terreno, nunca pueden ser muy numerosas, marchando a pie, es decir no siendo aero-transportadas por un enjambre de helicópteros.

La aviación de bombardero y los helicópteros (caballeria del aire) no pueden conseguir la victoria militar en Viet-Nam del Sur, ni doblegar políticamente a Viet-Nam del Norte; pero, estratégicamente, la aviación norteamericana, impide que los guerrilleros vietnamitas se apoderen de las ciudades, ya que podrían hacerlo; aunque ello supondría el riesgo de sufrir, en ellas, bombardeos concentrados: no teniendo el pueblo artillería antiaérea, cohetes tierra-aire y aviación propia de respuesta al adversario, para garantizar así la vida económica y social en las ciudades liberadas.

Las urbes no debe ser liberadas precipitadamente, sino a su debido tiempo, es decir, cuando el enemigo haya perdido moral en el frente y en la retaguardia. Así, pues será el General Tiempo y no el General Espacio, quien pueda ganar una guerra revolucionaria, siempre que la guerra prolongada permita -en ciudades, campos y montañas-, discpersar, acosar, desgastar, desmoralizar o cansar a un poderoso ejército regular represivo, que siempre gana el espacio en casi todos los combates; pero que perderá moralmente la guerra en el tiempo.

El General Tiempo tiene una importancia fundamental en la guerra revolucionaria: las guerra insurreccionales populares suelen durar de 5 a 6 años: pasado ese tiempo, las grandes potencias represivas suelen ceder y entran a decidir la guerra por medio de conversaciones diplomáticas y políticas. Sin embargo, la guerra revolucionaria, que estalla en las grandes urbes como explosión de masas, puede y debe ser decidida por ocupación inmediata del espacio en poder del enemigo (cuarteles, comisarias, aeródromos, bases navales, arsanales, etc.), como sucedió en Madrird, Barcelona, Valencia, Málaga, Bilbao y otras ciudades españolas, en 1936; en Petrogrado, en 1917; en Paris, en 1871; cuando el pueblo llena las calles, como pueblo en armas, sería ridículo y antiestratégico, irse a la montaña o al campo para hacer la guerra prolongada. No obstante, la insurrección urbana aunque fuera con el pueblo en la calle o tras las barricadas, no debe hacerse como guerra regular, frente a un poderoso ejército desplegado, como los alemanes en Varsovia, en 1944, ya que ello podría dejar aislada a la coidad de sus abastecimiento exteriores, mientra un ejército regular le pone un cerco estratégico, para decidir la guerra logísticamente; es decir, por carencia de alimentos, de municiones y de material de guerra, en las filas populares, como sucedió en Varsovia, en 1944.

En casos como Varsovia (1944) y santo domingo (1965), las ciudades insurreccionadas, deben sacar una gran parte de su fuerza armada al campo y las montañas, para que el enemigo tenga que dispersarse por todas partes a fin de que no puede vencer a la masa urbana insurreccionada. Madrid (1936), a diferencia de Paris (1871), de Varsovia y de Santo Domingo 1965, sacó una parte de la población madrileña insurreccionada fuera de la ciudad, para permanentes de abastecimiento, a condicióm de sacar la guerra de la ciudad al campo, a provincias, cosa que no lo supieron hacer los insurrectos en Varsoviam de Santo Domingo (1965), a los comuneros de París !1871).

Si un pueblo está en condiciones de pasas a la acción, se toma las ciudades rápidamente, base navales y cuarteles, fábricas militares, aeródromos, bases navales, cuarteles, comisarias. Se arma asi al pueblo para que éste ataque coherentemente por todas partes: avanzando en forma de ataque coherentemente por todas partes avanzando en forma de mancha de aceite. Si es una reducida minoria la que desencadena la guerra revolucionaria para poner en movimiento a una población muy pasiva, entonces la guerra revolucionaria debe revestir las formas operacionales dinámicas de guerrilla de campo y montaña o de guerrillas urbanas; esos escalones, bien articulados estratégicamente con una clandestinidad coherente, podrán, a la larga, ganar la guerra: cediendo espacio para ganar mucha población en el tiempo en base a renunciar a todo, menos a la victoria.

XIII.- PROBLEMAS ESTRATÉGICOS DE LA GUERRA POPULAR


En la estrategia de la guerra revolucionaria, hay que tener en cuenta, entre otros, los siguientes problemas:

a) correlación de fuerzas entre el enemigo y la guerrilla, para que ésta sea superior en fuego y número en un punto del frente, aunque no lo sea en todos;

b) situar en el tiempo los combates y las batallas, de modo que el pueblo armado se convierta en fuerte y el adversario en débil;

c) vincular el frente guerrillero y su retaguardia, para que el enemigo tenga que combatir en superficie y no en línea, teniendo que dispersarse por todas partes, a fin de que no sea fuerte decisivamente en ninguna;

d) movilizar por la acción política e insurreccional, de la guerrilla urbana o de montaña, la población de un país para suplir, con creces, las bajas de la guerrilla (cosa que no pudo hacer el “Che” Guevara, en Bolivia, en 1967, por falta de población rural y urbana favorable a su guerrilla ), que lo condujo al aniquilamiento por el adversario;

e) arrebatar al enemigo la iniciativa en las operaciones militares, para hacer la política de un país por medio de la guerra insurreccional, demostrando que el gobierno reaccionario es incapaz de asegurar el porden oligárquico-burgués;

f) combinar estratégicamente las operaciones del ejército popular de liberación en su vanguardia, con ataques a las comunicaciones del enemigo en su retaguardia, por medio de guerrillas, en campo no liberado;

g) articular permanentemente la acción de las guerrillas, en la retaguardia del enemigo, con el ejército de liberación popular, para tomar al adversario de frente y de revés, para obligarlo a dispersarse o concentrarse, según las conveniencias, tácticas y estratégicas, del ejército popular;

h) situar los acantonamientos de la guerrilla en posición erizo, ocupando un espacio apropiado, para no ser cercado por el adversario, pero que tal acantonamiento permita pasar rápidamente, si conviene, al combate ofensivo o defensivo (para ganar tiempo) y romper un cerco durante la noche, pero no aceptar la defensiva, pasando inmediatamente a la retirada fulminante;

i) combinar el ataque principal con el ataque secundario (o de dispersión y engaño del enemigo), para que el asalto y el cerco sobre él sea más fácil, tácticamente;

j) no aceptar la guerra de posiciones o en frente fijo, sino la guerra ofensiva de movimiento, sorpresiva, de cerco y aniquilamiento del adversario, para abastecerse de sus almacenes en municiones, armamentos y abastecimientos para-militares;

k) armonizar en tiempo y espacio la acción de todas las armas de la guerrilla, ya que ninguna gana aisladamente el combate, sino todas ellas combinadas con los movimientos de los guerrilleros y con la estructura del terreno;

l) utilizar el tiempo frío o caluroso, la niebla, o la lluvia, como factores favorables para el triunfo de la guerrilla urbana o rural (en Europa, por ejemplo, las insurrecciones urbanas han sido más frecuentes en invierno que en verano, ya que los sobretodos y gabardinas permiten ocultar armas, mejor en invierno que en verano);

m) convertir toda victoria militar guerrillera sobre el enemigo en victoria política, a base de ganar más y más población favorable, para triunfar así en la última batalla;

n) defender una base de liberación (en frente semi-fijo), por medio de permanentes combates guerrilleros por todas parttes, para que el enemigo no sea bastante fuerte como para aplastar u ocupar una zona liberada, desde donde comienza la lucha de un ejército contra otro, de una doctrina contra otra, de una región contra el resto de un país (en manos de la reacción): sin ello no hay triunfo, y a que finalmente se tiene que ocupar o liberar el espacio, para merecer la victoria;

o) tranformar una victoria sobre el enemigo, en más armamentos para las guerrillas en retaguardia enemiga, en más armas para nuevos soldados del ejército de liberación provenientes de todo el país, que llegan por los canales de enlace entre la vanguardia y la retaguardia del ejército popular;

p) en fin, articular, táctica y estratégicamente, los mandos superiores o inferiores con los soldados y los guerrilleros del pueblo, dejando a cada cuadro o mando margen grande de iniciativa propia, para que se adapten, en todo momento, a la situación táctica que les sea más conveniente, ya que el guerrillero debe combatir lejos de su mando supremo, por no ser un soldado de línea.

Si las condiciones objetivas del combate (armamento, terreno, número de combatientes, correlación de fuerzas en presencia, etc.) concuerdan con las condiciones subjetivas (sorpresa, información veraz sobre el enemigo, mando único, disciplina, buena preparación política de los combatientes, etc.), la victoria estará asegurada, para el bando que aplique esta filosofía de la guerra.

En el arte de la guerra, la cieuncia es mucho, pero la experiencia es más: armonizando la teoría y la práctica, un ejército de liberación, que vaya ganando cada vez más población favorable, por sus triunfos y buen comportamiento con el pueblo, siempre será victorioso, por más que la reacción nacional sea apoyada por el imperialismo con armas, soldados y bagajes. Para ganar sobre su adversario, hay que conocer sus puntos débiles, sus flaquezas políticas, sus errores tácticos y estratégicos; pero no olvidar, al mismo tiempo de conocerse a sí mismo, para superar errores y faltas políticas, único medio de conseguir más victorias que el enemigo. En general, para un ejército popular su doctrina debe resumirse, en cada combate, así: prepararse bien para la lucha; cercar y aniquilar al enemigo (para abastecerse); elegir siempre terreno y población favorable (o una de las dos cosas); concentrar una fuerza superior en fuego y en número (en un solo lugar y por un tiempo dado); atacar tropas fatigadas, encolumnadas (en camiones o desfiladeros, etc.); llevar la iniciativa en las operaciones; no dejar pasar una ocasión favorable, para conseguir una victoria total; al enemigo, mejor es cercarlo y desarmarlo que hostigarlo y dejarlo.

XIV.- PRINCIPIOS DE LA GUERRA REVOLUCIONARIA


En la guerra popular, la ofensiva y la defensiva son formas dialécticas de un mismo todo:

1) se cede terreno, para destrozar al enemigo, y recuperarlo después;

2) la guerrilla no se defiende pasivamente, sino para atraer al adversario al lugar dado y en el tiempo dado, en que la correlación de fuerzas y el terreno le sean favorables;

3) un ejército de liberación popular combina la lucha activa (combate) con la defensa pasiva de las masas populares (huelgas, manifestaciones, actos de protesta, etc.), a fin de que ambas formas de lucha movilicen la población contra sus opresores y explotadores;

4) en general, la guerra revolucionaria es una técnica de movilización de masas insurreccionadas, para que den el máximo rendimiento político y militar, sin lo cual una monoría (la guerrilla), si es aislada de la mayoría (pueblo), pierde, indefectiblemente, la guerra, como de la Puente Uceda, en Mesa Pelada (Perú) en 1965; o como el “Che” Guevara, en 1966/67, en Ñancahuasú (Bolivia);

5) un puñado de guerrilleros, en ciudad o campo, pueden triunfar sobre fuerzas regulares poderosas, a condición de contar con población favorable (encuadrada en una organización territorial para-militar), enemigovulnerable (aislado, cansado, encolumnado en camiones, desprevenido e inferior en número y fuego al guerrillero) y terreno favorable (ciudades grandes, cuyos bosques de casas son tan buenos para los guerrilleros como los bosques de altas montañas); bajo esas tres condiciones, el segundo principio del “Che” Guevara es correcto, en cuanto que a partir de la acción se crean todas las condiciones revolucionarias.

Resumiendo: con unos pocos guerrilleros se puede obtener pequeños y continuados éxitos, a base de combinar el factor sorpresa con el terreno y la población favorables y enemigo vulnerable; pero ello será correcto, a condición de transformar toda victoria militar guerrillera en victoria política, en movilización de masas. ¿De lo contrario, de qué serviría derrotar al enemigo y quitarle sus armas, si nadie del pueblo vendría a tomarlas...? Con victorias así, la guerrilla estaría perdida, ya que agotaría su material humano sin posibilidad de reponerlo, lo cual supone una victoria pírrica o nula.

Al enemigo no hay que esperarlo pasivamente: hay que ir a buscarlo ofensivamente para abastecerse a expensas de su intendencia. Por tanto, una guerrilla de ciudad o de montaña, nunca debe ser pasiva, conservadora, ya que asi nunca ganaría la guerra ni se transformaria en ejército de liberación. La guerra revolucionaria, requiere mucha moral: pues se hace con campañas largas y combates breves (de cerco y aniquilamiento del adversario: tomando sorpresivamente). Nunca hay que procurar, en el combate, que el enemigo retroceda o sea simplemente derrota, sino más bien cercado y aniquilado.

XV.- ¿CUÁNTOS HACEN UNA REVOLUCIÓN?


El idealismo voluntarista de los rebeldes (que no hay que confundir con la sagacidad política, la fina dialéctica y la estrategia brillante de los revolucionarios), toma, frecuentemente, sus deseos por realidades, al subjetivizar fervientes deseos insurreccionales sin tener en cuentas las situaciones objetivas revolucionarias. El rebelde, sin partir de un pensamiento coherente, pasa a la acción; el revolucionario va del pensamiento al acto insurreccional, partiendo del análisis económico de la situación, de un estudio de las clases amigas y enemigas (a unir en un frente de liberación o a ser aisladas en el curso de la guerra, en función de resolver por la lucha unida de clases oprimidas, la contradicción principal: representada por las oligarquías). El rebelde se lanza a la insurrección sin prepararla; el revolucionario, parte de una organización mínima como vanguardia armada; de un programa claro y sencillo que una a las clases oprimidas contra las clases opresoras y explotadoras; de una estrategia y de una táctica, que no dejen al ejército represivo la posibilidad de combatir en frentes de línea, sino siempre en superficie: de modo que en su dispersión de fuerzas esté su peridición estratégica.

Un puñado de hombres pueden hacer una Revolución aprovechando un período de crisis económica (desocupación obrera en masa, cierre de fábricas, miseria creciente, etc.), el desprestigio de las fuerzas armadas (vuelta del Ejército de una guerra perdida, como en Rusia, en 1917) y la incapacidad de los partidos tradicionales para derrocar una tiranía. En tales situaciones, una minoría, que actúe en interés de las mayorías, puede triunfar revolucionariamente, si sabe emplear la acción insuregente para levantar al pueblo en armas. Pero si una minoria armada se aisla políticamente de las mayorías, si no representara (en momentos críticos de desamparo de las masas populares el interés general), jamás un “foco” insurreccional podrá hacer una revolución social: sin promover con la lucha una alianza de clases oprimidas, una organización territorial (en el campo para ayudar a la guerrilla de montaña) y una organización urbana paramilitar (que dé cobertura a la guerrilla de ciudad).

En determiandas condiciones políticas favorables a la insurrección (cuando todo está despretiagiado y la cosa “no resiste más”), una docena de hombres (que hagan operaciones armadas brillantes, pero siempre en defensa del pueblo para ganar la población favorable), pueden hacer una revolución social. En cambio, miles de hombres lanzados a huelgas, manifestaciones densas, ocupaciones de fábricas, toma de universidades y lucha en barricadas, sin que apoye una guerrilla (en superficie), son fácilmente vencidos por las fuerzas militares y policiales del Estado burgués o burocrático.

En estrategia revolucionaria, si se combinan acciones de masas (huelgas, manifestaciones, motines, ocupación de fábricas – por el derecho al trabajo- toma de escuelas y universidades, etc.) y acciones guerrilleras rurales y urbanas (coordinadas por un ejército de liberación, que les dé unidad operacional táctica y estratégica), siempre se gana la guerra contra un ejército regular reaccionario, sin apoyo popular. Una guerra revolucionaria supone, cuando lo es de verdad, hacer la guerra total, como no podía soñarla Ludendorff: exponente del militarismo alemán. En la guerra revolucionaria, la guerrilla, en montaña o campo, es solo una parte de ella, y no su máxima expresión militar como supone Regis Debray, en “Revolución en la Revolución”. Una guerra revolucionaria es completa: con guerrilla de montaña o campo (milicia guerrillera en pueblitos chicos, evidentemente calndestina); con guerrillera urbana; con operaciones combinadas de guerrillas locales, escalones regionales y ejército de liberación; con sabotajes, secuestros, terrorismo, actos de propaganda armada (que son actos cotidianos en guerras revolucionarias como en Viet-Nam, Argelia, Cuba, etc.); con huelgas, manifestaciones, movilización de masas campesinas, por “la tierra para el que la trabaja”; con acciones revolucionarias en zonas del proletariado de los algodonales, los cañaverales, las minas, donde está el obrero más explotado; en fin, la guerra revolucionaria estriba en que una monoría se convierta en locomotora que arrastre a la mayoría, mediante la creación de un ejército de liberación, apoyado en un frente unido popular que le dé cobertura política.

Para que una monoría se haga el exponente de una mayoría oprimida (que quiere sacudirse el yugo del militarismo, el latifundio y el imperialismo), hay que partir de un movimiento que no se clasifique con denominaciones políticas clásicas, sino que tomen más bien una fecha como origen de su denominación y acción revolucionaria. De esta manera, lo particular (la guerrilla) se convertirá, dialécticamente, en símbolo de lo general (el pueblo). Pues una guerrilla insurreccional, para llegar a ser ejército de liberación, ha de ser -antes que un ejército- un pueblo en armas: incluso el partido puede venir después de formar el ejército deliberación y el frente de liberación. Caer en el idealismo semántico (culto de las meras palabras), o semantizarse con tal o cual color político o ideología, resta a una minoría armada la asistencia de las mayorías, que tienen reparos en seguir ideologías trasnochadas. He ahí lo que no comprendieron bien muchos revolucionarios latinoamericanos, sacrificados, en la flor de su vida, ante el piquete de ejecución; o que fueron encarcelados por haber confundido táctica con la estrategia, los deseos con las realidades. En determinadas situaciones, unas cuantas divisiones pierden la guerra en unas horas o unos dias, mientras que cediendo terreno y ganando tiempo para movilizar la población oprimida, una guerrilla de 10 hombres puede ganar la guerra a un ejército grande, cuando la minoría armada está en interés o en función de las mayorías oprimidas, explotadas, abandonadas.

XVI.- DIALÉCTICA DE LAS CONDICIONES REVOLUCIONARIAS


Si la guerra es otra forma de la política entre las naciones por medio de la violencia, la guerra revolucionaria es la forma más violenta de la lucha de clases. A pesar del idealismo voluntarista de la coexistencia pacífica (hasta Napoleón, antes que Marx, negaba, con su rica experiencia militar, la coexistencia entre lo viejo y lo nuevo), es evidente que se producirán guerras nacionales o imperialistas, mientras exista la desigualdad económica y el desarrollo desigual entre naciones. También se producirán guerras revolucionarias, mientras haya injusticias sociales, mientras unos opriman y otros sean oprimidos, mientras unos sean explotadores y otros explotados, mientras haya clases antagónicas que luchen, tanto con capitalismo privado como con capitalismo de Estado. La rebelión de la base popular contra el régimen burocrática de Novotny, y luego la invasión soviética en Checoslovaquia, en 1968, indicaría que la lucha de clases no ha desaprecido en el Este, como motor de la historia.

Una guerra revolucionaria, por consiguiente, debe tener perspectivas políticas óptimas, donde haya tiranías odiosas que derrocar con participación de todo el pueblo. Las condiciones políticas más favorables posibles acortan y desarrollan la lucha revolucionaria; pero la hacen dura, lenta y sangrienta, como en Colombia, cuando el campo lucha en guerrillas mientras la ciudad lee las noticias o no hace nada, revolucionariamente. Desencadenar una guerra de guerrillas, como “foco” insurreccional, en países con cierto goce de libertades democráticas y un relativo nivel de vida (antes de producirse una gran crisis económica), es correr un riesgos estratégico muy desfavorable para la guerrilla. En el mejor de los casos para ella, obtendría muchos éxitos tácticos -tomar armas y derrotar al enemigo, en numerosos y repetidos combates, bien preparados-; pero ¿quién repondría las bajas humanas y quién tomaría las armas quitadas al enemigo? La guerra revolucionaria siendo el exponente más alto de la lucha de clases, no puede prosperar donde la guerrilla no se apoye en el frente de las clases oprimidas contra las clases o la clase opresora. Si a partir de la acción insurreccional no se forma ese frente de clases, es que todavía la política no había llegado a un gran desprestigio, la crisis a su punto caótico, la corrupción al máximo, los crimenes políticos al nivel más bajo de la dignidad humana y el despotismo a tales cureldades e inmoralidades, que el pueblo diga y repita: “Esto no puede seguir así!” “¡Basta!”.

En América Latina se suele recurrir a la guerrilla en países con apariencia de democracia, mientras no se hace nada en países dodne las dictaduras pretorianas disolvieron todos los partidos políticos, tomaron todo el Poder, se constituyeron en “lasquenetes” del imperialismo y se pusieron en contra de la clase obrera, los estudiantes, los campesinos, los intelectuales y la burguesía liberal. Sin embargo, contra esas dictaduras ominosas, vergonzosas y entreguistas, la guerrilla no ha hecho nada, incluso fue empleada cuando aún existía el régimen representativo, pero no se emplea ahora contra dictaduras pretorianas. Ello demuestra que los guerrilleros, mal formados políticamente, no pueden llegar estratégicamente al conocimiento de los más elementales principios de la guerra revolucionaria de verdad, para no dejarse llevar por una guerrilla lúdica, casi deportiva, andinista, más cerca de Robin Hood de las películas que de la práctica de Fidel Castro.

Al lanzar la guerrilla sobre la montaña y el campo, en países con tiranía pretorianas, se tiene poco en cuenta los países con tiranías pretorianas, se tiene poco en cuenta los problemas de la libertad, que son problemas del intelecto y del espíritu, de la vida urbana más que de la rural, se ubica así la guerra revolucionaria fuera de su mayor rendimiento de masas, de propaganda y de producción de población favorable. El horizonte limitado del campesino no entiende ni sufre, con su vida cotidiana simple, los problemas de la conciencia desdichada hegeliana, de la alienación por la política. Por otra parte, las dictaduras ejercen todo su Poder en las grandes urbes. Y es allí, en principio, donde hay que golpearlas política y militarmente. Si el país oprimido por una tiranía tiene zonas de bosques y de altas montañas, contará con la posibilidad doble de atacar al enemigo en ciudades y montañas. En ese sentido, los guerrilleros de ciudad, que sean conocidos y dadas sus fotos a la publicidad, deberán ganar la zona de montaña, para luchar en terreno que les sea propio (liberado o semiliberado), lo cual constituirá para ellos como una liberación a fin de que la ciudad no se transforme en una inmensa prisión, para los revolucionarios conocidos. En la ciudad siempre hay que emplear, en los cuadros de combate, caras nuevas, para reservar a favor del guerrillero su alarma principal y más eficaz, su mejor aliado: la sorpresa. En el monte, deben estar todos los que tengan sus naves quemadas en la ciudad.

En las ciudades, los acontencimientos que se produzcan contra las tiranías, tienen una gran repercusión periodística nacional e internacional, más que las noticias llegadas del campo que, a menudo, no las dan los gobiernos totalitarios, para no crear mitos guerrilleros como el de Fidel Castro, que por la acción y el gesto, desde Sierra Maestra, ganó La Habana para su causa.
Se debe rehuir una guerra revolucionaria con poca población favorable, ya que la haría muy sangrienta para los guerrilleros y fácil para las fuerzas represivas. Hay que implantar la guerrilla en zonas que esperen la justicia del ejército de liberación; operar, poco a poco, en ayuda del pueblo oprimido; dar cobertura a estudiantes, obreros, campesinos, intelectuales, etc. A las masas no se las inventa se las sigue, no dejando que las burocracias sindicales las negocien; pero llevando la lucha por la acción más allá del horizonte limitado del burócrata. Sólo así la guerra revolucionaria será el mejor medio para realizar la política por la acción, cuando una dictadura impide al pueblo hacerla de derecho, por la vía democrática, anteponiendo los cañones a las razones del pueblo sufrido y trabajador.

Mientras existan las clases sociales antagónicas, la violencia estará en el contendio de la historia: las guerras y las revoluciones serán inevitables, a pesar del idealismo burgués de las Naciones Unidas, o más bien desunidas. La “coexistencia pacífica” del burocratismo soviético niega, con el voluntarismo pacifista, la lucha de clases, es decir, el contenido esencial histórico de la doctrina marxista.

Ha llegado, pues, la hora de que el anarquismo científico unifique la doctrina económica y dialéctica de Marx, con la práctica revolucionaria y el socialismo libertario de Bakunin. La era tecnológica, cibernética, hace posible ya esa síntesis revolucionaria, en un anarco-marxismo.

Los ideales, la doctrina del marxismo, han sido degradados por el “socialismo burgués” de los Willy Brandt y los Wilson y por el comunismo oportunista de la burocracia soviética. Sólo un anarco-marxismo puede reivindicar la unidad del pensamiento y la acción de Marx y Bakunin.
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Resulta paradójico que en una época de desencanto a consecuencia del hundimiento del “socialismo real” y del “fin de las utopías”, el advenimiento de un individualismo condicionado por el miedo social y la sed de consumir (y con ambas cosas reproduciéndose), la renuncia a superar la organización estatal de la sociedad y capitalista de la producción… los debates sobre la autogestión se limitan –al menos en Francia- a trabajos sociológicos e históricos, confinando esta práctica social a la categoría de objeto de estudio(1) .
Paradójico porque la autogestión ha supuesto desde siempre un conjunto de respuestas contemporáneas y de experimentaciones sociales(2) que siguen siendo un antídoto a la desesperación que nos ofrecen estos tiempos opresivos. Esta conclusión es aún más sorprendente cuando afecta a los partidarios de la autogestión generalizada, que son los libertarios, y que pusieron en marcha las colectivizaciones de la España republicana. Para ellos esta aspiración es una reivindicación histórica (3) y una práctica actual.
Surge así la cuestión del ineludible esfuerzo por reactualizar la idea autogestionaria anarquista y sus necesarios debates. Sin duda, este renacer pasa por una primera reapropiación: la del trabajo realizado no hace tanto tiempo y que no ha contado con un eco significativo.Entre quienes han intentado profundizar en la autogestión libertaria y no han contado con nuestro suficiente reconocimiento –más que conociendo su nombre o sus ideas fuerza- hay que señalar al español Abraham Guillén(4).
La lectura de una de sus obras consagrada a la economía –ha escrito unas cincuenta sobre temas muy diversos- es una forma de conocer sus concepciones de la autogestión. Sin perder nunca de vista su sentido político (“Así pues, sin autogestión no hay emancipación del pueblo por el pueblo mismo. Éste es un axioma político.”) hizo el esfuerzo de pensar la construcción libertaria y sus consecuencias, e incluso su enfrentamiento con el mercado capitalista, aunque sea siguiendo a veces caminos poco frecuentes para un anarquista.
La última obra de este autor, que falleció en 1993, fue publicada en 1990(5)y puede ser una primra divulgación de sus tesis, bastante desconocidas más allá del mundo hispanohablante.
Práctico y pluralista
En este voluminoso trabajo, Abraham Guillén desmenuza con cuidado los mecanismos y las teorías económicas de su tiempo para mostrar sus mentiras desde el punto de vista de la justicia social y la igualdad. Sus observaciones no dejan nunca de señalar con el dedo a la economía capitalista pero también a la economía de Estado, enfrentando cada tipo de organización con sus propios límites o contradicciones, puesto que éstos se apoyan siempre en las injusticias y la aparición, según las distintas áreas económicas, de una clase capitalista o tecnoburocrática que se apropia de las plusvalías generadas por el mundo trabajador.
Para liberarse de estos poderes y de la alienación de los productores por la mercancía (dinero, objeto), hay que asociar con pragmatismo el pensamiento crítico con “la praxis” autogestionaria:
“En la “praxis” se revela la realidad económica, el reparto desigual de la

riqueza según los grupos privilegiados, la división del trabajo entre dirigentes y dirigidos, la servidumbre del obrero en su trabajo enajenado al capital privado o de Estado.”

Pero no es cuestión de someterse a teorías económicas rígidas: “Hay que conocer las leyes objetivas de la ciencia económica sin divinizarlas, sin alienarse en ellas, y tomarlas como conceptos puros del entendimiento humano para justificar regímenes económicos anacrónicos” (p. 152). Con esta perspectiva abierta, afirma la necesidad de que la organización económica libertaria sea plural, como un medio y como un fin: “Debe haber plena libertad de ensayo económico (empresas mixtas, municipales, cooperativas, mutuales y autogestionarias) sin estalinismo, monopolios ni elitismo.” (p. 201). Como origen de desigualdades, Abraham Guillén insiste en la división del trabajo entre trabajadores manuales e intelectuales.
El socialismo autogestionario libertario debe remediarlo radicalmente:


“La participación creciente de los trabajadores en la gestión de sus empresas, siendo todos capaces de hacer todo, es la condición esencial del socialismo autogestionario. Sólo así todos participarían por igual en la gestión y la distribución del excedente económico, producto de un trabajo común y en igualdad de condiciones para todos"

En este sentido, la empresa autogestionada debe ser un lugar de formación permanente para, asociada a la gestión colectiva de los instrumentos de trabajo, permitir un acceso igual a los saberes con el fin de abolir la diferencia entre trabajadores manuales e intelectuales e impedir la reproducción de una nueva clase gestora que se apropie en el futuro del fruto del trabajo de los demás.
Y advertía:
“Si el socialismo autogestionario no fuera capaz de superar la vieja división del trabajo entre ejecución de la producción y dirección de la misma, no sería

entonces posible la emancipación de los trabajadores”

La trayectoria de este teórico de la autogestión le llevó a conocer, siendo muy joven, las colectivizaciones españolas, y más tarde el sector cooperativista de Perú, al tiempo que trabajaba como experto para Naciones Unidas. Sus estudios unidos a sus experiencias personales han alimentado su reflexión. Sin duda, esto le ayudó a concebir modos originales de organización autogestionaria.
Por otra parte, a diferencia de los anarcosindicalistas, para quienes la organización sindical es la columna vertebral de la organización social o económica autogestionaria, hay que señalar que Guillén no atribuye ningún papel preponderante a los sindicatos. Parte de la idea de que la autogestión generalizada es también una investigación en la acción:


“En los primeros tiempos de un nuevo régimen de democracia libertaria, de economía autogestionaria, habrá que tener muy en cuenta la prueba y el error, la experiencia histórica, para no ideologizar el saber, para no caer en dogmas más cerca de la metafísica que de la realidad cotidiana. En este orden de ideas experimentales, de verificación de programas y de resultados de planes, los autogestores tendrán que ser muy autocríticos, pensando que lo que ayer era positivo mañana puede ser negativo, ya que habría cambios cuantitativos, hacia delante o hacia atrás, lo cual determinaría cambios cualitativos.”



La organización social y local

Guillén describe una organización social bastante completa e incluso presenta algunas perspectivas:
“En su calidad de autogestores, los trabajadores liberados de la dictadura del

capital privado o de Estado, deben participar en la gestión de sus empresas y en el reparto del excedente económico obtenido en ellas por su trabajo asociado; participar en la toma de decisiones de la actividad económica de las empresas autogestionadas; definir la política económica de la empresa de propiedad social, a fin de que sea asegurado su continuo progreso económico, tecnológico, cultural, social, educativo e informativo; dirigirse los autogestores a los órganos del autogobierno empresarial con justas peticiones a las cuales éstos están obligados a responder practicando la democracia directa sin trámites burocráticos”

“Los trabajadores de la empresa de propiedad social autogestionada deben tener acceso a sus decisiones fundamentales: cálculo de los gastos de producción; precios; plan de cuentas; informes periódicos; convenios y contratos de todo tipo; decidir sobre la elección de candidatos al consejo autogestor; votar el reglamento de derechos y deberes de los trabajadores; informarse sobre gastos y recursos; concertar créditos; vincularse con otras empresas y organismos; considerar el saldo de resultados económicos mensual, trimestral y anualmente; apercibirse de los planes económicos a corto, mediano y largo plazo.” (p. 391).
El consejo obrero de la empresa autogestionada es “el Autopoder supremo de la empresa”, elegido democráticamente. Sus miembros son revocables y se eligen por dos años, no pudiéndoseles renovar hasta después de otros dos años más (p. 391).
“El consejo autocrático de la sociedad anónima capitalista será sustituido por un Consejo Obrero Autogestor de Empresa; y la asamblea de accionistas, por la asamblea de productores directos, eligiendo, por voto directo y secreto, a sus consejeros autogestores rotatorios y renovables.”
Aunque no se pronuncia sobre la cuestión del autogobierno municipal, Guillén defiende concepciones interesantes respecto de un tema actual, la“relocalización”:
“Si los agricultores estuvieran agrupados en combinados agro-industriales autogestionados, incluyendo en su sistema la producción de elementos primarios, su transformación en productos industrializados y su distribución en el mercado, asociando así el capital agrícola, el industrial y el mercantil, sin falsos intermediarios, la producción llegaría al mercado con la menor diferencia posible entre el costo de producción y el precio de venta, para beneficiar, con precios baratos, a toda la sociedad, como hicieron en su mercado socialista libertario las colectividades anarquistas españolas durante la revolución de 1936-1939.”
Adquieren valor los recursos locales: “Por ejemplo, en comunidades autogestionarias locales, integradas comarcalmente, de acuerdo con el entorno económico, ecológico y demográfico, se pueden crear complejos autogestionarios constituidos por la integración de la agricultura, la industria agro-alimentaria y de transformación de materias primas (agrícolas, animales, forestales, pesqueras), utilizando para ello fuentes de energía locales: biomasa, carbón mineral, vegetal o turba, energía solar, eólica, metano y alcohol de la biomasa, a fin de tener una empresa autosuficiente o, por lo menos, no tan dependiente de sus materias primas y fuentes de energía como la mercantilizada empresa capitalista, dependiente de la mercancía.” (p. 121).
Autogestión y mercado
Para este enemigo del fetichismo materialista mercantil, deben darse las leyes de cooperación entre colectividades al mismo tiempo que se establece un sistema de valores de cambio. Se trataría del valor trabajo y del valor de uso, por oposición al valor comercial que integra la plusvalía capitalista:
“En el socialismo autogestionario (con democracia directa en los escalones de la comuna, el auto-gobierno regional y el co-gobierno federal) ningún grupo autogestor de trabajo cambiaría el trabajo de un año por el de seis meses, sino un valor de uso por otro valor de uso del mismo valor-trabajo, de modo que el cambio no produzca injusticia distributiva, creando así clases parasitarias, burocracias y Estado caro y malo. […] En cualquier producto del trabajo humano –independientemente del modo de producción histórico- hay un valor de cambio y un valor de uso, pero una sociedad autogestionaria se identifica con el valor de uso, desbordando el valor de cambio. Pues, para que cada uno aporte según su capacidad y reciba según su necesidad, fórmula de la distribución comunista, debe haber al menos cierta abundancia de bienes y servicios, una moral de consumo y un reparto equitativo, independientemente de las capacidades y las cualidades del trabajo individual para que haya igualdad económica entre los hombres, sin la cual no hay libertad.”
La riqueza producida deberá ser superior a las necesidades de las empresas, creando así un capital social gestionado colectivamente con el fin de aumentar la productividad y liberando al trabajador de sus tareas, pero también permitiendo la investigación y el desarrollo, la educación, el ocio, la cultura, etc.
El objetivo es, en definitiva, provocar un “decrecimiento de los precios” –gracias a un valor de cambio estable y no especulativo-, un “decrecimiento del tiempo de trabajo” –por la mejora técnica del rendimiento financiada por el aumento del “capital social”-. El autor anticapitalista evoca el mercado:
“Con socialismo de autogestión, la planificación nacional es programática, indicativa, pues deja las decisiones básicas a las empresas autogestoras que saben lo que necesita el mercado socialista, en cantidad y calidad, en precios competitivos […]. El socialismo libertario no tiene necesidad de planificación centralizada, sino de un socialismo de mercado, de la competencia entre grupos colectivos de trabajo, de la democracia directa en las empresas por medio de los consejos autogestores.”
Este concepto del mercado se usa aquí sin ambigüedades en cuanto a las intenciones: “[…] el único sistema socio-económico que puede hacer cumplir la ley del valor-trabajo en los intercambios, dentro de un mercado socialista (libre de mercachifles, de agiotistas monetarios y bursátiles, de capitalistas que consumen mucho y producen poco), es la economía autogestionaria (en las empresas, explotaciones agro-industriales, servicios, talleres y fábricas) y la democracia directa (en la política).” (p. 201).
Las estrategias
Y A. Guillén cambia el paso; considera y argumenta a favor de ¡una competencia entre la economía autogestionaria y las economías capitalistas o de Estado! Y desarrolla su idea:
“Una economía autogestionaria debe ser competitiva, desafiante e imbatible en el mercado mundial; pero no sólo porque sus protagonistas auto-organizados hagan sacrificios económicos en el sentido de consumir poco e invertir mucho, sino más bien por ponerse a trabajar todos útilmente; reducir la burocracia al mínimo; elevar la fuerza de trabajo productivo al máximo; abolir las clases parasitarias e invertir inmediatamente sus rentas, que eran improductivas, en inversiones productivas; y no olvidar que lainvestigación científica y la educación generalizada son grandes fuerzas productivas para el desarrollo de la sociedad libertaria.”
Rechaza la idea de que la revolución será simultáneamente en todo el mundo, pero muestra también que si este modelo de desarrollo no convence, tampoco habrá otras regiones del mundo que se unan a esta idea de abolir el capitalismo:
“En consecuencia, si el crecimiento económico y el progreso tecnológico y cultural no son mayores con una economía autogestionaria que con una economía burguesa o burocrática, se estará en el reino de las ideologías, pero no de las realidades económicas. Pero si todo un pueblo autogestionario trabaja, investiga, consume prudentemente e invierte mucho para progresar más, si desaburguesa y desburocratiza la economía, competirá con ventaja en el mercado mundial y, a mediano plazo, se colocará a la vanguardia del progreso internacional, encarnando así el protagonismo de la historia universal.”
Y el economista libertario no quiere mentir; afirma que el desarrollo autogestionado sería cuestionado en su vocación misma si no permitiera el acceso a un modo de vida envidiable en comparación con otras economías de mercado: “Queramos o no hay que ser desarrollistas en el buen sentido; pero no aumentar la producción por la producción misma; […] pues la humanidad no quiere perder fuerzas productivas, nivel de vida y bienestar adquiridos, cambiando de régimen.” (p. 394).
Mientras, se plantean las cuestiones estratégicas con el fin de alcanzar una economía autogestionaria. El autor afirma la complementariedad entre el pensamiento y la acción: “Así pues, necesitamos una contracultura que saque al pueblo de su pasividad animal (doméstica) de consumo; unir el pensamiento y la acción para interpretar y transformar el mundo al mismo tiempo; pues el pensamiento por sí [mismo] nunca produce ningún cambio. Por eso, en ciertos momentos históricos, mejor que decir es hacer, uniendo el pensamiento y el acto en una “praxis” coherente; pues sólo así podrán los trabajadores transformar el capitalismo en socialismo libertario.”(p. 134).
Paralelamente preconiza la constitución de “comités”, liberados del control de las élites de los partidos o sindicatos institucionalizados: “La estrategia básica consiste en romper el equilibrio del sistema institucionalizado, tanto por las burguesías como por las burocracias, a fin de provocar la ruptura violenta, la lucha de clases conducente a la Revolución.” (p. 340).
Y en esas estamos hoy día. Si bien no escapa a ciertas imperfecciones líricas, cientificistas o economicistas que conviene tomar con precaución, Abraham Guillén nos ha legado, sobre todo, una serie de pensamientos y tomas de posición dignas de interés y capaces de enriquecer nuestras propias reflexiones sobre el camino hacia la autogestión libertaria. Hay que lamentar que este pensador de la autogestión sea tan poco conocido, y con él, su obra.
NOTAS: * Federación Anarquista - Grupo Gard Vaucluse (Francia). Extraído del semanario Le Monde libertaire, n° 1447, 21-27 de septiembre de 2006. Traducido por Luis B.

(1) “Habríamos dejado atrás, pues, la autogestión. Pero ciertas cuestiones que la autogestión ha planteado bien pudieran afectarnos en el presente.” Autogestion, la dernière utopie?, Éditions la Sorbonne, 2003, p. 9. 

(2) Léase L’autogestion libertaire, Editions du Monde Libertaire, 2006. 

(3) “Los instrumentos de trabajo, así como la tierra, serán propiedad de la comunidad, no pudiendo ser utilizados más que por los trabajadores, y éstos, agrupados en asociaciones industriales y agrícolas, serán remunerados según su trabajo.” Miguel Bakunin, Programa de la Alianza Internacional de la Democracia Socialista.
(4) Aunque Daniel Guérin permanece como una referencia, citemos sin embargo a Georges Gurvitch y Jean Bancal cuyos escritos o investigaciones sobre la autogestión libertaria son bastante poco accesibles. 

(5) Se trata de Economía autogestionaria. Las bases del desarrollo económico de la sociedad libertaria, 504 páginas, editado por la Fundación Anselmo Lorenzo. No se citan aquí más que las ideas más significativas del autor (especificando entre paréntesis la página de donde se extraen y respetando las cursivas del original); la lectura del libro resulta pues imprescindible. 


¿Quién era Abraham Guillén?


Nació en Corduente (Guadalajara) en marzo de 1913 y murió en Madrid en agosto de 1993. Resinero en su pueblo natal y estudiante en Madrid, becado por la República. Afiliado a la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL) en edad temprana, fue también miembro de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y de la Federación Anarquista Ibérica (FAI). Combatió en la guerra de 1936 y fue comisario de la 14 División y del Cuarto Cuerpo de Ejército, comandado por Cipriano Mera; también dirigió Nosotros, portavoz de la FAI-FIJL-Columna de Hierro en Valencia. El final de la guerra le sorprendió en Alicante, donde se le detuvo; condenado a muerte aunque posteriormente se le conmuto la pena por veinte años de prisión, protagonizó dos fugas, una de Añover de Tajo (1942), tras la que militó en el Comité Nacional hasta su detención en 1943, la segunda con éxito: en 1945 escapó de Carabanchel y ayudado por una tribu de gitanos libertarios pasó a Francia. Una segunda fase de su vida se inicia con su marcha a Argentina (1948), Uruguay y algún tiempo en Cuba. Licenciado en Ciencias Económicas, profesor de Economía Política (director de investigación económica en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires) y columnista de El Laborista, Democracia en Buenos Aires, asesor económico de la uruguaya Universidad del Trabajo y periodista de Acción de Montevideo, experto internacional de la OIT en economía autogestionaria y desarrollo cooperativo en el Perú, donde además colaboró en La prensa de Lima. Muerto Franco, retorna a España y en los últimos años destaca como conferenciante. Considerado como el gran teórico de la guerrilla urbana y sus plasmaciones prácticas americanas (tupamaros, uturuncos). Redactor de Juventud Libre en 1937, FIJL, director de Nosotros, Columna de Hierro etc; también colaborador de numerosos periódicos de América (comentarista de economía y política internacional en la prensa peruana, uruguaya y argentina) como El Sol de Costa Rica o Diario 16 en España y en la prensa libertaria: Año Zero, Bicicleta, Cenit, CNT, Espoir, Icaria, Ideas-Orto, Historia Libertaria, La Lletra A, Nahia, El Olivo del Búho, Solidaridad Obrera de Valencia, Tierra y Libertad de México, Vida Obrera. Autor de una cincuentena de libros. Su nombre se popularizó como experto en técnicas de guerrilla urbana, economía mundial, el poder e implantación de las multinacionales, la economía autogestionaria y temas relacionados con la guerra de España y la degeneración del comunismo. Algunos de los títulos que publicó son: La agonía del imperialismo (dos tomos) (1957), El imperialismo del dólar (1962), Teoría de la violencia (1965), Estrategia de la guerrilla urbana (1965), La rebelión del tercer mundo (1969), Democracia directa (1970), Socialismo de autogestión (1971), La elite del poder en España (1973), La colonización financiera del FMI (1973), La propiedad social, modelo de desarrollo peruano (1976), Revalorización de la guerrilla urbana (1977), Guerrilla 1 (en colaboración con otros autores) (1978), El capitalismo soviético: última etapa del imperialismo (1979), Economía libertaria, alternativa para un mundo en crisis (1988), Economía autogestionaria. Las bases del desarrollo económico de la sociedad libertaria, (1990), Socialismo Libertario. Ni capitalismo de monopolios ni comunismo de estado (1990), Técnica de desinformación (1991). *Extraído principalmente de Iñiguez, M. Esbozo de una enciclopedia histórica del anarquismo español. Fundación Anselmo Lorenzo. Madrid, 2001. Bibliografía por Lluís R.A.
http://jarabeautentico.blogspot.com.ar/2007/10/la-autogestin-segn-abraham-guilln.html

**Se puede consultar una entrevista a Abraham Guillén aquí:http://www.tecnimar.com/ciclo/09/16.htm


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